En el barrio La Macarena, en Bogotá, se ubica el taller de encuadernación Ricardo Corazón de Papel, un lugar lleno de historias, de recuerdos y de objetos que le hacen guiño a la memoria, fundado por Ricardo Aguirre, un bogotano apasionado por los libros y la estética del empastado.
Desde niño aprendió la manufacturación, la importancia de hacer las cosas con cariño. El hecho de sentir y transformar un simple material en un objeto hermoso y muy útil. A lo largo de los años fue ganando más experiencias en el oficio de cortar, pegar, apreciar, darle vida al papel, pero sobre todo a ser generoso y compartir el conocimiento, al punto de mantener su taller con puertas abiertas y que todo el que quiera entre y también se admire con la historia de cada objeto o libro.
Por eso reconoce eso que en su oficio se llama "el alma del papel", es decir, el corazón que se ordena, que late, que prensa.
Este amor por el oficio lo ha llevado a buscar nuevos materiales y técnicas. Por eso en el lugar se puede encontrar una variedad de libretas, de bitácoras, formatos contemporáneos, estilos que estén más cerca de los jóvenes.
Entrar al taller es como devolverse en el tiempo o abrir el viejo baúl del abuelo: se encuentran tesoros de muchas épocas, objetos que quizás la juventud ni reconoce.
Ricardo, en conversación con EL NUEVO SIGLO, no dudó en ratificar que el seudónimo de “corazón de papel” se lo puso nada más y nada menos que Gabriel García Márquez: “El taller nació sin nombre; sin embargo, por mi oficio logré relacionarme con gente muy importante y conseguí que Gabo me mandara un libro desde México, con el maestro Guillermo Angulo y con una particular dedicatoria en la que me decía: ‘Para Ricardo Corazón de Papel’. Ahí empezamos en el 2000. Nos han reconocido por el nombre, pero también por nuestro trabajo. El sitio queda en la calle 21, cerca de la Universidad de los Andes”.
Y así fue como García Márquez le firmó un ejemplar empastado de "Cien años de soledad": "Para Ricardo Corazón de Papel este libro que él me encuadernó, como es evidente, con todo el cariño del que lo escribió".
“Me colocó así por ocurrencia de él, pues era algo que se relacionaba con mi trabajo, con el papel, con el oficio. A partir de allí bautizamos el taller con ese nombre”, relató.
Nueva vida
Aunque desde niño siempre estuvo relacionado con el mundo de los libros y la encuadernación, a Ricardo le comenzó a gustar este arte a la edad de 20 años, de la mano del maestro Miguel Fajardo. Aprendidos el oficio y la tipografía, se interesó por la restauración de libros viejos. Aunque el lugar huele a goma, a cueros y a cartones, la parte visual y lo olfativo son fundamentales.
La encuadernación como la realizan en el taller tiene varios pasos: la creación de portadas, la separación de hojas en grupos de siete para luego coserlas y formar el libro; unir las hojas con la portada, hacer bolsillos y ultimar detalles.
“Nosotros hacemos libros en blanco para que cada persona escriba algo de su vida desde la primera hoja. Ahí se van dejando pedacitos de sí mismo, desde el poema hasta la agenda diaria. ¿Desaparición del libro y del cuaderno? A mí no me asusta. La gente seguirá con los libros y apuntando. El oficio ya tiene discípulos", dice.
Hoy en día, su trabajo delicado y riguroso está lleno de historia, de sentido. Al hacerlo todo manualmente, le impregna ese valor y ese cariño que muy difícilmente se encuentra en una pantalla de un celular o un computador. Incluso, Ricardo afirma que al tocar sus libros y libretas ya reconoce el gramaje del papel. De esta forma, mantiene su amorosa relación con la caligrafía, con el papiro y la paleografía.
La hermosa casona con el taller es hoy un paso obligado para los amantes, nacionales y extranjeros, de lo impreso, de lo encuadernado.
A mano
Elaboran libros y libretas bajo pedido; sin embargo, los clientes deben llevar las impresiones en caso de tener algún contenido en las páginas. También ofrecen colecciones de libretas y estas se renuevan periódicamente.
Entre las colecciones se encuentran las diseñadas por Ricardo y las que son fruto de colaboraciones entre él y artistas, como Rodez y Juanita Manzana.
En cuanto al proceso de fabricación de los libros y libretas, se puede decir que es artesanal, en el que, si bien se utilizan máquinas, la gran mayoría es a mano.
“También tenemos objetos vintage, esos que tienen algo que contar, que te transportan al pasado. Me gusta coleccionarlos para hacer memoria y para que los jóvenes sepan que existieron y fueron muy útiles. Pienso que nos reconocen también porque siempre estamos experimentando con materiales no convencionales, en formatos con papeles que no son tradicionales para encuadernación; hacemos el proceso de resignificar materiales, diseñamos libretas con materiales que son para tapicería, para confección, pero que nos han ido quedando muy bien por la experiencia y el amor que le ponemos al taller. Cada vez que hacemos un encuadernado es como si fabricáramos todas las partes del taller”, expresa el bogotano.
Adicionalmente hay allí un museo, en el cual se exhiben objetos antiguos que Ricardo Aguirre ha ido coleccionando con el tiempo. Ese es uno de sus mayores orgullos y a la vez un tesoro cultural.
Del mismo modo, ha impartido charlas para que los bogotanos puedan descubrir los secretos y la magia que envuelve el arte de la encuadernación clásica a mano, así como la conservación del libro y el uso de materiales no convencionales.