En eso se ha convertido el debate presidencial en nuestro país. Vemos una amplia y confusa franja del espectro denominada como ‘centro’, la cual ni los mismos que la conforman saben bien que es o de que se trata y no tienen el más mínimo interés en definirlo porque les funciona es así, amorfo. Yo he dicho y lo reitero, que muchos de los que se identifican con este concepto, que en mi opinión es inexistente, no lo hacen por convicción ideológica, sino por una razón práctica. Ya que este les permite adoptar una posición cómoda y estratégica para cambiar de postura dada la coyuntura.
Está ventana le ha permitido, sin lugar a dudas, recobrar algo de oxígeno político al viejo establecimiento liberal que ya casi no lograba cargar con el peso de su propia historia. El más contento y activo, así sea desde las sombras, es el expresidente Juan Manuel Santos. Quien muy hábilmente, hay que decirlo, ha logrado posicionarse gracias a la cortina de humo del ‘centro’, a lo largo y ancho de todo el tablero político.
Mientras la prensa y la opinión continúan mortificándose por el hipotético escenario de una eventual presidencia de Petro, los santistas han podido encontrar espacio en todas las toldas y coaliciones políticas. El expresidente sabe que el exguerrillero no gana en primera vuelta, que la baja popularidad de Duque y Uribe generan un espacio para otros contendores y que, eventualmente, el régimen unido le gana a Petro en una segunda vuelta. Sin embargo, como buen jugador que es, buscó minimizar los riesgos y por eso plantó a dos de sus mejores hombres en el Pacto Histórico, en caso de que el plan maestro falle.
No obstante, a este análisis, le falta una variante: Uribe y la derecha. Guste o no guste, el Centro Democrático sigue siendo una fuerza importante que no se puede sobrestimar, menos si hubieran logrado un contra peso ideológico a Petro y a los tibios de la Esperanza con María Fernanda Cabal. Para el cálculo de Santos, en mi opinión, teniendo en cuenta que no podía alterar los resultados de la consulta interna uribista, era entonces crucial dividir el voto fuerte de derecha aislando al Centro Democrático. Por un lado, convenciendo a los cristianos y conservadores de que no se sometieran al yugo uribista aceptando una consulta interpartidista como la de 2018 y, por el otro, adelantando la salida de la Coalición de la Experiencia.
Con el prematuro anuncio de la Experiencia, dos días antes de que nombraran a Zuluaga, lograron cambiar la balanza a su favor sobre todo para negociar con Uribe. Porque si bien es cierto que los ‘experimentados’ no llegan solos, pues tampoco los uribistas. ¡La realpolitik! Petro por su lado cada vez se radicalizará más llegando a un techo y los otros a punta de cálculo y complicidades, pero juntos, tendrán una buena posibilidad de llegar al poder de una manera u otra. Ahora sí, ¡ojo con el 2022!