Por Alejandro Munévar
Enviado Especial EL NUEVO SIGLO
PARÍS. Las cosas llegan cuando tienen que llegar ‒así de sencillo‒. Nadie creía que después de un fin de semana trágico para el deporte colombiano que vio como Ingrit Valencia, Yenni Arias se despedían del deporte y como Mariana Pajón decía adiós a los Olímpicos sin siquiera estar en la final, iba a llegar la medalla del deporte menos pensado.
Cuando apareció Ángel Barajas en los Juegos Olímpicos clasificándose a la final de la barra fija, pensamos que era una gran sorpresa, es un niño de 17 años enfrentándose a los mejores del mundo. Hoy las proyecciones de todos se cayeron, porque nadie lo tenía como candidato a medalla. Nadie excepto su entrenador Jairo Ruiz.
Este relato empezará con Jairo Ruiz, con sus manos cubre su rostro lleno de lágrimas, Barajas acaba de terminar una rutina que lleva entrenando 6 meses, su entrenador no puede contener las lágrimas porque sabe en su mente y su corazón que con lo que acaba de hacer su pupilo, el más avanzado de sus estudiantes tiene asegurado el podio olímpico.
Ángel se baja de la barra fija y abraza a su entrenador, el mismo con el que ha recorrido el mundo una y cien veces, el mismo con el que seguramente discute de vez en cuando, celebran a rabiar, quieren gritar, pero no quieren adelantarse a los hechos, no quieren que algo dañe lo que va a suceder.
Hay una celebración, medida, justa, tal cual son Ángel y su entrenador, pero hay emoción en el fondo de sus corazones, Ángel se siente ganador, no sabe aún que tiene su nombre escrito en una medalla, él es ganador porque logró superar el reto que le había puesto su entrenador, ejecutar la rutina de manera correcta.
Ruiz, sigue sollozando los cálculos que ha hecho los últimos días han salido como los esperaba, a nadie le había dicho abiertamente, pero él sabía que la medalla, la tan anhelada presea podía llegar para Colombia de la mano de Barajas.
Mientras Ruiz se seca los ojos y Barajas se sienta a esperar los resultados los rivales de Ángel uno por uno se fueron cayendo del aparato, a la hora de aterrizar no podían, les salía mal y entonces se dio el momento, último participante, no logra el puntaje suficiente como para superar al cucuteño.
Ruiz y su entrenador se funden en un abrazo y en un grito que se siente en toda la tribuna ‒o al menos nosotros la sentimos‒ mientras veíamos al niño cucuteño de 17 años darle al país la primera medalla a Colombia en estos juegos, la primera medalla olímpica de la gimnasia colombiana y la medalla más esperada, la que nos hizo “bajar bandera” y poder por fin en París celebrar.
La competencia
Con una calificación de 14.533, producto de una dificultad de 6.600 y una ejecución de 7.933, Barajas culminó en el segundo lugar en la final de la barra fija y consiguió la primera medalla para Colombia en París 2024 y la primera en la historia de la gimnasia artística de nuestro país.
El colombiano fue el segundo atleta en presentarse en la final; su rutina contó con muy buenos movimientos, aunque algunos leves errores, como la flexión de sus brazos, no opacaron todo lo hecho y la gran salida que tuvo.
Luego de la calificación, el cucuteño tuvo un total de 14.533, producto de una dificultad de 6.600 y una ejecución de 7.933. Desde ese momento de la competencia, empataba con el japonés Shinnosuke Oka con la misma puntuación, pero con una menor valoración en ejecución, por lo que el asiático se mantuvo en el primer lugar.
La prueba finalizó con el japonés Shinnosuke como campeón tras obtener 14.533 puntos, seguido por el colombiano Ángel Barajas con la misma calificación, y el tercer lugar fue para el representante de China, Zhang Boheng.
Reflexiones
Luego de hacer historia con la primera medalla olímpica, Ángel Barajas habló de varios momentos que lo marcaron durante este inolvidable lunes 5 de agosto en el Bercy Arena.
Lo primero que comentó el medallista colombiano fue varios aspectos sobre la rutina que presentó en la final de los Juegos Olímpicos en la barra fija: “Primero que todo, agradecerle a Dios por este nuevo triunfo. La verdad, la competencia estuvo un poco sufrida; hubo muchos fallos en las rutinas. En mi caso, hubo uno que otro fallo pequeño, pero aun así se pudo sacar la competencia adelante. Se sentía mucho la presión de querer sobresalir y, bueno, gracias a Dios se logró esa primera medalla para Colombia”.
“Considero que cada sacrificio tiene su recompensa más adelante. Estuve tres meses fuera de casa y la verdad fue muy duro ese esfuerzo que hice, pero al final valió la pena. Uno no trabaja poco tiempo para esto; llevo 13 años trabajando y, en ese tiempo, no puedo decir que no haya días en los que no llore. Hay momentos en los que las cosas no salen muy bien y siempre quiero salir de esa situación. Hay días en los que no se da”, recalcó el atleta colombiano.