El “crimen reorganizado” a partir del oro, los migrantes y la coca en América Latina | El Nuevo Siglo
EN LA ÚLTIMA década, las estructuras criminales en América Latina no sólo se han multiplicado sino que han diversificado sus actividades ilegales, inclusive más allá de sus tradicionales fronteras./Archivo AFP
Martes, 22 de Octubre de 2024
Pablo Uribe Ruan*

Análisis El Nuevo Siglo

Este martes, en un artículo publicado en The Financial Times, Will Freeman presentó una sucinta y cruda realidad sobre el crimen organizado y la violencia en América Latina. “El crimen organizado en la región ha sido malo desde los años 80, pero el “crimen reorganizado” está resultando mucho peor” escribió, poniendo sobre la mesa las nuevas formas criminales que tienen a la región azotada por estructuras criminales que van desde el extremo norte de México hasta Tierra del Fuego en Argentina.

El crimen organizado por mucho tiempo ha sido asociado a la parte norte de Latinoamérica. Colombia, México y Centroamérica han concentrado la mayoría de grupos dedicados a las economías ilegales. Sin embargo, a partir del año 2000, nuevos actores han emergido en Venezuela, Brasil y Ecuador, multiplicando las prácticas criminales por toda la región.

Crimen, nuevas formas

Lo que antes era un asunto de estructuras criminales que monopolizaban rutas para comerciar cocaína en asociación con grupos guerrilleros y paramilitares, y que fueron conocidos como carteles, hoy Freeman lo llama “crimen reorganizado”, en “Organised crime has taken on a different shape in Latin America”.

El término, propuesto por este analista que hace parte del “Council of Foreign Relations”, una organización con sede en Washington, genera debates a nivel académico y en las agencias de seguridad de los países de la región. En la última década, un grupo de investigadores liderados por Peter Reuter ha hecho énfasis en lo contrario, en el carácter desorganizado y fragmentado del crimen. Su intención ha sido mostrar que no han existido estructuras criminales capaces de monopolizar una actividad ilícita para ser llamado carteles, ni tampoco hay grupos organizados y jerarquizados que funcionen como una empresa multinacional. Por esta razón, han propuesto el término “crimen desorganizado”.

La mayoría de agencias de seguridad y gobiernos, sin embargo, lo siguen llamando crimen organizado, y es que en los últimos 10 años se han multiplicado las estructuras criminales en toda la región, de manera aparentemente organizada.

Basta ver lo que está pasando en varios países. Ecuador enfrenta la peor crisis de seguridad de las últimas décadas por la guerra entre bandas; los grupos mexicanos, aparte de disputarse la comercialización de estupefacientes y tráfico de personas, ahora pelean por las plantaciones de aguacate (México es el productor del 80% de este producto) y Chile tiene que lidiar con los sicarios que transitan en Santiago o Concepción.

Esta realidad criminal es responsable de que América Latina tenga problemas de productividad, pierda varias oportunidades de negocio y se debilite el Estado de Derecho, con repetitivos casos de corrupción en la justicia, la política y el sector privado.

Según el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Ilan Goldfajn, a América Latina le cuesta el “3,5 por ciento del PIB regional anual”. Esta cifra la dijo en la Cumbre de Seguridad que se inauguró con la participación de 10 países latinoamericanos y varias organizaciones internacionales que hicieron presencia en Guayaquil, Ecuador, a finales de agosto de este año. Un análisis hecho por Insight Crime en Guatemala, en 2013, calculó que el crimen organizado le costaba al país 455 dólares por ciudadano.

“Es un obstáculo para el desarrollo y el crecimiento”, agregó Goldfajn, quien señaló que en la actualidad la delincuencia es “más organizada, más sofisticada, más interconectada y no respeta fronteras”.

Reorganizado en tres frentes
Las condiciones descritas por Goldfajn dan cuenta del cambio de patrones del crimen organizado que se ha reorganizado, guiado por tres transformaciones del mercado de las economías ilegales en la región.

Uno de los factores que ha permitido la reorganización del crimen organizado ha sido la subida de los precios del oro. Los grupos criminales se hicieron con el control de las zonas donde operaban los mineros de oro silvestre, equipándoles y gravándoles con impuestos, lo que permitió un auge de la producción.

“En 2022, las minas ilegales de América Latina representaban más del 11% de la producción mundial de oro (frente al 6% de la década anterior), superando a la cocaína en Colombia y Perú”, dice Freeman en su análisis.

Al alza de los precios del oro se le suma otra variable, que es el aumento de la producción de cocaína. Si Colombia logró disminuir las hectáreas de coca a menos de 48,000 en 2012 y 2013, a partir de 2014 la producción nuevamente volvió a crecer no sólo en este país, sino en Perú y Bolivia, incrementando la oferta. Al mismo tiempo, se abrieron otros mercados. La cocaína se ha vuelto más global. La demanda ya no sólo viene de Estados Unidos y algunos países europeos, sino que se ha extendido a África y Asia, expandiendo los mercados.

Con más ingresos por el oro y la cocaína, el crimen “reorganizado” ha sacado provecho de la crisis humanitaria de Venezuela. Mucho antes que las organizaciones internacionales crearan políticas e instituciones para atender a la diáspora venezolana, los criminales se organizaron creando una industria basada en la prestación de servicios ilegales para atravesar fronteras, como la de Cúcuta o la del Darién, y traficar con seres humanos. No sólo la diáspora venezolana (más de 7 millones) ha tenido que pasar por las mafias que trafican migrantes. Millones de personas de todo el mundo que buscan llegar a Estados Unidos suelen llegar a los puertos del pacífico colombiano y ecuatoriano, y son obligados a pagar tarifas para cruzar la frontera y abastecerse de alimentos.

La combinación de estos factores demuestra que las estructuras criminales de hoy son diferentes a las conocidas hace 15 años. El crimen “reorganizado” ha ampliado el número de economías ilegales, es más globalizado, transnacional y conoce mucho mejor las debilidades de los estados que integran la región, por su presencia en casi todos los países de América Latina.

Ha sabido cómo reorganizarse, mientras los estados siguen actuando solos, sin visión regional, y centrados en la cocaína y otros estupefacientes cuando el ingreso de las estructuras criminales viene de éstas y muchas otras fuentes más.

Analista y consultor. MPhil en Universidad de Oxford.