A pasos gigantes al son de folclore, la cultura nacional ha dejado huella en terrenos extranjeros desde tiempo atrás de la mano de grandes artistas, como Maritza Arizala, una bailarina que se propuso hace 22 años quitar una imagen del país marcada por el narcotráfico, que rondaba desde esa época, y develar una Colombia alegre, diversa y con sabor, creando la primera academia de salsa caleña en Francia.
Un sueño que se convirtió en realidad por su convicción y pasión por la danza, con el que prácticamente nació, pues desde que tiene memoria Maritza creció viendo a sus papás y su abuela bailar.
Así lo recuerda hoy esta talentosa caleña: “Ellos hacían muchas fiestas en la casa, traían muchos amigos y músicos. Nací en ese mundo del baile. Además porque no solo mis papás bailan muy bien, sino también tengo una hermana bailarina, que fue la que llegó primero a París. Siempre crecí en ese ambiente de fiesta”, le dijo Arizala a EL NUEVO SIGLO.
Dejar la zona de confort
Pero la danza no fue lo que primero llegó a su vida, pues durante su adolescencia el teatro fue lo que más llamó su atención. Por lo que además de recibir su educación básica, todas las tardes asistía a una escuela de arte que le recomendó el director de su primer grupo de teatro juvenil.
Algunos años después Maritza no solo se dedicó a estudiar teatro, sino también títeres y ocasionalmente, danza. A sus 18 se graduó del colegio y de la escuela de arte del Instituto Popular de Cultura.
A su corta edad, con ganas de fortalecer sus conocimientos no solo en las artes escénicas, sino en otras áreas, entró a estudiar Ciencias Políticas en la Universidad Santiago de Cali, siguiendo el ejemplo de muchos de sus maestros de teatro y danza para obtener un bagaje cultural alto.
“La verdad no estudiaba eso porque me veía asumiendo el papel de profesora de historia o de geografía, sino porque quería tener una cultura general que tenían todos mis maestros, porque los artistas siempre tienen un bagaje cultural. Entonces yo quería ser como ellos”, señaló.
Después Arizala enseñó por más de 10 años en el Colegio San Luis Gonzaga y otro tanto más en una institución privada; luego fue contratada como profesora en el Instituto Popular de Cultura donde había estudiado antes.
Era una época en la que gozaba de un buen trabajo, salario y experiencias de viajes por el país, Europa y otras partes del mundo. Sin embargo, pasó por un momento de su vida en el que sentía que estaba en una zona de confort, de la cual quería salir.
Este sentimiento la llevó a tomar una decisión que significó un antes y un después para su carrera: aceptar la oportunidad que le ofreció el Instituto de ir a estudiar una maestría en París durante un año con la mitad de su salario.
“Yo me fui porque yo estaba en un estado como de confortabilidad, ganaba bien y paseaba. Pero quería algo diferente, aprender cosas nuevas, porque ya me aburría la rutina, entonces ahí fue cuando pensé en irme a Estados Unidos o a Francia, pero para Francia todo se me dio más fácil y hubo una empatía muy grande con esa cultura, además que cuando uno tiene familia allá es más fácil porque hay un apoyo”.
Paso a paso
Con nostalgia por dejar a su familia en Colombia finalmente Maritza viajó a Francia en 1998, lo que asegura “fue un drama, porque dejar el país no es fácil”. Estando allí se presentó a la Universidad de París 8, donde realizó sus pruebas de ingreso, pero no fue aceptada ya que su evaluación escrita no salió tan bien por su dificultad con el idioma.
Una situación que no le impidió continuar con sus planes. La caleña se dedicó a estudiar durante un año francés y al mismo tiempo entrar a algunas clases en la Universidad para afianzar el aprendizaje del idioma.
Desde cero, paso a paso y con esmero decidió quedarse en París, donde un año después logró entrar a París 8 para estudiar una licenciatura, mientras enseñaba en varias escuelas de la ciudad. “Me ofrecieron trabajar como profesora de salsa porque decían ‘ah usted es de Cali’, y bueno, ya tenía mucha experiencia aquí en Colombia, entonces encontré trabajo rápido”.
Y aunque combinar el trabajo con el estudio fue todo un reto, “con motivación, disciplina, fe y perseverancia”, como dice Arizala, logró que su labor se posicionara y se corriera la voz de su talento, convirtiéndose en una embajadora de la salsa caleña y el folclore colombiano en Francia.
Con este reconocimiento de sus clases, en las que le pedían en especial salsa cubana, dado que en ese momento estaba en furor este género, la bailarina creó una asociación con un grupo de franceses para trabajar como independiente en la ciudad. Fue como en 1999 fundó su academia, con la misión de mostrar la salsa caleña y el folclore colombiano.
“Empecé a sentir que faltaba algo como de Colombia. Dije en ese instante ‘yo soy caleña y tengo que enseñar mi salsa’”. Así, Maritza se inclinó por promover la danza colombiana no solamente enseñando salsa caleña, sino también otros tipos de bailes tradicionales del Caribe y el Pacífico como currulao, mapalé, fandango y cumbia, “que era lo que más les llamaba la atención”.
Contra viento y marea, y comentarios como “usted qué va andar enseñando salsa caleña, nadie está interesado” o “puede ganar mejor con otros estilos”, la colombiana asumió el reto de enseñar un baile que era desconocido para la cultura francesa.
“Mi reto era dar a conocer Colombia de otra manera, explicarles una salsa diferente, que no era tan comercial como la cubana. Para mí también era un desafío enseñar a una cultura diferente a la mía, porque no es lo mismo. Ellos tienen otros códigos, otras reglas, son más cuadrados, cuentan y hay que desmenuzar todo”.
Un legado
En la academia las clases de Maritza Arizala no son exclusivas para profesionales, pues son espacios en los que la artista recibe desde los amateur, que no se dedican a esta disciplina y lo hacen como un hobby, hasta aquellos bailarines que vienen de otros estilos como el clásico, el contemporáneo o el jazz.
Durante sus años en Francia, junto a un grupo de bailarines franceses profesionales despliegan la diversidad cultural de Colombia en grandes eventos, como el Carnaval Tropical de París, donde desfilan junto a otras agrupaciones de diferentes culturas.
Ahora Maritza, en su visita a Colombia, aunque con tristeza por la difícil situación que vive el sector de la cultura por la pandemia, planea sus próximas metas para seguir dejando el nombre del país en alto pero esta vez pensando en delegar su trabajo a nuevas generaciones, profesores y coreógrafos que ella misma ha formado y que espera que continúen con su legado.