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El color rojo atrae naturalmente la atención y son muchas las connotaciones a las cuales se encuentra asociado socialmente. En los semáforos, por ejemplo, es señal para detenerse y en algunos electrodomésticos indica calor, mecanismo que nos permite estar alerta para evitar quemaduras. El rojo intenso de la luz de las ambulancias repica para despejar el camino y en general, éste es un color que avisa que hay peligro.
Igualmente, el color rojo es utilizado para llamar la atención sobre las especies de la biodiversidad que están más amenazadas. Es así como la denominada lista roja incluye aquellas especies que tienen algún riesgo de extinción y para las cuales se encaminan acciones para su conservación.
Según el reporte de estado y tendencias de la biodiversidad de 2015, el 28% de las especies de anfibios esta categorizado bajo algún criterio de amenaza.
Esta lista constituye el inventario del estado de conservación de las especies de plantas y animales a nivel mundial más exhaustivo.
Sin embargo, más que un listado, es una herramienta que mide las distintas presiones que recaen sobre las especies e incluye información sobre la distribución, amenazas, hábitat y acciones de conservación necesarias.
La lista roja es una iniciativa liderada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza -UICN, una red creada en 1948 donde converge el conocimiento de entidades gubernamentales y de la sociedad civil, para determinar el estado de la naturaleza y las medidas de conservación asociadas.
De acuerdo con la información disponible y el juicio de expertos en cada uno de los grupos taxonómicos, las especies pueden ubicarse en distintas categorías.
La ballena jorobada está catalogada en la categoría de “preocupación menor (LC)”, el cóndor como “casi amenazada (NT)”, la palma de cera como “vulnerable (VU)”, la rana dorada se considera “en peligro (EN)” y varias especies de frailejones en “peligro crítico (CR)”.
Según la UICN, actualmente hay cerca de 80 mil especies en la lista, de las cuales 23 mil están amenazadas de extinción, siendo 41% anfibios, 34% coníferas, 33% corales, 25% mamíferos y 13% aves, ¿impresionante verdad? La meta es que para el 2020, 160 mil especies hayan sido evaluadas.
El bagre rayado del Magdalena o pintadillo (Pseudoplatystoma magdaleniatum) es una especie de peces de la familia Pimelodidae en el orden de los Siluriformes y se encuentra en peligro crítico.
Los machos pueden llegar alcanzar los 100 cm de longitud total, pero la longitud promedio es de 75,3 cm y el peso promedio de 5 kg. Las hembras se caracterizan por poseer mayor tamaño que los machos.
Se distingue de sus congéneres por su proceso occipital largo, que alcanza a unirse con las placas predorsales y por la presencia de una fontanela larga en la región media del cráneo. Su cuerpo es alargado con la cabeza grande y deprimida, con ojos pequeños en posición dorsal.
Es un pez de agua dulce y de clima tropical. Habita en el lecho de los ríos y lagunas de inundación, entre los 5 y 200 m de altitud.
Se encuentran en la cuenca del río Magdalena, incluyendo el río Cauca en Colombia.
No menos de 25 mil millones de pesos anuales aporta el bagre rayado a la economía de la cuenca del río Magdalena, mientras que 800 familias de pescadores se benefician con este recurso.
La especie se ha catalogado como única en el país, por sus características particulares que la diferencia de las demás; tanto, que la comunidad científica, quiso llevarla a la categoría de símbolo nacional, como lo son la palma de cera del Quindío, el café o las esmeraldas.
Entre los resultados del estudio, se concluyó que el bagre rayado podía ser considerado como una especie ‘sombrilla’, es decir, capaz de proteger a las demás.
“Por ejemplo si se reglamenta que la talla mínima de un metro para su captura, quiere decir que las artes de pesca deberían rediseñarse para esa longitud; así, las especies que tengan menos de esa medida se van a ver favorecidas. Adicionalmente, el bagre rayado es predador y, por ende, regula la actividad de las demás especies del río”, indicó Barreto.
En la actualidad el bagre rayado está expuesto a una alta presión de pesca por la gran demanda comercial que tiene, a pesar de las medidas de ordenación y control como la veda y la talla mínima de captura, que no son respetadas en muchas áreas. En promedio, se estima que se capturan unas 800 toneladas de bagre rayado al año en el país.