“Increíble sainete de justicia con Santrich”
El vergonzoso episodio que se inició con la libertad del recluso Santrich y culminó con su escape bien podría intitularse “la historia de una fuga asistida.” En medio de las consabidas alarmas de la oposición expresando que su detención hacia trizas la paz, asistimos al más increíble sainete que involucró la afanosa y descompuesta actividad de la JEP, del Consejo de Estado y de la Corte Suprema de Justicia, para dispensar al reconocido forajido todas las garantías y seguridades que exigían sus conmilitones para salvar a la paz de una presumida amenaza, así fuera a costa de la Justicia.
De todo se vio en el escenario: desde la simulación cantinflesca de un supuesto intento de suicidio del héroe de marras, hasta las decisiones judiciales más inverosímiles de la Justicia Especial para la Paz, del Consejo de Estado y de la Sala de Instrucción de la Corte Suprema. La JEP, no pudo encontrar prueba de la fecha del delito imputado que todo el país conocía. El Consejo de Estado extendió el fuero de congresista a quien no se había posesionado porque se encontraba a buen recaudo en la Picota en vía de extradición a los Estados Unidos, sustentada en piezas probatorias ampliamente difundidas. Y la novel Sala de Instrucción de la Corte se rehusó a su detención, antes de su indagatoria, como lo exigía la evidencia del peligro de su no comparecencia. Resolvió cobijarlo con pródigo sentimiento de confianza, como lo afirma el presidente de la Corte, en un desvarío monumental de las obligaciones del juez de instrucción.
Todo ello se percibe como la más evidente manifestación de la politización de la Justicia que ha venido instalándose en el país. Es la apoteosis del gobierno de los jueces en su peor versión y en su mayor capacidad para dar libre curso a la contaminación política de las providencias judiciales. Hoy, después de la voltereta de los amigos de la paz que señalan a Santrich como el verdugo de la paz, tienen los magistrados motivos suficientes, por dolorosos que parezcan, para retornar a las mejores prácticas de una justicia en la que todos podamos confiar. La paz clama por otra oportunidad y necesita ajustes que le permitan florecer y consolidarse, y ello demanda los aportes de jueces que entiendan la dimensión de sus responsabilidades.
Mientras tanto, Santrich retornará al crimen y la violencia, de la cual es aventajado teórico, en las filas de una Farc que se recompone al ritmo que le aseguran la protección de Maduro y los crecientes dividendos del narcotráfico.
En el umbral de las elecciones de octubre habrá que estar atentos a las alianzas que se tejan para no dar espacio a la coexistencia de frentes armados con movimientos políticos