Contaminación asfixia al lago más grande de A. Latina | El Nuevo Siglo
MANCHAS de petróleo que se derrama por las viejas tuberías en el lago frente a la ciudad de Maracaibo, en el noroeste de Venezuela. /Foto IPS - Azul Ambientalista
Miércoles, 13 de Diciembre de 2023
Agencia IPS

UN coctel diario de cientos de barriles de petróleo derramado, aguas residuales de ciudades ribereñas, salinidad desde el vecino Caribe, así como floraciones de algas y bacterias, empujan hacia el colapso como fuente de vida al mayor lago de América Latina: el venezolano Maracaibo.

Hará unos 30 o más años “un bote traía fácil unos 100 kilos de pescado, o podía capturar hasta 200 curvinas de cuatro a cinco kilos”, recordó el veterano pescador Winton Medina. “Ahora, con dos faenas diarias, y mucha suerte, podrá conseguir unas 40, de menos de tres kilos”, lamentó.

El gran lago del noroccidente venezolano, número 19 en el mundo (una superficie de 12 800 kilómetros cuadrados y un volumen de 280 000 millones de metros cúbicos) tuvo la suerte o la desdicha de albergar, en sus orillas y bajo sus aguas, la mayor riqueza petrolera que América del Sur conoció y explotó en el siglo XX.

“Actualmente tenemos un lago altamente contaminado, como consecuencia de un proceso de eutrofización, que en otros lagos implica un envejecimiento que demora miles de años y en el de Maracaibo se aceleró de manera vertiginosa en un siglo”, dijo el experto en estudios ambientales Ausberto Quero en Maracaibo, también el nombre de la capital del estado de Zulia.

La eutrofización es un proceso que degrada los cuerpos de agua al recibir un aporte muy elevado de nutrientes inorgánicos, como nitrógeno y fósforo, lo que produce una proliferación descontrolada de afloramientos como las algas fitoplanctónicas.

Ya en 2004 “el lago advirtió de esta degradación con el crecimiento de la lemna oscura (de la familia Araceae) en su superficie, y en 2023 hay un afloramiento algal que reduce la penetración de la luz y puede provocar mortalidad en los peces”, indicó Quero, también director del Centro de Ingenieros del estado de Zulia, cuyo territorio rodea la mayor parte del lago.

ENs

Imágenes divulgadas por la estadounidense Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (Nasa) muestran la forma de botella del lago como una mancha verde, producto de la cianobacteria verdín (Microcystis), maloliente y liberadora de toxinas perjudiciales para la salud de humanos y animales.

“La anoxia (falta de oxígeno) que genera el verdín causa mortalidad en los peces, daña la viabilidad y fecundidad de las especies comerciales, y los malos olores afectan el turismo y la recreación”, destacó el microbiólogo y profesor de la Universidad de Zulia, Beltrán Briceño.

Espagueti petrolero

Desde 1914, las costas y el subsuelo del lago fueron un emporio petrolero -unos 14 000 pozos produjeron durante décadas más de dos millones de barriles (de 159 litros) diarios- y dieron base al crecimiento económico experimentado, entre las décadas de 1930 y 1990, en este país que cuenta actualmente unos 29 millones de habitantes.

Mientras la superficie del lago se llenaba de torres de perforación, bajo sus aguas creció un “espagueti” de tuberías para trasvasar y transportar ese crudo.

Son unos 20 000 kilómetros de tuberías, viejas o en desuso, corroídas, oxidadas, y por cuyas roturas se escapa el crudo, a veces con grandes manchas, que daña las aguas, la flora y fauna, las poblaciones costaneras, los botes y las artes de pesca.

 “La costa oriental del lago (el área más rica en crudo) ha sido muy golpeada por los derrames petroleros, desde hace muchos años ha afectado nuestro sector”, expuso Medina. “No solamente el pescado desaparece, sino que las cuerdas, redes, entallado, y a veces hasta motores, se pierden al tropezar una mancha viajera”, añadió.

La industria petrolera -en manos de trasnacionales hasta 1976, nacionalizada desde entonces- “actualmente no ha podido manejar eficientemente los flujos de crudo, el aumento y la frecuencia de los derrames, y debe mejorar los planes de contención y la rapidez de la respuesta” a esos incidentes, apuntó Briceño.

