“Falta voluntad y grandeza para acuerdos por el país”
El manejo de lo imprevisible y de sus consecuencias favorece toda clase de reflexiones y de discusiones que suelen desnudar los problemas no resueltos de las sociedades, sus omisiones, sus equivocadas prioridades y sus efectos sobre el tiempo que vivimos. Emergen entonces los desafíos apremiantes y la necesidad de atenderlos a destiempo con la esperanza de acertar en medio del desconcierto generalizado. En ese ejercicio avizoramos lo que quisimos ignorar en tiempos de bonanza con sus dictados imperiosos y sus desenfrenados comportamientos. Obligados a las restricciones, escrutamos con nuevos ojos las carencias que arrastramos por décadas, sin prestarles la atención requerida, a pesar de su clara identificación. El Covid-19, amenaza poderosa a nuestra supervivencia, logró lo que ni siquiera la violencia endémica había despertado: la necesidad de construir un Estado funcional a un orden que garantice el cumplimento de sus fines, en todo su territorio y para todas sus poblaciones.
Tenemos un Estado enormemente centralizado, corroído por un clientelismo parasitario y voraz, débil cuando no ausente en grandes porciones del territorio, en los que no se satisfacen los más elementales derechos a la vida, honra y bienes de sus ciudadanos. Adolece de un déficit permanente de legitimidad que explica su debilidad y su incapacidad de construir un orden jurídico estable y compartido que procure estabilidad política y fortaleza institucional. Ello ha fomentado la coexistencia de sistemas de reglas y de poderes que se van incrustando y fortaleciendo al costado de las dictadas por el Estado, cuya aplicación se somete a negociaciones que implican para el Estado un constante problema de legitimación. Todo ello ha contribuido a la aparición de la violencia organizada que ha sacudido al país desde la segunda mitad del siglo 19: guerras civiles, violencia política partidista, guerrillas marxistas y hoy grupos armados narcotraficantes y terroristas.
Superar la pandemia nos obliga a levantar una nueva arquitectura del Estado. Sin eficiencia en el accionar de la institucionalidad no derrotaremos el Covid-19, como también sin mayores niveles de legitimidad de lo público derrotaremos la violencia en el territorio nacional. La solidaridad que empieza a prevalecer en la mayoría de la sociedad colombiana para superar el letal enemigo silencioso que nos acecha, debe también expresarse en decisiones y acuerdos políticos que confieran mayor confianza ciudadana en la institucionalidad, que clama por una reingeniería urgente y certera en la configuración y acción de los poderes del Estado. Es tarea inaplazable que abarca la totalidad de la estructura del pública, sin la cual viviremos nuevas y recurrentes pandemias.
Es toda una agenda para construir y ejecutar por una dirigencia nacional que puede, pero no debe, ser inferior al momento histórico que nos tocó vivir. Ya se oyen voces que invitan a los acuerdos; solo hace falta voluntad y grandeza, sin las cuales difícilmente sobreviviremos a los retos del presente.