Venezuela, ¿social o socialista? | El Nuevo Siglo
Domingo, 5 de Mayo de 2019

Confundir un Estado Social de Derecho -el Estado que privilegia a las personas integralmente- con ideologías socialistas -el Estado que no valora la vida humana y desconoce su dignidad- es confundir la chicha con la limonada. Hoy, Venezuela -por haber descuidado las históricas desigualdades sociales- está entre la espada y la pared. Chaves, ofreciendo, hábilmente, un paraíso inviable llevó a nuestros queridos hermanos venezolanos a sentarse en un polvorín a punto de estallar.

Es indiscutible que el Presidente Juan Guaidó, y diputados y cortes, son la legitimidad, gústeles o no les guste, según la Constitución venezolana. Pero, como en toda dictadura, el gobierno está por encima de cualquier lógica jurídica. No hay argumento válido que contrarreste una política sin moral o sentido de lo justo, más cuando la autonomía entre los tres poderes -legislativo, ejecutivo y judicial- es una farsa.

Este cuadro hace imprescindible buscar, antes de que sea tarde, una salida que satisfaga a ambas partes, sin ganadores ni vencidos, cada uno cediendo en algo. Porque cuando un pueblo está polarizado -y cada grupo está convencido de tener la razón- se termina por validar lo que sea necesario para no perder el poder y la corrupción termina siendo vista como lo correcto. Y al final, por lo general, se termina en una guerra fratricida y absurda.

Por esto, lo inteligente es buscar una salida que, de alguna manera, satisfaga a todos, y esta podría ser un Estado Social de Derecho (democracia real entre iguales) con la respectiva Economía Social de Mercado (el Estado apoyando a ricos y pobres por igual).

Esto implica un Estado que garantice el Bien común, cediendo en lo adjetivo, hasta encontrar consensos en lo esencial (no una colcha de retazos dándole gusto a todos): la tranquilidad, la seguridad y la prosperidad, sin discriminaciones o rencores: como hermanos. Apoyados en una justicia “justa” en todo el sentido de la palabra. En consideración a que la política debe ser el arte superior, centrado en la Verdad, la Libertad y la Caridad.

Entendiendo la Verdad como la realidad, lo que es; la persona humana como razón del Estado.

La Libertad como autodominio, señorío sobre el yo, en respuesta al llamado, natural, de la persona humana a ser más.

La Caridad como la esencia de la perfección humana, respondiendo al llamado de la persona humana a vivir amando a los demás, donarse al prójimo, siendo solidarios, velando por los más necesitados.

La Dignidad humana es que la persona humana es digna en consideración a que somos creación de Dios: absolutos en sí mismos y por sí mismos, únicos, específicos, irrepetibles, irremplazables, desde la concepción hasta la muerte.

Los Principios es acogerse a una escala de valores partiendo de una antropología rigurosa.

Los Valores: es privilegiar el deber ser en el diario vivir, en calidad de ser dignos ante Dios y ante la sociedad.

Las Virtudes: los hábitos operativos positivos adquiridos, principalmente, en la familia. Sin las cuales la sociedad es un imposible.

La Educación humanista: rescatar, en la escolaridad, la dimensión metafísica y la curiosidad académica desde la niñez.