“La historia no se repite, pero a menudo rima”. Esta frase, atribuida al escritor norteamericano Mark Twain, recuerda al recién fallecido Henry Kissinger, que solía decir: “lee historia para entender el mundo de hoy”.
Odiado por la mitad del mundo, Kissinger fue para muchos una escuela en diplomacia, política internacional y Realpolitik. No sólo él fue un agudo estudioso del siglo pasado, sino que, con 100 años, aún seguía activo en la política internacional con vitalidad. En este 2023, el exsecretario de Estado había viajado a Pekín para hablar con Xi Jinping, el político más poderoso del mundo, dándole algunas señales a Joe Biden de cómo aproximarse a una distante China.
Una de las últimas advertencias de Kissinger fue que el orden mundial venía en un proceso de rápida transformación. Las condiciones actuales se empiezan a parecer o, tienen cierta analogía, con el mundo anterior a la Primera Guerra Mundial.
Esta lectura coincide con la de algunos historiadores e internacionalistas como Dani Rodrik, el mismo Fergusson o Bersgsten que han dicho que la globalización es un fenómeno cíclico que se “acelera” y “contrae”, como ocurrió en ese periodo de 1890 a 1914.
Paralelismos
Los nacionalismos y las guerras por religión y territorio, así como una oleada migratoria, se repetían de lugar en lugar en 1890, cuando los estados-Nación tomaban fuerza e impulsaban políticas nacionalistas de Italia a Países Bajos; los Balcanes sufrían las guerras religiosas entre Serbia ortodoxa y los católicos o millones de europeos migraban a Canadá, Estados Unidos o Argentina.
El final de siglo XIX y el comienzo del siguiente también vino con el ascenso de Alemania como potencia mundial y el desafío que generó para el orden establecido, que tenía a Gran Bretaña como eje central, según Eric Hobsbawm, en “Historia del Siglo XX”. Este escenario comparativamente se puede parecer al poder que ha ganado China en el orden internacional frente a Estados Unidos, hoy acostumbrado a una bipolaridad o multipolaridad mundial.
Nos encontramos con estos paralelismos que permiten entender las realidades contemporáneas desde la historia. Hoy, China, en constante ascenso desde que entró a la Organización Mundial del Comercio (OMC), en 2003, incluso antes si se tiene en cuenta las reformas pro-capitalismo impulsadas por Deng Xiaoping, de las cuales Kissinger fue autor intelectual, espolea a Estados Unidos con una guerra de tarifas y mensajes cruzados sobre Taiwán, y existen rivales como Rusia que tienen una clara aspiración militarista y territorial, la cual Washington ha sido incapaz de frenar con sanciones y apoyo logístico-militar a sus aliados ucranianos. También aparecen actores como India y los Brics.
Los países en el mundo se están cerrando, aunque no todos. Es cierto que nunca antes los mercados internacionales habían estado tan integrados como ahora, pero al mismo tiempo, como sucedió en 1900, los políticos nacionalistas y la migración han buscado frenar el comercio libre, con discursos a favor del cierre de fronteras, el bloqueo de la llegada masiva de migrantes y la promoción de políticas proteccionistas para impulsar las industrias nacionales en detrimento de las importaciones.
En paralelo, en los años a la Primera Guerra Mundial, y en el caso de Estados Unidos en los años siguientes, los países empezaron a adoptar políticas similares. Luego del auge de la globalización con la creación de importantes redes comerciales entre las colonias, Asia y los europeos, especialmente Países Bajos y Gran Bretaña, muchos países le pusieron restricciones al comercio.
Desde hace un tiempo, y ahora se ha profundizado con la crisis de las cadenas de suministro y las guerras contemporáneas, China, la Unión Europea y Japón, por decir algunos casos, han impuesto tarifas altas a las importaciones con la justificación de proteger su industria nacional o territorial, el mismo argumento que solían decir los alemanes, por ese entonces la mayor potencia industrial europea por encima de Gran Bretaña.
Precisamente, el Kaiser Guillermo fue quien tomó la decisión de proteger la industria alemana bajo la disculpa del nacionalismo prusiano que tenía un fuerte componente militarista. El Kaiser buscaba no sólo cerrar su economía, sino crear una potencia colonial como los ingleses con reivindicaciones territoriales en África y Medio Oriente. Sus aspiraciones expansionistas fueron unas de las razones indirectas para ponerse en su contra en la Primera Guerra Mundial -no fue, por supuesto, la causa principal-.
Mientras que los alemanes se convertían en una amenaza militar e industrial para Europa, los Balcanes eran el punto más crítico del continente. Allí confluían intereses imperiales de potencias como el Imperio Otomano y Austria-Hungría con conflicto religiosos entre la monarquía Habsburgo de origen católico y la Serbia ortodoxa. Los choques entre unos y otros mostraban facetas religiosas, territoriales y políticas, pero tenían un mismo hilo conductor: desestabilizar el continente europeo y poner de uno u otro lado a sus potencias.
Con una nueva guerra en Medio Oriente, que se suma a la de Siria, la disputa entre Israel y Hamás tiene ciertos paralelismos con lo que pasaba en los 1900 en los Balcanes. Hay intereses tanto de Estados Unidos, como de Rusia y China, y al mismo tiempo existen diferencias religiosos y territoriales entre israelíes y palestinos (radicalizados y no radicalizados). Esta combinación de elementos ha llevado a que las potencias tengan que, por lo general, tomar posición frente al conflicto e involucrarse, como es el caso norteamericano.
Y en medio de esto, existen unas redes legales e ilegales que impulsan la migración masiva. Como en 1900, cuando salían decenas de barcos desde Génova o Asturias a Buenos Aires o Montevideo, millones de personas migran principalmente para buscar mejores oportunidades, aunque las guerras y el cambio climático sean unas razones de peso. En respuesta, como Estados Unidos lo hizo en 1921 con la ley 120, varios países del norte cada vez son más reacios a recibir migrantes.
Multipolaridad o nuevo orden mundial, como se quiera llamar, es claro que el mundo viene cambiando. La Historia nos permite ver cuál es la “rima”, como decía Twain, para empezar a entender qué tenemos al frente