VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Lunes, 29 de Agosto de 2011

¿Ex presidente Obama?


“Apetito poco coincidente con resultados de su gestión”


BARACK  Obama anda de capa caída. De poco ha servido que le concedieran el Premio Nobel, que haya dado de baja a Osama Bin Laden, o que goce de mayoría demócrata en el Senado.


Semejante capital, que en cualquier caso hubiese sido más que suficiente para consolidar iniciativas internas y externas exitosas que dieran paso a la reelección, tan solo le ha servido a Obama para obtener en las encuestas deprimentes porcentajes de aceptación, incluso por debajo de 40 por ciento.


Con todo, él se ha lanzado nuevamente como candidato del partido y, para evitar cualquier tipo de fisuras, lo hizo bien temprano, exhibiendo un apetito poco coincidente con los resultados que ofrece su gestión.
Y aunque está claro que lo ha hecho de acuerdo con la tradición política de Estados Unidos, lo cierto es que un partido como el Demócrata hubiese podido aspirar a un mejor procedimiento y a mejores perspectivas.


Porque al no someterse a ningún tipo de selección previa, o de primarias, el Presidente arrastra al colectivo a un milagro, o a un desastre, y ninguno de los dos escenarios es al que, en sana lógica, quisiera verse sometido un partido con la tradición y fortaleza del Demócrata.
O sea, que muchos congresistas y gobernadores exitosos que están tratando de reorientar al partido a sabiendas de lo que significan la juventud, el carisma y los encantos ideológicos de Obama, han tenido que declinar y soportar el espectáculo de un Presidente empeñado en la reelección a pesar de lo que muestran las evidencias y las circunstancias.


Espectáculo que, basado en su flamante oratoria, presenta ahora al Presidente en sucesivos recorridos por varios Estados de la Unión tratando de persuadir al ciudadano de que sigue siendo la mejor opción aunque Guantánamo siga abierta, los conflictos en Libia, Irak, Siria, Afganistán, Irán y Norcorea estén empeorando, la salud pública se deprima, el déficit no pare de crecer, el empleo no repunte, y en América Latina sigan fortaleciéndose dictaduras, revoluciones y guerrillas aunque, en apariencia, se hayan reducido las tensiones.
Con lo cual, lo más probable es que los norteamericanos (tal como está sucediendo en España) se decidan de una vez por todas a recobrar la sensatez, el buen juicio y la cordura, eligiendo una alternativa completamente distinta que saque a la gran potencia del marasmo, llámese Rick Perry, Michele Bachmann o Mitt Romney.