No pocos lo daban por terminado, pero el hombre que hace una década costó 80 millones de euros, todavía vale parte de su peso en oro. Al menos el de su zurda, que tiene a Colombia soñando con su segundo título de Copa América.
Se llama James Rodríguez, tiene 32 años, la cinta de capitán en el brazo izquierdo, cinco asistencias, un gol y pisa fuerte para consagrarse como mejor jugador de la actual edición del torneo de selecciones más antiguo del mundo.
Su próximo reto: eliminar el miércoles en Charlotte, Carolina del Norte, al Uruguay de Marcelo Bielsa en semifinales.
"Estoy pasando por un buen momento. Los muchachos también están haciendo una muy buena Copa. Como dije ahora, sin ayuda de ellos no podría jugar bien. Se está dando todo", dijo el sábado tras brindar dos pases gol y anotar un tanto de penal en la paliza 5-0 contra Panamá en cuartos de final.
El '10' vive un segundo aire en Estados Unidos tras varios años por fuera de la élite del fútbol. Molestias físicas recurrentes, de las que no ahonda, convirtieron en actor secundario a un tipo de zurda y visión privilegiadas.
Thiago Carpini, su extécnico en el Sao Paulo, afirmó en febrero que el mediocampista sufría una lesión "crónica", aunque luego se desdijo. La aclaración, sin embargo, no ayudó para enderezar el camino de James en el tricolor paulista, que antes del arranque del certamen americano daba por segura su salida.
"Todavía es jugador del Sao Paulo y vamos a esperar a que termine la Copa América", dijo el presidente saopaulino, Julio Casares, luego del empate 1-1 entre Colombia y Brasil que garantizó a los cafeteros la punta del Grupo D.
La "clave" de Colombia
Pero ahora su nombre empieza a barajarse de nuevo en clubes del 'Viejo Continente', donde tuvo pasos relevantes por el Porto, Real Madrid, Bayern Múnich y Everton. Los blancos pagaron 80 millones de euros por él hace diez años.
Sus aventuras por los grandes de Europa comenzaron cuando presentó su zurda al mundo al graduarse de goleador del Mundial de Brasil 2014, con seis tantos, al mando de unos cafeteros que llegaron por primera vez a cuartos de final, donde cayeron con los anfitriones.
"Quiero jugar bien. Cuando juego con la selección de Colombia intento ayudar a mis compañeros. Todo el mundo sabe que por esta camiseta doy todo", afirmó al ser consultado por las diferencias del James del pasado y el del presente.
Ganador de tres de los cuatro MVP que ha recibido en la Copa América el equipo de Néstor Lorenzo, imbatible hace 27 partidos, Rodríguez además es el máximo asistidor del certamen (5) y se aisló como segundo artillero histórico de Colombia, con 28 dianas, por detrás de Falcao García (36).
"Es la clave y aporta mucho a la selección. Es un jugador top", dijo el defensa panameño José Ángel Córdoba, quien lo sufrió en carne propia en Glendale, Arizona.
Genio de la lámpara
Jugando con una intensidad inusitada y adentrándose en el rol de capitán -cedió el cobro de un penal a Luis Díaz, intentó levantar el ánimo del cuestionado Rafael Borré-, James ha exhibido un rostro hasta ahora desconocido y reclamado por muchos: el del líder que sabe sacrificarse.
Para Lorenzo ahora "corre menos y piensa más". Pero en la tierra de García Márquez se considera que la clave verdadera es haber arropado a un crack que en otras partes no recibió los mimos que necesitaba.
"Está rodeado de la gente que lo quiere y recibe mucho cariño", dijo al diario AS el técnico Julio César Falcioni, con quien ganó la única liga argentina del modesto Banfield en 2009. "Es el eje del equipo, está rodeado de mucha gente joven, de jugadores muy buenos (...) y eso lo hace sentir importante y puro".
Sus compañeros alaban "el pie que tiene", lo "bonito" que es jugar con él y su actuación "espectacular" contra los panameños. Lorenzo lo define como "un jugador que está feliz dentro del campo".
Y por sus declaraciones, el '10' también está dichoso fuera del rectángulo. Su gran objetivo es conquistar la segunda estrella americana, tras la alzada en casa en 2001.
"¿Usted es un extraterreste?", le pregunta algún periodista. "Yo creo que no", responde. "¿Es el genio que frota la lámpara?", le insisten. Y él, sonriente, pero certero, contraataca: "Cuando se puede".