Concierto de Ensamble Sociedad: una reflexión “contemporánea” | El Nuevo Siglo
CONCIERTO DEL ENSAMBLE La Sociedad del Mambo Filarmónico./ Cortesía Museo de Arte Moderno de Bogotá –Juan Yaruro
Lunes, 11 de Noviembre de 2024
Emilio Sanmiguel

La mañana del domingo 27 de octubre estuvo más lluviosa y destemplada que de costumbre. Seguramente por eso fue uno de los conciertos menos concurridos del Mambo Filarmónico 2024, que tuvo por escenario la sala Marta Traba del Museo de Arte Moderno de Bogotá.

Protagonista el Ensamble La Sociedad –Anyango Davenport, violín; Diego Claros, piano; Diego García, violoncello; Mario Sarmiento, percusión; José Gómez, clarinete, Rafael Rodríguez, flauta- ganadores de una de las becas de Circulación de música contemporánea 2024 de la Orquesta Filarmónica de Bogotá.

Moisés Beltrán

La primera obra, el sexteto Silbatos, flautas y ocarinas de Moisés Beltrán. Suite en seis movimentos de 2018. Un encargo de la agrupación que, ha corrido con la suerte de haber sido ya interpretada en diferentes auditorios, incluido el de la Luis Ángel Arango. Primer movimiento, Andante, atmósfera evocadora de cierto tono ceremonial; segundo, Moderato, rítmico, obsesivo; tercero, un onírico Larghetto; cuarto Moderato, abierto por la flauta y el clarinete desemboca en frases incisivas del violín en el sobreagudo; aquí Beltrán se regresa al rítmico segundo movimento, dejando la sensación de que segundo, tercero y cuarto constituyen en realidad un clásico Scherzo con Trio. El quinto y último, Moderato, ma rubato a piacere, de atmósfera lírica, con veladas alusiones al Andante inicial se diluye tenuemente al final. La música se desliza tranquila por los terrenos de la atonalidad, sin plantearle al oyente conflictos desafiantes, pero sí la decisión de comunicarse con su destinatario.

Rodolfo Acosta

Segunda obra, 200 días de Rodolfo Acosta. También un encargo de La sociedad. Acosta, presente en el Mambo, reveló que se trata de su reflexión sobre los días de aislamiento durante la pandemia. Propone un asunto de fondo sobre cómo lo contemporáneo parece alejarse de lo que llamamos música para adentrarse en lo estrictamente sonoro y acústico, toma distancia de lo melódico y hasta pasa por alto el ritmo.

A la manera de los orientales, su discurso evita las convenciones de principio, desarrollo y conclusión, porque el pasaje final, encargado al xilófono, deja en el oyente la sensación de algo que, no se extingue, sino que sencillamente se aleja en el espacio. Probablemente lo más interesante, más allá de las obvias distancias con la atonalidad, sea la reflexión en sí, porque al menos en la mañana del Mambo, no se trata de algo angustioso, sino más bien etéreo y existencial.

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PEDRO SARMIENTO interpretando el final de 200 días de Rodolfo Acosta. Ensamble Sociedad./Cortesía Museo de Arte Moderno de Bogotá –Juan Yaruro

Roberto Rubio

Continuó la mañana con Eleos y Phobo de Roberto Rubio que proponme un giro radical por la dialéctica y catarsis entre la piedad y el miedo. Rubio no tiene temor de resolver el conflicto mediante la clásica forma-sonata, pero, mediante el dramatismo o la sugerencia intensa, sino con un optimismo muy latino, una breve incursión en la oscuridad sonora y se da el lujo de advertirle al oyente, sin disimulo, cuando la forma misma lleva a la conclusión por su lógica interna.

Sergio Cote

Cuarta selección: N de Sergio Cote, también presente en la sala. Reveló que la escribió en Estados Unidos, justo antes de pandemia, su título alude al norte del país y a cierta sensación de soledad, lo suyo es experimental y experiencial. Se trata del inefable diálogo entre el hombre y la máquina, complejo y cómplice, los altavoces sugieren los tonos que deben seguir los intérpretes, otra experiencia estética en la cual el sonido intensifica su densidad y deja flotar en el aire la pregunta de qué quiere decir el compositor, ¿para que cada oyente lo resuelva el asunto por sí mismo? Puede ser.

Pedro Sarmiento

En final fue para Mockus del caleño Pedro Sarmiento, de 2019. También, por suerte, presente en el Mambo. No se trata ni del primero ni del último retrato musical de la historia. El discurso fragmentario de Sarmiento enfrenta, sin resolver, desde luego, al personaje inefable de Antanas Mockus: ¿demócrata o dictador? ¿divertido o irritante? ¿comprometido o irresponsable? ¿asceta o ambicioso? Queda la duda de si el compositor partió de la premisa de convertir en sonido las contradicciones mockusianas o, si a la manera de Robert Schumann, fue la música la encargada de sugerir el título. En todo caso, lo fragmentario de la música, su mayor cualidad, hace pensar que, efectivamente así debe ser: Su excéntrica personalidad me inspiró este retrato dijo en 2022.

Una reflexión

En tiempos de Mozart su música no era la más popular; la de Salieri, por ejemplo, lo era muchísimo más, porque contaba con la anuencia del gran aparato del Poder del imperio austrohúngaro. Louis Sophr era más famoso que Beethoven. Franz Schubert fue un desconocido para sus contemporáneos y Robert Schumann no habría pasado a la historia de no ser por los esfuerzos de su viuda, Clara Wieck.

Sin ir más lejos, Johann Sebastian Bach tuvo que esperar a que Carl Zelter y Felix Mendelssohn exhumaran sus obras que, nunca habían sido populares.

Con los compositores contemporáneos debe pasar lo mismo. Será el tiempo el encargado de poner las cosas en su sitio y ello demanda que confluyan muchas circunstancias y paciencia.

Sin embargo, a propósito de este concierto, vale la pena no pasar inadvertido que, Silbatos, flautas y ocarinas de Moisés Beltrán ya ha sido interpretada, no en una sino en varias oportunidades. En Bangkok se tocó N de Sergio Cote y, Mockus de Sarmiento se oyó en Belfast.

Esto para plantear que, tanto el Museo o como la Filarmónica y el Ensamble La Sociedad no andan por el camino equivocado.