Colombia es un país donde cada día asesinan dos niños. Cada 30 minutos son abusados sexualmente 50 niños. Cada 8 minutos ingresan al sistema de Protección de Bienestar Familiar dos menores de edad, por una grave crisis dentro de su familia. El Estado debe hacerse cargo de ellos. Entre enero y agosto del 2018, van 15.408 niños víctimas de abuso sexual y 8.076 casos de ingreso al sistema de protección del ICBF.
Ocupamos este año el puesto 118 de 175 países en el Índice de la Infancia de Save Children. Si comparamos con el resto del mundo sobre el número de homicidios a niños, Colombia es el tercer país con más muertos al año. 775 menores de edad fueron asesinados en el 2017.
En ese mismo año a hubo 10.385 casos de violencia contra los niños, niñas y adolescentes, lo que equivale al 38% del total de casos de violencia intrafamiliar, y viene prácticamente estable en los últimos años. Maltrato de nuestros niños en sus casas, por sus propias familias.
La violencia sexual es tal vez la dolencia más grave que nos aqueja. En el 2017, el 87% de los casos fueron cometidos contra menores de edad. Lo más grave, el 76% de estos casos fueron cometidos dentro del hogar, por familiares o allegados.
Así son hoy las familias colombianas, infestadas por la violencia intrafamiliar y el abuso sexual contra los menores. Debemos concluir que los postulados de la Constitución de que los derechos de los niños prevalecen sobre los demás, es un mero enunciado que nada significa en realidad.
Por eso no sorprende que, durante el 2017, 267 menores de edad se suicidaran. Esto equivale al 10,3% de los suicidios del país. Si hay un sector de nuestra sociedad en el que parece estar fracasando el esfuerzo estatal es este.
A este desolador panorama hay que agregarle la masiva inmigración de venezolanos. Según el ICBF, el número de menores venezolanos se ha incrementado en un 70%, y requieren salud, educación, nutrición...
El plan de desarrollo “Pacto por Colombia, Pacto por la Equidad” hay dos grandes objetivos: la integralidad en la formación del niño, y la importancia de la familia.
Confío que nuestro Presidente, que es consciente de este desafío, avanzará hacia donde debemos hacerlo con el fortalecimiento de la oferta estatal para que sea apoyo y sustento de la familia colombiana. Hoy el ICBF llega para tratar de rescatar un niño cuya familia le ha fallado. Aun así, debemos actuar a tiempo y evitar que esa falla se produzca. Un niño que asume el ICBF le cuesta 1,3 millones, y con esos recursos podríamos rescatar al menos 3 familias con 3 hijos cada una.
Un país donde la mayoría de los hogares vulnerables está conformada por una madre joven, sola y sin empleo, debe plantearse la necesidad de una seria política pública en favor de este tipo de familia. Con asistencia económica bien diseñada, con acceso a los programas estatales, podemos evitar que la familia se desintegre. Hay que atender los niños que están en el sistema, pero sobretodo hay que evitar que lleguen al sistema. El ICBF debe ser la institución de la familia, la puerta de acceso a las ayudas estatales, es la única manera de hacer realidad el postulado de que los derechos de los niños prevalecen sobre todos los demás.