Estallido social en Cuba: ¿Principio del fin de la Revolución? | El Nuevo Siglo
LAS BOINAS NEGRAS, la policía de la Revolución, arrestó a decenas de manifestantes
Foto AFP
Lunes, 12 de Julio de 2021
Redacción internacional

Inédito, masivo, pero sobre todo significativo. Así se puede describir el estallido social que por horas se vivió el domingo en varias regiones de Cuba y que abren un capítulo de peso tanto en el devenir interno como en la escena internacional por el previsible pulso geopolítico, como en los mejores tiempos de la guerra fría.

A tan solo 30 kilómetros de La Habana está San Antonio de los Baños, una pequeña ciudad de 50.000 habitantes en cuyas calles cientos de cubanos se dieron cita en la mañana del domingo para visibilizar su descontento con el régimen y con gritos de "Abajo la dictadura", "Que se vayan" y "¡Patria y vida!" -el título de una canción de rap que irrita al gobierno comunista-, exigir un cambio del modelo político.

Y es que precisamente el estribillo de esta canción grabada por varios artistas cubanos (algunos en el exilio) tiene como estribillo: ““No más mentiras. El pueblo pide libertad, no más doctrina. Ya no gritemos patria o muerte sino Patria y Vida”. Y más adelante recurriendo al popular juego de los cubanos entona su mensaje de cambio: “Se acabó, tu cinco nueve yo doble dos. Ya se acabó, sesenta años trancado el dominó, mira se acabó, tu cinco nueve yo doble dos. Ya se acabó, sesenta años trancando el dominó”.

Ese tema que llevó a la cárcel a algunos artistas no sólo parafrasea y cambia la original consigna del desaparecido Fidel Castro, “Patria o muerte” que pronunció al instaurar el 1 de enero de 1959 su revolución en Cuba, sino que se convirtió en el ‘himno’ de una creciente mayoría de inconformes, los mismos que a sabiendas de la represión a la que se enfrentaban salieron el domingo a las calles ya no solo de San Antonio, La Habana, Pinar del Río Camaguey y muchas más.

Y si bien el hastío de los cubanos es de vieja data, el estallido social del domingo es una muestra fehaciente de que están dispuestos, tal vez ahora como nunca, a luchar por su libertad, la que sólo llegarán con un profundo cambio político, tal cual lo esgrimen los opositores en la isla y los que están en el exilio.

Con la salida de los hermanos Castro del poder (primero Fidel en febrero de 2008 por su enfermedad y su deceso en 2016, así como Raúl quien fungió como presidente hasta el pasado abril), tanto los cubanos como gran parte de la comunidad internacional guardaron la esperanza de que con la “nueva generación’ encabezada por Miguel Díaz Canel no solo se iban a consolidar las reformas económicas iniciadas por su antecesor, sino que se daría una real apertura política, máxime por la ausencia de los llamados ‘históricos’ de la dirigencia tanto del partido como del gobierno.

Pero fue un “canto de sirena” y el mismo se convirtió en un catalizador para el descontento ciudadano, que además de soportar las dificultades económicas -la libreta de ración alimentaria cada vez más disminuida- comenzó a padecer otras graves situaciones como la escasez de medicinas y el fuerte golpe a sus ya reducidos ingresos por el cierre del turismo a causa de la pandemia global del covid.



¿Se rebosó la copa?

La pública indignación cubana con sus dirigentes comenzó a manifestarse hace meses, especialmente con colectivos de artistas y universitarios como “Movimiento San Isidro” de La Habana Vieja y ‘27N’, quienes comenzaron a protestar contra dos leyes que coartaban su libertad de expresión con una concentración frente al Ministerio de Cultura. Fruto de ello no sólo fueron desalojados de sus sedes, sino que muchos de ellos terminaron encarcelados como el rapero contestatario Denis Solís, quien precisamente -tras ocho meses incomunicado- fue liberado este lunes.

