VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Martes, 13 de Diciembre de 2011

 

¿Celac qué?

 

A pesar de tanto achaque, el presidente Chávez (y sus acólitos) deben estar muertos de la dicha.

Tras varios años de lucha han logrado el objetivo internacional perfecto: montar una macro organización internacional que, de acuerdo con su imaginario político, pone al reencarnado cada vez más cerca de lograr lo que Bolívar nunca pudo.

Desde muchacho, Chávez venía tejiendo la idea en diferentes foros alternativos que, articulando esfuerzos variopintos, se tradujeron en el acceso al poder de un grupo de simpatizantes como Mujica, los Kirchner, Evo, Lula, Dilma, Correa, Ollanta y Daniel.

Simpatizantes que una vez posesionados tenían que protegerse mutuamente del Imperio y para eso diseñaron una alianza, la Alianza Bolivariana para las Américas.

No obstante su pomposo componente militar, en la práctica la Alianza resultó insuficiente, por ejemplo, para escoltar a Zelaya en Honduras o para enfrentarse a los alzados que trataron de desalojar a Correa de Carondelet.

Frente a semejante panorama, Chávez se apresuró a redactar a finales del año pasado un “protocolo democrático” destinado a defender a sus socios metidos en problemas y presionó tan incesantemente, que todos los países del área terminaron firmándolo.

Ese protocolo, que en la práctica acaba de refrendarse en la Cumbre de Caracas con uno del mismo calado, no tenía otro propósito que el de burlar la Carta Democrática Interamericana, la de la OEA, esa sí, preocupada no sólo por el origen electoral de los gobiernos sino por su desempeño cotidiano y el respeto hacia el pluralismo y las libertades individuales.

En otras palabras, Chávez y sus simpatizantes, incluidos los movimientos subversivos de todo pelambre que están vinculados a la causa revolucionaria, tenían que disponer de una organización a toda prueba, es decir, de la naciente Celac, mucho más formal que el Grupo de Río y en la que su liderazgo no fuera puesto en tela de juicio por la Casa Blanca.

Liderazgo autoritario que en los próximos años se irá haciendo evidente con una burocracia activa, una agenda en que las Farc y el Eln tengan protagonismo asegurado y un mecanismo de votación similar al del Consejo de Seguridad de la ONU para que haya decisiones obligatorias y no el inocuo consenso que por ahora se maneja.

En resumen, un ambicioso proyecto continental al que si algo le resta no es otra cosa que un Ejército Panamericano multipropósito destinado a enfrentar desastres, ofrecer asistencia humanitaria y blindar a los dictadores. Sólo que hasta eso también está previsto. No faltaba más.