Aterrador derrumbe de Cuba | El Nuevo Siglo
/AFP
Viernes, 4 de Octubre de 2024

La Oficina de Aduanas y protección Fronteriza de Estados Unidos informó en los últimos días que 850.000 migrantes cubanos han llegado a ese país desde octubre de 2021, lo cual equivale a decir que la isla perdió casi 20% de su población en escasos tres años y pasó de tener 11 millones de habitantes a solo 8,62 millones.

El motivo principal es la exasperación por el hambre, la miseria y por los incontables y crueles contratiempos que exige vivir en un país cuya red de servicios de agua y de energía está cerca del colapso y donde hay escasez de comida y medicinas.

Tenebrosa realidad que presagia un aciago final para la revolución liderada por Fidel Castro en la segunda mitad del siglo XX, que en sus años iniciales despertó ilusiones y sueños, optimismo y esperanza, no solo en su pueblo, sino en buena parte del planeta. Que ganó admiración y captó solidaridades de personas y organizaciones incluyendo grandes intelectuales y que quiso ser imitada en varios continentes.

Sin embargo, Cuba enfrenta hoy la peor crisis política, social y económica de su historia, por la razón de siempre: siguen aferrados al modelo de economía de planificación centralizada de Stalin que Castro trasplantó a Venezuela, el mismo que ocasionó el colapso de la Unión Soviética y que llevó atraso, miseria y sufrimiento por décadas a todos los países socialistas, con excepción de China y Vietnam.

Hasta 1990 las autoridades cubanas vivieron de los soviéticos que en 30 años les otorgaron subsidios por 65.000 millones de dólares y otras valiosas ayudas para salud, educación y desarrollo militar. Disuelta la URSS vinieron las hambrunas del “periodo especial” que Castro logró atenuar incentivando turismo y actividad privada y, luego, desde comienzos del siglo XXI, con las onerosas ayudas de Hugo Chávez.

Según la ONU Cuba importa 80% de los alimentos que consume y los distribuye a través de cartillas de racionamiento. Esos víveres cuestan alrededor de 2.000 millones de dólares que el Estado no logra pagar. Hoy la gente se despierta con noticias como que el Gobierno redujo el tamaño del pan que suministra uno al día por persona, de 80 gramos a 60 por la “baja disponibilidad” de harina de trigo. Tampoco hay suministro continuado ni garantizado de arroz, aceite, café o leche ni de pollo, pescado o algún otro tipo de carne.

Viven muy bien como siempre, con lujos y comodidades, los altos burócratas del Partido Comunista y del Gobierno, así como los particulares que dominan el comercio y otras actividades, y algunos delincuentes. En la población subsisten quienes pueden comprar en los mercados privados porque reciben remesas de parientes en el exterior en proporción a la riqueza de los aportes. Los demás son pobres que ganan el salario promedio (15 dólares al mes) y dependen de la cartilla de racionamiento. Especialmente crítica es la situación de los ancianos (25% de la población es mayor de 60 años), siempre al acecho de lo poco que distribuye el Gobierno, que muchos deben compartir con sus hijos y familiares más jóvenes.

La crisis de ahora se debe al deterioro del turismo y a la carestía mundial de alimentos persistente, tanto por los coletazos aún tangibles de la pandemia de covid-19 como por la guerra Rusia-Ucrania. A diferencia de las anteriores debacles, esta vez no hay soluciones ni recursos a la vista, porque Venezuela también quebró.

“La fe de los pueblos no se despierta con promesas, con teorías, ni con retórica: la fe de los pueblos se despierta con hechos, con realidades, con soluciones verdaderas”, dijo Castro en sus primeros días. Hoy el fracaso de la red de empresas estatales socialistas para alimentar y atender otras necesidades de la población es total. Aparte de la falta de comida, electricidad y agua, los cubanos viven el derrumbe de los sistemas de salud y educativo que en otras épocas eran su motivo de orgullo. Y se están quedando sin gente porque se van muchos y de estos la mayoría son jóvenes, indispensables para impulsar el país.

La mala situación desató protestas masivas de la población en 2021 que fueron duramente reprimidas por el régimen. Pero es inocultable que siguen inconformes, extenuados y cada vez más rebeldes contra un Gobierno autoritario incapaz de organizar y reactivar la economía y de aliviar los múltiples y agudos dolores que enfrentan. Sin subestimar el monstruoso sistema de control al que los tienen sometidos, los cubanos pueden estar cerca la insurrección popular. Ya no tienen mucho que perder.