Un mundo insatisfecho | El Nuevo Siglo
Domingo, 8 de Diciembre de 2019

El mundo está de pelea con todo y hasta con sí mismo. Parece que nadie está contento con nada o al menos los insatisfechos son muchos y saben hacer bastante ruido y desorden. Pero el tema es curioso. Los franceses, que viven como reyes, compraron chalecos amarillos para protestar. Los latinos, que vivimos de fiesta en fiesta, estamos alterados y con la piedra afuera, literalmente. Los iraquíes se hartaron de los ayatolas y están que les quitan las vestiduras sagradas y algo más. Los gringos, están hartos del mono del copete que los manda y desmanda. Los argentinos están tan mal que volvieron a traer de ultratumba el peronismo. Los chilenos parecen estar despertando de una larga “sollada” con el neoliberalismo y están con resaca. Y Nicaragua, y Brasil, y España (¿ahora que harán con el pasaporte español los colombianos que volvieron a sus “ancestros”?). En fin, malestar por todas partes.

A primera vista el tema es económico por las infinitas desigualdades que hay en el planeta. Pero también parece ser un asunto político, pues democracia real y dictaduras democráticas quisieran hacerse al gobierno de todos los países. Podría ser un tema regional y cultural pues han vuelto a brotar las ideas locales como hacía tiempo no se veía por todo el orbe conocido. Incluso el malestar puede venir, quién lo creyera, del hecho de que ahora todos pueden opinar y decir lo que quieran, sin censura ni nada parecido. Esto a través de las redes sociales, ese Leviatán de mil cabezas que nadie sabe, por ahora, cómo apaciguar para que no se trague a la humanidad entera. Quién sabe si el cambio climático también esté afectando la personalidad de los humanos por el exceso de calor o de frío, por los advenientes sunamis o por la gran catástrofe anunciada por los profetas de hoy, pero cuya fecha desconocemos y eso nos tiene viviendo a punta de xanax. Diagnóstico muy complicado, mientras la enfermedad avanza.

Ninguna de las anteriores, me atrevo a pensar. Al ser humano lo convirtieron, me perdonan la comparación, como en una vaca cuyo único papel es consumir y consumir y consumir y otras cosas que la decencia impide plasmar en esta breve columna. Demasiadas personas se cansaron ya de hacer parte del “sistema”, otro monstruo de mil cabezas invisible, que esclaviza, explota y exprime. El individuo, la persona única y particular, se ha venido disolviendo en esta muchedumbre innominada que ha adquirido características de manada que deambula por el desierto de una vida sin mucho sentido. El espíritu ha sido relegado al sótano más profundo de la existencia y es él, no otro, el que ha empezado a moverse desde allí para reclamar su lugar en el corazón del hombre, de la mujer. Sin espíritu no se diferencian en nada de los simples animales que se arrastran por la tierra. Como en la vieja historia del Génesis. Joseph Ratzinger sostiene que la caída del muro de Berlín, es decir de todo el sistema socialista, fue una victoria del espíritu, harto de estar subyugado tras barrotes de hierro e ideología. Creo que ahora, ese mismo espíritu está haciendo una nueva revolución. Objetivo: la libertad plena del ser humano.