Petróleos de Venezuela (Pdvsa) dio cuenta este año del reemplazo de 220 kilómetros de tuberías en el lago, dentro de un plan para sustituir al menos 700, y hay iniciativas ciudadanas modestas, como un plan para recoger, con cabello humano donado, el crudo que ha manchado cientos de metros de riberas urbanas.

La actividad petrolera además ha salinizado parte del lago, con aguas que pasan del caribeño golfo de Venezuela a través de una garganta de agua, originalmente poco profunda pero que ha sido dragada durante años para posibilitar el paso de buques que cargan el crudo en las terminales lacustres.

Cultivos y ciudades

La salinización “se entremezcla con la contaminación derivada del uso de agroquímicos en las cuencas que escurren hacia el lago, por la agricultura en las montañas andinas (este de la cuenca) y en las planicies con actividad ganadera en su occidente”, recordó Briceño.

Pero después del petróleo, la segunda gran causa de contaminación lacustre son las aguas servidas y desechos urbanos de las ciudades costaneras, donde viven cinco millones de personas, de las cuales unos 2,5 millones en la capital regional y ciudad que da su nombre al lago, Maracaibo.

Muchos pescadores participan en campañas impulsadas por el gobierno central y los municipios, como “Pesca tu plástico”, para favorecer la recolección de desechos sólidos que, con las aguas servidas, han llegado a las aguas del lago durante años con cifras difíciles de calcular, pero asociadas a una indolencia urbana generalizada.

No solo de las orillas venezolanas llegan descargas de aguas domésticas e industriales con desechos y residuos orgánicos y químicos provenientes de ciudades y áreas rurales, sino también desde el noreste de Colombia, a través de los ríos afluentes Catatumbo y Zulia, que nacen en el vecino país.

Durante años la guerrilla del Eln dinamitó oleoductos cuyos derrames fluían a los ríos tributarios del lago.

Luego “la actividad carbonífera y urbana de ciudades como Cúcuta (en el fronterizo noreste de Colombia y con un millón de habitantes) producen desechos y residuos que abonan el riesgo de colapso ecosistémico del lago”, dijo Douglas Rodríguez-Olarte, investigador del no gubernamental Observatorio de Ecología Política de Venezuela.

Hola camarones

La riqueza ictícola del lago mostró en el pasado 145 especies descritas de peces, al menos un tercio endémicas, y abundantes crustáceos, en particular el cangrejo azul y el camarón blanco.

Medina señala entre las especies más buscadas y capturadas a la curvina, lisa, carpeta, bagre, róbalo, palometa, bocachico y manamana.

Hijo, nieto y bisnieto de pescadores, Medina deplora que “el cangrejo azul está desapareciendo” y que el camarón, “de pronto se consigue un banco o enjambre durante dos o tres días, y luego se desaparece durante meses”.

Persiguiendo peces y camarones “no se consiguen ingresos muchas veces ni para cubrir los gastos operativos, en gasolina, aceite y las horas de faena”, dijo.

Por contraste, la acuicultura del camarón ha emergido en los últimos cinco años como nueva fuente de riqueza desde el lago, con base en 56 fincas camaroneras orientadas a la exportación del producto a mercados de Europa y Asia.

La producción llegó el año pasado a 30 000 toneladas, principalmente de la especie patiblanco, originaria del Pacífico oriental, espera cerrar 2023 con más de 50 000 TM -más de 200 millones de dólares en ingresos-, pasar a 100 000 toneladas métricas en 2024, y hasta 600 000 al final de la década.

Fernando Villamizar, presidente de la Asociación de Productores de Camarón, sostiene que la actividad no contamina el lago “por los sistemas de filtros y la recirculación de las aguas que empleamos, que no están en contacto con las del lago, y no nos afectan fenómenos como el verdín”.

En cambio, ambientalistas como Lusbi Portillo, de la Sociedad Homo et Natura, reprochan que la instalación de las granjas “removió tierras con maquinaria pesada, afectó humedales, bosques de mangle y áreas costeras”.

Henchidos de regionalismo, los habitantes del Zulia exhiben con orgullo el majestuoso puente de casi nueve kilómetros que enlaza la garganta del lago, y haber dado el nombre al país: Venezuela o pequeña Venecia, por los palafitos que, a la llegada de los españoles, habitaban los indígenas sobre esas aguas.

Quizá en el futuro asombren a sus compatriotas y al mundo con la recuperación de su portentoso lago.