Vale reiterarlo | El Nuevo Siglo
Miércoles, 2 de Noviembre de 2011

* La catástrofe conservadora

* Debería comenzarse por reconocer la crisis

 

No  se entiende por qué ciertos directivos del Partido Conservador se empeñan en no reconocer la debacle de las últimas elecciones. Finalmente, luego de movilizar las ideas y generar la acción proselitista, la política tiene un contenido matemático imposible de soslayar. Por eso, con las cifras en la mano, es menester que el Directorio Nacional Conservador convoque de inmediato una junta extraordinaria para analizar lo que ha sido una de las peores derrotas de la historia del Partido y delinear, si tiene la capacidad para asimilar semejante golpe, los procedimientos que saquen a la colectividad azul del naufragio y la tendencia a la extinción. Eso no solamente es lo digno, sino lo necesario. El resto es tratar de pasar de agache luego del estruendoso fracaso, porque para salir de las crisis primero es indispensable aceptarlas y reflexionar. Lo contrario sería un mensaje a todos los conservadores, muchos de ellos totalmente descontentos con los resultados, de que es un requerimiento buscar mecanismos de acción y representación política diferentes, porque la bandera conservadora, ella sola, siempre será superior a quienes la han reducido a un portaestandarte que ha dejado de flamear. Eso conduele y es negativo para un país que requiere de las ideas conservadoras manejadas con tino, carácter, modernamente y con acierto, lejos de las coyundas, las corruptelas y las presentaciones meramente tácticas.
Se reitera, claramente, que los rubros alcanzados en las representaciones regionales y locales hablan por sí solos. La personería jurídica del Conservatismo pasó de 5 a una Gobernación, incluso periférica, o sea sólo 3 por ciento de representatividad nacional entre los 32 Departamentos. En ese aspecto, disminuyó también su votación en 300.000 votos. Y de acuerdo con las cifras de la Registraduría, no es dable en absoluto presentar eso como un triunfo, cuando es una catástrofe. En todos aquellos sitios donde el Conservatismo se presentó con candidato propio, perdió. Y allí donde quiso camuflarse en las coaliciones, es tal el tumulto que lo único que ha hecho es desdibujar la bandera azul, sin ninguna identidad propia. Lo mismo pasó con las Alcaldías, donde redujo su representación de 242 a 193, en concordancia con las cifras oficiales y no con las que se puedan inventar en un comunicado. En cuanto a las Asambleas, igualmente pasó de 74 a 54 diputados, una cifra exigua entre los más de 400 que hay en el país. Y en los Concejos municipales la representación pasó de 2.129 que obtuvo en 2007 a 1.267 en 2011, perdiendo casi mil concejales de un solo envión, es decir, que sólo conserva 10 por ciento de representatividad local. Obviamente la votación general para todos los cargos y corporaciones subió en términos de aumento poblacional en 20 por ciento y es un truco, por tanto, presentar el ascenso inercial como una victoria cuando evidentemente ni siquiera se logran los guarismos en términos constantes. Es decir, que en todos los aspectos se muestra un retroceso y particularmente un desastre en cuanto a las representaciones, donde el Conservatismo pierde cada vez más espacio.
Un partido político serio tiene que reconocer sus derrotas para poder después proclamar sus victorias. Cuando no se es ni chicha ni limonada y simplemente se mantiene una vigencia no ideológica, sino burocrática, además sin sustento efectivo en la democracia regional y local, está llamado a desaparecer. Esa será, triste y dolorosamente, la suerte del Partido Conservador si no se cambia inmediatamente y fenece en las arenas movedizas de quienes quieren mantener las preeminencias en medio de la catástrofe. Así lo volvemos a reiterar, y lo haremos cuantas veces sea necesario hasta que quede perfectamente entendido.