El extécnico Francisco Maturana evade las entrevistas en Colombia para desmarcarse, según él, de las malinterpretaciones que la prensa hace de sus análisis tácticos, los mismos que puso en marcha cuando tomó las riendas del Once Caldas de Manizales en 1986. Dicha escuadra estuvo conformada por jugadores como Alexis García, Ricardo ‘Chicho’ Pérez y Luis Alfonso 'el Bendito' Fajardo, que sirvió como base para crear la estructura del Atlético Nacional de Medellín que fue campeón de la Copa Libertadores de 1989 y que el mismo Maturana dirigió.
Esa filosofía de fútbol estratégico rozado por el toque y la movilidad, llevó a que ‘Pacho’, como le dicen sus amigos, manejara a la Selección Colombia que comenzaba las fases clasificatorias para el Mundial de Italia 1990.
Maturana y León Londoño, presidente en ese entonces de la Federación Colombiana de Fútbol, decidieron diseñar un equipo similar al de Holanda, el cual tenía como base a ocho jugadores de un mismo club, el Ajax.
Con el Nacional como columna vertebral y Carlos el ‘Pibe’ Valderrama haciendo las veces de enganche, la Selección alcanzó una corta lista de pequeños triunfos: el empate contra la Alemania campeona del 90 y la goleada (5-0) contra la Argentina subcampeona del mundo (sin Maradona).
Maturana habló con la Agencia Anadolu, entre otros temas, del gran pasado de la Selección Colombia, la importancia de aprender a jugar sin balón y de Confucio.
León Londoño, expresidente de la Federación Colombiana de Fútbol, lo nombró técnico de la Selección de mayores en 1987. ¿Cómo fue ese inicio?
Pues primero fue la incursión en el preolímpico, en el año 86, donde Colombia hizo una muy buena participación y en el que logramos enviar un mensaje de un fútbol diferente al acostumbrado, hubo como fe en el futuro.
Después, cuando aparecen esos resultados, se entiende que era hora de acortar los tiempos y creo que, por iniciativa de muchos medios periodísticos, el hombre (Londoño) me nombró en propiedad como encargado de la Selección de mayores.
A partir de ahí nosotros empezamos a aprovecharnos del trabajo con el Nacional, porque además de tener buenos jugadores, habíamos encontrado cierta identidad de juego. Posteriormente vino la Copa América donde nos aproximamos a un proyecto que parecía el camino.
¿El camino era lo que llaman la 'rosca paisa'?
Eso fue algo mal visto acá, pero comprendido a nivel internacional. De hecho, el maestro Óscar Washington Tabárez decía que Colombia tenía la ventaja de entrenarse todos los días (como el Ajax para Holanda o el Barcelona de Guardiola) porque su base era el Nacional.
No era cuestión de rosca, sino que era un compromiso con el país. Fuimos coherentes, en el sentido de que cuando hacíamos las elecciones de los jugadores, si había dos más o menos iguales, por la viabilidad del proyecto, uno se inclinaba por el del Nacional. Pero si existían otros que eran muy buenos en ciertos equipos también los llamábamos, como el caso del ‘Pibe’ Valderrama o de Arnoldo Iguarán, este último el segundo goleador histórico de Colombia después de Radamel Falcao.
¿Cuáles eran las características de la Colombia que le empató a Alemania en Italia 90?
Nosotros copiamos el modelo holandés. Interpretamos un fútbol preciso, con un arquero líder, no 10 jugadores y un portero, sino 11 que produjeran juego. Cada uno estaba dispuesto en la cancha bajo unos parámetros y unas responsabilidades de respaldo que le dio un tinte característico y una manera de moverse que hizo al equipo reconocido mundialmente.
En ese afán de darle protagonismo y respeto al balón, nos encontramos en un momento jugando contra Alemania, que era la mejor selección de ese año.
El partido lo planeamos con seis volantes, que ahora parece novedad, pero no por una cuestión de miedo, sino con la idea de buscar las armas para que nosotros pudiéramos tener contundencia en el momento oportuno. El gol de Freddy Rincón fue el resultado natural de ese plan del que le hablo.
Para las selecciones del 90 y 94 usted realizó una convocatoria basado en las características antropológicas de cada jugador. ¿Cómo fue eso?
Si lo analizas desde el punto de vista antropológico encontramos que hay cosas importantes. Era una cuestión de cultura. Así como teníamos a los delanteros costeños o a los volantes de ataque vallunos, que eran pura fantasía, también teníamos la seriedad y el trabajo del manizaleño y el paisa en pos del orden, los cuales se ubicaban muy bien en la zona de marcaje.
Entonces, no fue una cuestión del azar cuando escogí a cada jugador para determinado puesto. Nosotros nos apoyamos en la cultura y en la manera de ser de la gente de Colombia para sacar el mejor provecho de los que conformaban a la Selección.
Según eso, ¿funciona mejor una delantera proveniente de la Costa Caribe o Pacífica?
Si usted mira, los goleadores de Colombia casi todos son costeños, porque son pura imaginación, no hay mucha responsabilidad, el costeño tiene un compromiso con el arco y con él mismo, o sea, con el gol. Después de un partido, un samario o un cartagenero te dice: "yo metí mi gol, no sé cuánto quedamos, pero yo metí mi gol". Pero todo eso debe estar patrocinado por un trabajador de sol a sol.
Ahí entra el paisa que está más pendiente de la estructura del equipo, de ver si faltan diez minutos para que acabe el juego, de fijarse de que los marcadores de punta no salgan si es necesario recular.
Además, en la selección del 90 y 94 había un empoderamiento y una mentalidad en la que cada uno sabía qué debía hacer para mejorar al otro, todo por medio del conocimiento y no del entusiasmo. Cada uno, desde René (Higuita) hasta Rincón, tenía un libreto y una serie de movimientos que nos hacían mejores.
Eso es lo que uno llama el fútbol holístico, que no es la sumatoria de personas sino la sumatoria de lo que las personas hacen. Donde empezaba un jugador terminaba otro.
¿Un equipo tiene que ser obediente en la defensa y el medio, pero desobediente al ataque?
Lo que yo creo es que cuando vos tienes el balón debes atacar con desorden, porque de otra manera te vuelves predecible. Entonces había que aprovechar la libertad de jugadores como John Jairo Tréllez o el 'Bendito' Fajardo, que se movían muy bien sin el balón y abrían los espacios para los atacantes.
Usted fue uno de los primeros en Colombia en decir que es importante saber jugar sin balón. ¿Por qué se burlaban de esas afirmaciones?
Yo hablaba de la importancia de aprender a jugar sin el balón, porque en un partido solo hay un esférico. Cuando remarcaba eso algunos periodistas lo ridiculizaron, pero los que quedaban mal eran ellos.
El que se mofaba de eso no entendía que en el fútbol hay principios de ataque que se basan en la movilidad, el desmarque y la profundidad. Todo eso de lo que le hablo ocurre sin el balón y con trabajos de despliegue y de ruptura.
Sinceramente no entiendo cómo algunos ven el fútbol. Es claro que el balón es el eje del juego, pero a veces hay factores tan o más importantes.
¿Por qué levantó una ola de críticas la frase: "perder es ganar un poco"?
Eso no solo lo dije yo solamente, también lo dijo Confucio, lo dijo Simón Bolívar, lo dijo Shakespeare y el último que lo dijo fue Vicente del Bosque, cuando le preguntaron por qué había ganado el Mundial del 2010. Para el técnico español el camino del triunfo partió de la derrota contra Suiza al iniciar el torneo.
Pero eso solo funciona con los inteligentes, porque los 'burros' ante la derrota se suicidan, pero el que aprende de una pérdida recompone el camino.
¿Cómo ve a la Selección de cara al Mundial de Rusia?
Yo no puedo hablar de la Selección por respeto y porque se da para malas interpretaciones.
Víctor Hugo Aristizábal dijo que Colombia, por nómina, está entre las cuatro mejores selecciones del mundo. ¿Cree lo mismo?
Lo escuché y creo que ese fue un análisis hecho con el corazón.
*Periodista de Anadolu