Guerra Rusia-Ucrania: se agudiza trifulca por el poder subregional | El Nuevo Siglo
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, no está dispuesto a ceder en sus planes militares en UCrania./Archivo AFP
Viernes, 21 de Junio de 2024
Giovanni Reyes

SE creyó en un inicio -de manera similar a la I Guerra Mundial- que el enfrentamiento sería rápido. Sin embargo, la realidad es por demás obstinada. Estamos a más de dos años de aquel 24 de febrero de 2022, cuando Rusia decidió la invasión de Ucrania. Ahora tenemos casi un empantanamiento, con su cauda trágica de muertos, con combates intensos concentrados en el este y sur del país.

En resumen, durante las últimas semanas se han visto avances lentos pero constantes por parte de las fuerzas rusas en la región del Donbás, mientras que Ucrania ha logrado algunos contraataques limitados.

Los hechos se presentan con una dinámica dramática. Las acciones en el terreno parecen avasallantes por parte de Rusia. No obstante, un análisis más de fondo pone de manifiesto no sólo las causales de esta guerra, sino las motivaciones y perspectivas de los actores contendientes. Tanto los que participan directamente -en lo fundamental Rusia, Ucrania y Bielorrusia- como los que apoyan en los bloques de países -Unión Europea, Estados Unidos, Turquía y China.

El meollo del asunto geoestratégico ha gravitado en torno a la posición de Rusia, frente a la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Es de recordar que en los tiempos de la extinta Unión Soviética (1922-1991) el equilibrio geoestratégico luego de la Segunda Guerra Mundial se logró mediante la conformación de dos grupos de naciones.

Por una parte, la OTAN que se constituyó por Europa Occidental y seguía esencialmente las directrices estratégicas de Washington. Es Estados Unidos quien desde entonces coloca esencialmente, los gastos y directrices operacionales. Es un tratado que prosigue su funcionamiento con expansiones al oriente europeo.

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Por otro lado, estaba el denominado Pacto de Varsovia. Vigente desde el 14 de mayo de 1955, aglutinando a países que pertenecían a la órbita soviética, tales como Lituania, Letonia, Estonia, Polonia, Hungría, Rumanía, Ucrania. 

Los dos bloques entraron a una importante carrera armamentista, hasta la firma de los acuerdos contra la proliferación de armas nucleares; acontecimiento que tuvo como protagonistas, a fines de los años ochenta, a los presidentes Reagan y Gorbachov -Estados Unidos y la Unión Soviética, respectivamente.

Es conveniente volverlo a recordar. De aquellos vientos vienen estas tempestades. Las cosas se desequilibraron cuando ocurrió la desintegración de la Unión Soviética a fines de 1991. Las nuevas condiciones desembocaron en que varias repúblicas con vínculos soviéticos trataron de unirse tanto a la Unión Europea como a la OTAN.  De esa cuenta, Lituania, Estonia, Letonia, Polonia, Hungría, Rumania fueron estableciendo lo que Moscú caracteriza como un cerco amenazante.

La cuadratura del círculo de ese “encajonamiento” para Rusia, consistía en que Ucrania también fuera parte de la OTAN. De allí que Moscú insistiera en que necesitaba garantías de que esta situación no ocurriera. En las negociaciones de hecho se habrían planteado dos escenarios no excluyentes: (i) que Ucrania declarara su neutralidad tal y como es el caso -en ese momento- de Finlandia y Suecia; y (ii) que al menos por ahora, con vigencia de 10 años, Ucrania se comprometía a no ser parte de la OTAN.

El punto de inflexión para los cruentos acontecimientos que ahora vemos habría sido la solicitud expresa de Ucrania de unirse al bloque militar occidental. En eso se habría justificado Putin para lanzar la ofensiva. No se trata de justificar o no las acciones, situación que pertenecería más al campo de la ética social o política.  Se trata de explicar los fenómenos que están detrás de las determinaciones de la gente que maneja el poder.  Y en este caso del sufrimiento que en especial debe conllevar el pueblo ucraniano.

Especialmente luego de la Cumbre para la Paz en Ucrania -del 15 al 16 de junio de 2024-, es evidente que los factores que más presionan son especial y reiteradamente, los que operan desde hace dos años; son los que a continuación se mencionan.

Uno de ellos son las riquezas agrícolas y mineras de Ucrania. Una riqueza codiciada por múltiples potencias. Son elementos claves para el desarrollo industrial tradicional. Pero son más importantes también en función del desarrollo de tecnologías de punta, circunstancia que se encuentra asociada a la producción de bienes de mayor valor agregado.

Otro factor, indiscutible: el posicionamiento geopolítico. Ucrania representa la salida al mar de Azov, al mar Negro y por allí al mar Mediterráneo. Una vía crucial para llegar también al polvorín y las riquezas petroleras del Medio Oriente. Debido a la importancia que Rusia ve en esa ruta es que en 2014 se anexó la península de Crimea. Por las mismas razones -además de las condiciones culturales e históricas- Rusia reconoce como repúblicas independientes a los territorios de Donetsk y Lugansk.

Un tercer elemento -luego de riquezas y vía al Mediterráneo- se refiere a la conformación de bloques de países. En este aspecto la situación puede ser muy delicada.  Como se sabe, por una parte, la OTAN y Estados Unidos, por la otra Rusia y Bielorrusia.

Respecto a este conflicto, se ha dicho muchas veces: lo que se está evidenciando una vez más, es que esta confrontación tendrá que solucionarse Políticamente -con P mayúscula-. Se llegará allí, a un acuerdo negociado, sólo que después de unos 30,000 muertos adicionales. Mientras tanto la industria armamentista no deja de tener -y este es un dato vital- un escenario operativo y de prueba de sus innovaciones en cuanto a capacidad destructiva.

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard.

(El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna)