La manera como los medios de comunicación nacionales maltratan al ex presidente Uribe es evidente. Se han convertido en un factor determinante para tergiversar el legado de su gobierno. Uribe fue un presidente que cambio para bien a Colombia, son aceptables todas las críticas, pero no tienen derecho a destruir todos sus aspectos positivos.
La prensa hoy se puede dividir en tres: una que lo calumnia y lo difama directamente, otra que lo hace de manera solapada, indirecta, y otra que guarda silencio. Ese silencio se hizo un grito infame, cuando esa misma silenciosa prensa se encendió en airado reclamo en contra de Uribe por lo que calificaron una difamación por su parte.
No se puede hablar de ecuanimidad cuando todos los días hay tantos agravios, calumnias, insultos, mentiras sobre Álvaro Uribe y ningún periodista dice nada. Luego se enardecen por una supuesta calumnia contra un humorista, cuando la calumnia ni siquiera existe.
Es claro que el tuit del expresidente se refiere al caso específico y claro de Amapola, al que se le pueden sumar muchos otros como la publicación de las fotos de menores desnudos, la entrega de Soho a menores y las palabras grotescas con las que se refiere Samper a las mujeres (los que critican a Trump de esto no dijeron nada).
Jamás el Presidente Uribe le dijo abusador sexual a Daniel Samper, ni se lo quiso decir. Quienes seguíamos en redes la polémica en redes por el atropello a Amapola, mi pequeña bebé, entendimos de que se trataba el tuit de Uribe. Así como se pide respeto en las formas en escribir, se debe pedir respeto en la manera de interpretar.
He sido, tal vez, como pocos políticos víctima del bullying de medios, periodistas y redes. Tanto así que Daniel Samper -matoneador de oficio- le pareció un daño colateral y aceptable burlarse del nombre de mi pequeña bebé e incluso de un futuro hijo. Fueron las personas en las redes quienes protestaron por el atropello, y luego mis compañeros de partido. A ellos tengo que agradecerles. El hecho habría quedado así, pues como es costumbre, la prensa guardó silencio frente al bullying dirigido contra uribistas.
Salvo unas solitarias voces de periodistas nadie dijo nada. Basta imaginarse que hubiera sido Uribe o cualquier miembro del CD, quien se hubiera burlado de una bebé de Daniel Samper o de cualquiera; habría habido un escándalo nacional. Pedir ecuanimidad parece una petición al vacío. Frente a los uribistas y en especial frente a Uribe, todo se vale: sacarlo de contexto para poder insultarlo, burlarse de los niños si son hijos de uribistas, desconocer los hechos y validar todo tipo de interpretaciones.
Hay reglas de deberían aplicarse siempre: los niños son sagrados; Nadie puede matonearlos. Hay derecho a la crítica pero con respeto. Los contextos son tan importantes como lo que se dice. Uribe es un líder de muchos colombianos y ese solo hecho debería ser una invitación al respeto, sino por él, por los colombianos que lo siguen.
Las consecuencias de semejante manera parcializada de tratar los asuntos son especialmente graves para las instituciones democráticas. Los grandes medios pagan con su credibilidad, Uribe con su prestigio y el país con su futuro.