Insólita, inédita, absurda, descarada, vergonzante, irónica, desafiante… Esos y muchos otros calificativos se le pueden atribuir a la controvertida decisión del régimen dictatorial venezolano de pedir a la Interpol que expida una circular roja para capturar en cualquier lugar del planeta al líder opositor −y para varios gobiernos legítimo presidente electo− Edmundo González, ganador de los comicios presidenciales del 28 de julio, desconocidos por la satrapía mediante un fraude electoral tan burdo como evidente.
Esta medida contra González, hoy asilado en España, es un paso más de la estrategia de Nicolás Maduro para perseguir y acallar todas las voces que exigen el respeto al dictamen de las urnas y el regreso de la democracia. Estrategia que comprende asesinatos, captura arbitraria de más de dos mil personas (incluyendo menores de edad), desapariciones forzadas, montajes judiciales contra líderes de la oposición y la siembra del terror en muchas ciudades y municipios por parte de los cruentos ‘comanditos revolucionarios’. Es tal la gravedad de esta escalada criminal que hace tres semanas una misión independiente de la ONU alertó que la cúpula chavista estaba incurriendo hasta en delitos de lesa humanidad.
Los cargos contra González no son nuevos. En realidad, son los que la había formulado la cooptada Fiscalía venezolana semanas después de las elecciones tanto al señalado presidente electo como a la principal líder opositora, María Corina Machado, quien permanece en el país, pero en la clandestinidad por temor a ser capturada o incluso asesinada por el régimen, el mismo que la amenaza a diario mientras ella gana premios y homenajes a nivel global por su valiente lucha.
Los cargos imputados a González y Machado no son más que una tramoya montada por un aparato judicial al servicio de la tiranía. Van desde usurpación de funciones, falsedad de documento público e instigación a la desobediencia de leyes hasta conspiración, sabotaje a sistemas informáticos, asociación para delinquir y financiamiento al terrorismo, entre otros. Ninguno tiene la menor veracidad.
De entrada, es claro que la Interpol no le hará caso a la solicitud de la Fiscalía de la dictadura madurista. Esa institución policial trasnacional sabe distinguir entre un delincuente y un perseguido político, más aún si se trata de un dirigente que, está más que comprobado, ganó las elecciones, mas, el gobierno autoritario quiere burlar la voluntad mayoritaria de las urnas.
Sin embargo, el solo hecho de que el régimen se hubiera atrevido a pedirle a la Interpol la ubicación y detención de González (a sabiendas que la respuesta será negativa), no solo evidencia que cada día se aferra más al poder y no teme desafiar a la comunidad internacional que le exige reconocer el triunfo de la oposición, sino que ya tiene decidido que, contra viento y marea, Maduro se posesionará el 10 de enero para un nuevo mandato, por más espurio, ilegal y antidemocrático que sea. Incluso es un desafío a la Corte Penal Internacional que investiga a Maduro por crímenes de lesa humanidad.
Habíamos advertido que lo más riesgoso era dejar pasar las semanas sin que el régimen sintiera la presión de sanciones más duras y efectivas por parte de la comunidad internacional. Era obvio que su intención era ganar tiempo, desgastar a la oposición, reprimir violentamente los focos de protesta y buscar algunas ventanas externas para empezar a saltarse el cerco diplomático. Y parece que lo está consiguiendo, como lo prueba la asistencia de Maduro a la cumbre de los Brics en Rusia, la errática invitación de su canciller a la COP16 en Cali o la firma ayer de una alianza militar y de inteligencia con un ministro del Kremlin en Caracas, entre otras.
Es claro que el polémico intento de mediación de los gobiernos de Brasil, Colombia y México fracasó, al punto que el Palacio de Miraflores ya tiene roces con estos tres países que, ante la amplia evidencia del fraude, terminaron −tardíamente eso sí− por advertir que no reconocerán ningún resultado hasta que Caracas publique las actas de las elecciones del 28 de julio.
Sí, hay muchas expectativas e interrogantes en torno a qué pasará ahora que Donald Trump fue reelegido en Estados Unidos. No obstante, el relevo en la Casa Blanca es el 20 de enero y la posesión presidencial en Venezuela diez días antes.
Visto lo anterior, hasta el momento la dictadura, lamentablemente, va ganando la partida, y la democracia y las mayorías venezolanas la están perdiendo. Todo ello ante la desesperante pasividad de la comunidad internacional.