Entre el escepticismo del Este y la moderación, Alemania se juega su futuro | El Nuevo Siglo
EL CENTRODERECHISTA Frederich Merz tiene la posibilidad de convertirse en canciller, siempre y cuando reúna los apoyos para alcanzar las mayorías parlamentarias. /Archivo AFP
Viernes, 14 de Febrero de 2025
Pablo Uribe Ruan*

Una pareja vive en el este de Alemania, cerca de Polonia, con lo suficiente. Como el resto de los habitantes de la zona, trabaja en una planta industrial y percibe unos modestos ingresos, por debajo del resto del país. Ambos tienen menos de 50 años y han vivido entre Leipzig y Dresden, ciudades bombardeadas por los aviones ingleses en la Segunda Guerra Mundial.

Durante su vida, entre una y otra ciudad del este, han oído numerosos relatos de las bombas inglesas que cayeron. Adscritos al partido comunista, sus profesores les repetían, como el himno de la República Democrática Alemana que sonaba tres veces por día en las emisoras locales, que los nazis eran los culpables de que las ciudades hubiesen quedado bajo las cenizas.

Esta pareja que es reflejo de la ficción y cuyos nombre, sin embargo, podrían ser Otto y Olga, como los personas de Gunter Grass, va a votar por Alternativa por Alemania (AfD, siglas en alemán), un partido neonazi que hoy alcanza el 21% de intención de voto en las elecciones parlamentarias del próximo domingo 23 de febrero.

Ilegalizado como grupo político por mucho tiempo, el AfD ha sido especialmente popular en el este de Alemania, donde los soviéticos y los estadounidenses, en un día de 1961, decidieron trazar una línea, un muro, que empezó en Berlín, y que territorialmente bordeó los estados del noreste alemán, que quedaron del lado sóviet.

Quizá por eso es que Olga y Otto repugnen más el comunismo que el nazismo. Es un recuerdo más vivo, y no uno bueno. El este de Alemania se estancó durante el comunismo, mientras el oeste se convirtió en la cuna de la industrialización europea, la democracia y el pop alemán de los años 1970.

Esa época se ve lejana, de otro siglo, pero las diferencias económicas y políticas entre el este y el oeste persisten en la Alemania de hoy. Nacida en el este, Ángela Merkel prometió invertir en los estados de esa zona, con ayudas que llegaron, sin que cambiara mucho las diferencias abismales entre el este y el resto del país.

Otto y Olga, entonces, dejaron de creer en las propuestas de los conservadores alemanes. Merkel se fue, y, con enorme escepticismo, vieron la llegada de Olaf Scholz, el canciller más impopular de la historia del país, quien ha sido cesado del cargo por el bundestag luego de que se disolviera la coalición de gobierno de ecologistas y liberales que lo acompañó.

La centroderecha

El viento de cola que acompaña al AfD lo está elevando a un lugar desconocido en la política alemana, pero no ha sido suficiente para convertirlo en la primera fuerza política. Por encima, como ocurre en varios países de Europa, aparecen los conservadores o la centroderecha, representada por su candidato Friedrich Merz, un hombre que aparenta el clásico perfil del estadista alemán al estilo Konrad Adenauer, aquel hombre que, según Henry Kissinger, solía decir que no había que confundir “la energía con la fuerza”.

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Este 23 de febrero los alemanes acuden a las urnas, en las legislativas anticipadas./AFP

Según Infratest-dimap, una de las principales encuestadoras del país, la conservadora Unión Cristianodemócrata (CDU) y su partido hermano de Bavaria (CSU) lograrían un poco más del 33%, lejos de las mayorías para formar gobierno. Como se ha comentado, en segundo lugar aparece el partido ultraderechista AfD, con 21%, y los socialistas de Scholz más abajo, golpeado por la mala gestión del canciller saliente.

Visto positivamente por el 34% de los electores, Merz tiene la posibilidad de convertirse en canciller, siempre y cuando reúna los apoyos necesarios para alcanzar las mayorías parlamentarias. Su decisión de formar gobierno con otras fuerzas pasa por reanudar la coalición que estructuró Merkel entre conservadores y sectores liberales o abrirle la puerta al AfD, que en algunos momentos de su historia ha reivindicado el nazismo. En Europa, le llaman a esto romper “el cordón sanitario”, un término usado por primera vez en Bélgica en los años 1970 para frenar los partidos ultras de ese país.

Merz carga el peso de la historia sobre sus espaldas. Como ningún otro país, Alemania ha diseñado un sistema político basado en coaliciones políticas cuyo propósito ha sido el equilibrio para evitar el auge de los extremos. Unido a esto también se ha creado un modelo “de expiación colectiva”, como la llama The Guardian, que se ha mostrado durante décadas la historia del nazismo y sus vejámenes para promover moderación.

Este sistema comienza a agotarse o pide un cambio. El ascenso del AfD refleja una sociedad cansada del establecimiento político ubicado en ese centrismo moderado con matices de derecha o izquierda, y que al final ha sido el responsable de que los alemanes paguen la factura de luz más cara de Europa, la inflación se mantenga alta, y la economía haya entrado técnicamente en recesión.

Alguna vez, cien años atrás, Alemania vivió algo relativamente parecido, aunque no comparable. El historiador Eric Hobsbawn, en su libro “Historia del Siglo XX”, recuerda que por la época de la República de Weimar los alemanes padecían una hiperinflación que enterró al país en una crisis económica, recalentada por las exigencias del Tratado de Versalles. Con la moral baja y los precios en las nubes, la solución fue el nacionalsocialismo.

Consciente de ello, Merz es muy probable que opte finalmente por reeditar la coalición con los liberales y los bávaros, e intenté esquivar al AfD, que en todo caso se convertiría en la primera fuerza opositora en el Bundestag. La fuerza del AfD, no obstante, no deja de ser atractiva para el candidato más opcionado a ser canciller.

Apoyados por Elon Musk desde Estados Unidos, Alternativa por Alemania (AfD) se ha convertido en un partido que representa a los cinturones de pobreza y olvido en el este de Alemania y las zonas periféricas de las ciudades. Las enseñanzas de la historia han sido insuficientes para que gente como Otto y Olga no tengan simpatía por este partido, que comparte una lectura similar a la del trumpismo sobre los males que aquejan a las economías de sus países frente a la inmigración y la desindustrialización.

Con un Estados Unidos adoptando una posición aislacionista, y sin un claro aliado en Europa, Merz podría encontrar en el AfD una puerta de entrada para revigorizar una alianza con la principal potencia del mundo, que, como quedó demostrado en la Conferencia de Seguridad de este viernes en Múnich, tiene poco interés en la Europa de hoy.

Salvo que Alemania dé un giro. Y, ese giro puede comenzar con la coalición entre conservadores y ultraderechistas. Una combinación similar a la que gobierna hoy Italia, aunque con la centro derecha de líder y los ultras de segundos.

En todo caso, mucho más desafiante: desafía la historia, la historia de los últimos cien años, y todas las bases bajo las cuales se ha construido la Alemania de los últimos 50 años.

*Analista y consultor. MPhil en Universidad de Oxford.