La paradoja de Francia | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Martes, 4 de Diciembre de 2018
Pablo Uribe Ruan @UribeRuan
Como dice Giraud, escritor y periodista, “los franceses, que aún reclaman más servicios al Estado, pero que gritan tan pronto como se trata de financiarlos”, son los que protestan hoy

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ES FÁCIL, al tratarse de Francia, buscar paralelos de las protestas de los los gilets jaunes (chalecos amarillos) con otras movilizaciones sociales de otras épocas. Algunos los han comparado con Mayo de 1968 o los poujadisme de los 50. No faltan aquellos que hablan de la “Revolución” francesa, revivida más de dos siglos después.

Tal vez los chalecos amarillos tienen algunas cosas de todos esos movimientos anteriores, pero en estricto sentido están lejos de lograr un cambio de modelo político, social y cultural. Son la manifestación, sobre todo rural, de la Francia configurada en la protesta social, aunque también hay, como dicen los medios locales, algunos colados.

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Su capacidad para movilizarse no se pone en duda. Luego de tres semanas de protestas, que han mostrado una París más de Daniel “el rojo”, más de Robespierre, que de la ciudad organizada sigilosamente en clave napoleónica, el gobierno ha echado para atrás su plan para gravar los combustibles, el principal factor de movilización.

También ha quedado claro que, como se creía, en Francia es tan difícil cambiar el estado de las cosas, construido bajo un Estado Social de Derecho casi imposible de modificar, que algunos han preferido no reformar nada, situación incomprensible para Emmanuel Macron.

Son las paradojas de un país que intenta ser el abanderado de la Unión Europea, ante el declive del poderío de Ángela Merkel, pero que queda atrapado en sus dinámicas internas, las mismas que desde François Mitterrand han sido inmodificables. Ranaud Girard, escritor y periodista francés, quizá ha sido el más atinado a la hora de explicar el complejo momento de Francia. “El movimiento de chalecos amarillos y sus desbordamientos recuerdan al mundo las contradicciones de los franceses, que aún reclaman más servicios al Estado, pero que gritan tan pronto como se trata de financiarlos”, escribió en Le Figaro.

Suspensión de medidas

Macron, a su llegada el domingo por la mañana, se encontró con algunos sectores del centro de París en llamas. Era como una escena de Los Miserables, no solo por las llamas, sino por la cara misma del Presidente, afectado por la cantidad de escombros regados sobre los Campos Elíseos.

No pasaron ni dos días para que el Gobierno anunciara, ayer, que suspendía las medidas que preveían un alza en el impuesto a los combustibles. También, mediante su primer ministro, Édouard Phillippe, anunció que se congelaban los precios de la luz y el gas durante el invierno.

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Han sido tres semanas de protestas que no solo han paralizado la capital francesa, sino que también han bloqueado las principales carreteras del país, incluyendo la frontera con España. El domingo en la movilización más grande, y la más violenta, fueron detenidas más de 400 personas solo en París, de miles a lo largo del casi un mes de marchas.

Los chalecos amarillos, una agrupación que se hacer llamar así por la ropa que usan los motociclistas para identificarse, han sido los abanderados de las marchas. Sus integrantes en su mayoría son de zonas rurales, donde hombres de clase media y clase trabajadora se quejan de lo que en Francia llaman el gobierno “verde” de Macron, cuyo propósito es impulsar una serie de medidas a favor del medio ambiente –critican- pero que esconde su interés de beneficiar a las multinacionales francesas.

De sus líderes se ha sabido poco. Usan, como de costumbre, las redes sociales para transmitir su mensaje. Pero lo más importante es que aparentemente su organización es horizontal y descentralizada, lo que Joel Handler llama un “movimiento social” moderno, que no es el típico basado en una estructura jerárquica con la presencia de algún partido político. Al contrario. Ni François Melenchon, líder del comunismo francés, ni Marine Le Pen, vocera de la extrema derecha, han podido aprovechar el momento político para acercarse a este movimiento.

Reto a los 18 meses

Reformista y joven, Macron parece haberse equivocado en sus movimientos. Al comienzo de su gobierno, le recortó los impuestos a los grandes capitales, dando la impresión de ser más de derecha que de izquierda (pese haber estado en el anterior gobierno socialista), pero ahora, a casi dos años de haber asumido la presidencia, lanza una compleja reforma para equilibrar la deuda pública, afectando principalmente a la clase media, que, como explica The Economist, sus “ingresos son demasiado altos para todos los beneficios de bienestar, pero demasiado bajos para sentirse cómodos”.

En 18 meses Macron ha pasado de ser un hombre comparado con “Napoleón” -por su baja estatura y su juventud- a parecerse a Hollande, aquél hombre que vivió en crisis durante todo su mandato por un alza en los impuesto que obligó a los grandes y los pequeños capitales a mudarse a otros países de Europa. Según la última encuesta Ifop-Fiducial, su nivel de aprobación es de tan solo 23%.

La oposición lo ha tachado de “arrogante” y poco abierto a los consejos de otros sectores. “No está reformando el país, lo está maltratando. ¿Cuándo va a cambiar los métodos?”, preguntó ayer un parlamentario de Los Republicanos, partido dirigido por el expresidente Nicolás Sarkozy.

Esta es la primera vez en su mandato que las movilizaciones sociales echan para atrás uno de sus proyectos. En anteriores oportunidades, Macron siguió adelante con sus medidas económicas y, particularmente, con los ajustes al sector ferroviario, que desataron una parálisis en la red de trenes francesa.

Levantado hace un año, luego de más de 700 días, el “Estado de Emergencia”, que le da ciertas prerrogativas extraordinarias al Ejecutivo, vuelve a sonar como medida para contrarrestar las movilizaciones de los chalecos amarillos, quienes han anunciado que marcharán cuarto días seguidos en diciembre. Por ahora, Macron ha descartado pedirle al Congreso esta posibilidad y ha solicitado que se exploren otras formas “para mantener el orden en las ciudades”.

Pese a su baja popularidad, el ministro de Finanza, Bruno Le Maire, ha dicho que el gobierno “mantendrá su objetivo de reducción de la deuda pública”. Lo que significa que las medidas anunciadas por Macron, como el alza en el combustible, se van a retomar. El punto es cuándo.