Huérfano de Zinedine Zidane, que se ha ido en plena gloria, el Real Madrid se encuentra en busca de otro entrenador susceptible de aceptar el honor y los riesgos de una silla inflamable en este club planetario siempre bajo tremenda presión.
Y es que el concepto de luna de miel no existe en el Real Madrid. Cuando se tienen 13 títulos de campeón de Europa, los trofeos conquistados se olvidan rápidamente ante los trofeos por ganar. De ahí la tensión permanente que convenció a Zidane de dimitir tras dos años y medio en el puesto, y apenas cinco días después de conquistar la tercera Liga de Campeones consecutiva.
“Es un desgaste natural”, resumió el jueves el técnico francés de 45 años, que tenía contrato hasta el 2020.
De hecho, pese a un año 2017 de ensueño, el entrenador recibió una lluvia de críticas desde enero con la eliminación en Copa del Rey contra el modesto Leganés (1-0, 1-2), su peor recuerdo al mando del equipo blanco.
“Hay momentos duros en la temporada, eso te hace reflexionar”, explicó Zidane.
Entrenamientos, conferencias de prensa antes del juego, partidos, conferencias de prensa posteriores, entrenamientos... en el Real Madrid, el técnico está siempre en la palestra, saltando de una competición a otra, de un viaje al otro.
Viviendo intensamente cada encuentro, Zidane aparecía a menudo ante la prensa con un aire feliz aunque agotado.
“Todo el año así, con tantas competiciones, partidos, desplazamientos, eso desgasta enormemente”, declaró Alfonso Pérez, quien jugó en el Real Madrid (1991-1995) y luego en el FC Barcelona (2000-2002).
“Cuando uno va a un club como ése, sabe a lo que se expone. Enorme presión, el deber de hacerlo bien, es una prueba constante”, recordó el ex atacante internacional español.
En resumen, unas turbulencias difíciles de soportar por mucho tiempo, como ya lo explicaron en su momento Pep Guardiola (2008-2012) o Luis Enrique (2014-2017) en el Barça.
En el Real Madrid o en el Barça, un partido sin victoria es considerado como un tropiezo, dos encuentros consecutivos disparan las dudas y a la tercera estalla la crisis.
El estadio Santiago Bernabéu es uno de los más exigentes del mundo: quiere buen juego, victorias y títulos, y no duda en abuchear a sus propios jugadores.
La prensa mundial escudriña al detalle al segundo club con más ingresos del mundo (674,6 millones de euros en 2016-2017 según el gabinete Deloitte), un monstruo mediático donde la presión es colosal.
Las polémicas se suceden, y resulta extenuante responder diez veces a la misma pregunta sobre el presunto interés del club blanco por el brasileño Neymar...
Se dice que la plantilla madrileña es difícil de manejar, entre egos y enfados, y Zidane debió tratar con miramientos a la estrella Cristiano Ronaldo, restaurar la confianza del despreciado Karim Benzema o animar a algunos jugadores diletantes.
Sin embargo, tras tres Ligas de Campeones en el mismo número de años, el equipo ha envejecido. Hará falta reconstruirlo, pero para ello el Real Madrid tiene a su disposición recursos gracias a la parsimonia de ‘Zizou’ para las transferencias.
¿Quién puede dirigir este equipo de alto riesgo? La prensa española duda entre un entrenador extranjero de renombre (Pochettino, Löw, Klopp) o un joven técnico sin experiencia salido de sus filas (Guti, Raúl).
Si el seleccionador alemán Joachim Löw hizo un desmentido este viernes, Mauricio Pochettino no cerró la puerta: “Que pase lo que tenga que pasar”, dijo, pese a acabar de firmar una nueva prolongación hasta el 2023 con el Tottenham inglés.
“¿Tú pensarás que hay entrenador que considera que es difícil, que hay que ser valiente para agarrar una plantilla así? Yo pensaría todo lo contrario”, dijo el argentino con una sonrisa.