Después de analizar la creciente presencia e influencia de estas dos superpotencias en el hemisferio y explicar cómo la realidad política del grueso de los países del continente latinoamericano está o pueden quedar bajo el control de la izquierda, vale la pena ahondar por qué les motiva continuar y fortalecer aún más este viraje de política internacional, tanto para los países latinos, como para China y Rusia.
Se debe comenzar, en mi opinión, hablando del uso del “poder blando”, el cual es un término creado por el reconocido geopolítico y profesor de Harvard, Joseph Nye. Este concepto de Nye es una contraposición al “poder duro”, y tiene como objetivo principal influenciar a otro Estado por medio de la persuasión y no de la coerción.
Curiosamente, esta práctica o doctrina, era principalmente utilizada por la Unión Europea y EE. UU con un verificable éxito a nivel mundial. No obstante, a medida que avanza el tiempo y la realidad geopolítica del mundo, en donde el ambiente internacional es cada vez más renuente al conflicto directo (con contadas e inevitables excepciones) y, además, las consecuencias o costos económicos y comerciales siempre se buscan llevar a su mínima expresión, países como China, han entendido la importancia y eficacia de este enfoque y se han puesto a ello con gran éxito para sus intereses geopolíticos.
Lo anterior, describe y explica a grandes rasgos el comportamiento y presencia de estas grandes potencias en Latinoamérica, en especial, de China. No es casualidad como exponía en mi anterior columna, la creciente presencia comercial e inversionista del gigante asiático, como tampoco su claro interés de poder acercar su cultura y demás frentes que logren generar influencia y fortalecimiento de las diferentes relaciones con países latinos.
La intención de los chinos, para muchos sonará positiva e, inclusive, inofensiva. Es más, podríamos decir a simple vista que es un comportamiento propio de un gigante y principal actor de una globalizada economía y, por ende, bienvenido sea. Puede que sea cierto, no obstante, la historia y en varios casos la política internacional es cíclica y tiende a repetirse. La entrada blanda, lastimosamente, puede propiciar la implementación del “poder duro” en el futuro.
Por supuesto no hablo de una invasión, ni mucho menos, pero si de una posible dependencia económica y comercial (se podría decir en cierta medida ya existente en algunos países como Venezuela).
La izquierda latinoamericana en el poder es experta en retroceder el desarrollo, acabar con la economía, repartir gabelas y destruir riqueza y las fuentes para producirla. Sus propios radicalismos ideológicos y ambientales los enceguecen al tal punto de ser capaces, en nombre de su ideología, de cualquier barbaridad como, por ejemplo, pretenden en Colombia acabar de la noche a la mañana con la explotación y exploración de hidrocarburos -siendo esta la principal fuente de ingreso de este país-. Por ello, China está feliz, ya que el escenario de dependencia está más cerca que nunca.