Un zar para siempre | El Nuevo Siglo
Sábado, 14 de Marzo de 2020

El actual presidente ruso Vladimir Putin, que ya lleva veinte años al frente del poder en su vasto y milenario país, está cocinando una reforma constitucional que le va a garantizar poder seguir gobernando a todas las Rusias hasta el año 2036. "Un poder presidencial fuerte es absolutamente necesario en Rusia", ha dicho y agregado: " Esta es nuestra máxima prioridad para garantizar la estabilidad del país". Para remachar sus aspiraciones, el propio Putin ha pedido que el Tribunal Constitucional avale la operación.

Putin es hoy por hoy el líder indiscutido de esta superpotencia y pocos dudan que dadas las circunstancias y el dominio burocrático y político que ejerce es el mandatario más poderoso del planeta. En la última cumbre con su homólogo estadounidense Donald Trump, el jerarca ruso lució espléndidamente bien a pesar de sus sesenta y siete años. Atlético, jovial y hasta bromista dominó la escena con sus colegas políticos y con los centenares de periodistas que cubrían el viento. “Estoy listo y en forma para correr una maratón", declaró y para demostrarlo a la mañana siguiente esquió durante varias horas.

La clase política, en su mayoría, lo apoya incondicionalmente porque él ha sabido cortejarla y comprarla con puestos y dádivas. Sus opositores de antaño han ido desapareciendo, a veces hasta sospechosamente. Y se ha cuidado mucho de no dejar emerger a ningún rival en sus propias filas comunistas. Es evidente su inteligencia y su prodigiosa memoria y sabe rodearse de incondicionales que dominan los puestos claves de la nomenclatura. También ha sabido estar presente en las reformas claves que le garanticen su control y se ha mostrado despiadado al momento de defenestrar a quienes constituyen un obstáculo para sus ambiciones.

Vladimir Spirodonovich Putin nació el siete de octubre de 1952, en el seno de una familia campesina. Su padre trabajó toda su vida en una fábrica de vagones. Desde la década de los setenta entró a trabar en la poderosa y odiada KGB en donde escaló hasta la dirección general del organismo. En 1980 conoció a su esposa y madre de sus hijos, Ludmila Shkrenova, una rubia ojiazul con quien sigue compartiendo su hogar. Después de una larga temporada en Alemania Oriental regresó bajo la protección de Boris Yeltsin y concentró su fortín político en San Petersburgo, convirtiéndolo de paso en la capital del juego al estilo de Las Vegas. Ingresó finalmente al Kremlin y terminó dominando todos los vericuetos del poder.

Adenda

Nadie sabe a ciencia cierta qué pasará con el coronavirus extendido por el mundo entero amenaza llegar hasta nosotros. Ya hay casos aislados, detectados y neutralizados. Mientras tanto debemos rezar y lavarnos las manos.