"¡Campeones del mundo!" Francia se transformó este domingo en una fiesta tras la victoria de los Bleus en la final de la Copa del Mundo, sobre todo en París, donde cientos de miles de seguidores sobrexcitados invadieron los Campos Elíseos.
De la "fan zone" de la Torre Eiffel hasta los centros de las ciudades de Lille, Lyon, Estrasburgo o Marsella pasando por el estadio de Burdeos y las plazas de los pueblos, millones de aficionados saltaron de alegría al oír el pitido del final que les daba la victoria contra Croacia (4-2).
"¡Ganamos, ganamos!", gritaba la multitud en la "fan zone" parisina. "Es maravilloso, maravillo", se emocionaba Martine, de 58 años, que acudió con su hija a este espacio donde 90.000 personas vieron la retransmisión del partido en un ambiente de euforia.
Pasados unos minutos, los Campos Elíseos estaban abarrotados de gente que festejará toda la noche la segunda estrella de los Bleus. En 1998 hubo más de un millón de personas para celebrar el triunfo de la banda de Zidane en la "avenida más bella del mundo".
Más de 4.000 policías y gendarmes estaban movilizados este domingo en la capital de Francia, un país bajo amenaza terrorista.
Después de años de dificultades y de angustia, con atentados que se han saldado con 246 muertos desde 2015 y una recurrente crisis de identidad, Francia vivió esta Copa del Mundo como un paréntesis.
En el Carillon, uno de los bares que fueron blanco de los atentados yihadistas de noviembre de 2015, las cervezas volaban por los aires y los clientes saltaban de alegría.
"Ser campeones del mundo aquí, es simbólico", explicó Benoît Bardet, un joven consultor en informática "no especialmente fan de fútbol". "Venir aquí con mis amigos, era una forma de recordarlo y de demostrar que París nunca muere".
Bardet tenía la intención de encaminarse a los Campos Elíseos. En 1998, "mis padres me acostaron a las 23H00 para ir a beber a los Campos Elíseos. ¡Esta vez me toca a mí!"
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"Una locura"
Como él, muchos jóvenes quieren vivir la locura de 1998. "¡Es el verano más bello de mi vida!", exclamaba Myriam, de 17 años, llorando al pie de la Torre Eiffel.
En Bondy, en las afueras de París, el cuarto gol, marcado por Kylian Mbappé, originario de la ciudad, se festejó con especial entusiasmo. "¡Kylian, lanzó, Kylian, marcó, Kylian, balón de oro, Bondy campeona, la Copa del Mundo es para Francia!", gritaban los jóvenes, mientras cantaban "I will survive", el tema que se convirtió en el himno de la victoria de los franceses en 1998.
En términos de popularidad, para el equipo de Francia es una especie de renacimiento después de múltiples escándalos y del fiasco de la Copa del Mundo de Sudáfrica en 2010, donde los jugadores hicieron huelga y acabaron eliminados.
Esta vez el fervor fue en aumento a medida que avanzaba el Mundial. Primero reinó el escepticismo pero la temperatura subió progresivamente hasta convertirse en fiebre tras la victoria contra Bélgica el martes en las semifinales.
"Sois el orgullo de vuestro país, bravo", reaccionó el domingo el primer ministro Edouard Philippe. "GRACIAS", tuiteó el presidente Emmanuel Macron dirigiéndose a los Bleus.
Desde Rusia los jugadores siguieron el alborozo que se apoderó del país y enarbolaron la bandera nacional con orgullo.
Veinte años después del "black-blanc-beur" (negro-blanco-árabe) de 1998, un mito hoy en día trillado, los 23 Bleus presentes en Rusia, de los cuales 14 tienen orígenes en el continente africano, reivindicaron con ahínco su identidad francesa.
"Ver a todo el mundo reunido en la calle de esta manera, es una locura. Ya no hay problemas, ni racismo, todos se juntan. Esto sólo lo vives con el fútbol", estimaba Ludovic Guaignant, técnico en electrónica.
Thomas Bazzi, de 31 años, festejó la victoria en un bar del centro de París, "con confianza renovada". "Estamos en un país bajo demasiada presión, económica, social. Necesitábamos esta ventana de esperanza", dice Bazzi, quien se atreve a predecir un "baby boom".