Ese hecho, que para muchos puede parecer insignificante, logró concitar con el paso de los días y el agravamiento de la situación económica, cientos de adeptos que fueron creciendo exponencialmente gracias a las redes sociales. El internet móvil (3G) que llegó a la isla a finales de 2018 se convirtió en el arma más efectiva para canalizar un descontento social sin precedentes en Cuba y que comenzó a evidenciarse en las calles este fin de semana.

Como era de esperarse, la reacción del régimen no tardó y a más de sacar a sus ‘boinas negras’ (la policía de la revolución) a las calles para detener a cuanto detractor encontrara, Díaz Canel retomó su diatriba contra Estados Unidos, al que acusó de imponer "una política de asfixia económica para provocar estallidos sociales en el país" y convocó a una defensa “de la revolución a cualquier precio”.

"Estamos convocando a todos los revolucionarios del país, a los comunistas, a que salgan a las calles donde quiera que se vayan a producir estas provocaciones, desde ahora y en todos estos días. Y enfrentarlas con decisión, con firmeza, con valentía", sostuvo.



Pulso geopolítico

La reacción internacional a las protestas contra el régimen cubano fue inmediata poniendo de nuevo a la isla en la agenda internacional y anticipando un pulso geopolítico entre Estados Unidos y Rusia.

El presidente norteamericano, Joe Biden, a través de un comunicado indicó "Estamos con el pueblo cubano y su claro llamado a la libertad y al rescate de las trágicas garras de la pandemia y de las décadas de represión y sufrimiento económico al que han sido sometidos por el régimen autoritario de Cuba…Estados Unidos pide al régimen cubano que, en lugar de enriquecerse, escuche a su pueblo y atienda sus necesidades en este momento vital". 

Así, la inédita protesta en Cuba vuelve a poner a ese país en la lista de prioridades del presidente Biden quien, cuando fungiera como vicepresidente de Obama, estuvo al frente de la ‘normalización de las relaciones’. Sin embargo, cuando llegó a la Casa Blanca y tras el endurecimiento de la política de su antecesor hacia la isla se limitó a ordenar una revisión de la misma.

Y sin duda no puede desatender este nuevo flanco en su política internacional, máxime porque Rusia, uno de los principales defensores de las autoridades cubanas desde la época soviética, se anticipó a advertir contra cualquier "injerencia externa" en la actual situación que vive la nación caribeña.

"Consideramos inaceptable cualquier injerencia externa en los asuntos internos de un Estado soberano y toda acción destructiva que favorezca la desestabilización de la situación en la isla", indicó en un comunicado la portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores ruso, María Zajárova.

En esa misma línea se pronunció el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien alertó sobre políticas "intervencionistas" a la situación en Cuba y ofreció enviar ayuda humanitaria. “México podría ayudar con medicamentos, con vacunas (contra el covid-19), con lo que se requiera y con comida, porque la salud y la alimentación son derechos humanos fundamentales", sostuvo.

Por su parte la Unión Europea, a través de su canciller Josep Borrell, sostuvo “el pueblo de Cuba tiene derecho a expresar sus opiniones en una forma pacífica, y quiero pedir al gobierno que permita estas manifestaciones pacíficas y que escuche las manifestaciones de descontento".

La comunidad internacional está pendiente de este naciente pulso geopolítico que, sin duda, exige de Biden mucho cuidado y tacto político porque como se sabe, la influyente comunidad cubana en Miami (clave electoralmente) aprovechará el momento para exigirle una acción contundente que permita lo que han soñado durante años: una Cuba libre. Además, porque corre el riesgo de que al aumentar la represión en la isla ese gobierno facilite un éxodo de balseros como ocurrió décadas atrás.

Y, al interior de Cuba, lo de este domingo fue un duro campanazo para el régimen. De seguro no generará cambios inmediatos, pero aviva a esperanza de que ocurran, más temprano que tarde. Los gritos de ¡Libertad! o ¡Patria y vida! seguirán más en silencio que a voz en cuello. ¿Estallido social pasajero o principio del fin de la revolución’? Solo las circunstancias y el tiempo lo dirán.