La petrificada política guatemalteca | El Nuevo Siglo
AFP
Sábado, 22 de Junio de 2019
Giovanni Reyes
Un país donde además de que las instituciones son débiles, los pocos fondos que tiene son presa de la corrupción.

El escrutinio de las votaciones del pasado domingo 16 de junio en Guatemala, ha sido lento, por demás parsimonioso y apoltronado. Es la desidia de procesos que como sociedad en su conjunto se han cobrado la agenda de un desarrollo siempre pospuesto.  Son sistemas cuya culminación no llega, que se cobran su existencia con tragedias cotidianas. 

No es de olvidar que desafortunadamente este país centroamericano tiene un 60% de pobreza, y que la desnutrición infantil crónica estaría afectando a un 40% de los niños menores de 5 años. Noticias éstas que no se destacan en el nutrido tumulto de los noticieros, con sus desplegados de farándula y entretenimiento. Es en ese contexto, tan sólo muy esbozado, donde ocurrió la elección presidencial recién concluida.

La tendencia general, luego de los comicios, es que las cosas continúen como siempre. Con un 94% de las mesas examinadas, Sandra Torres logra un 25% de los votos, y Alejandro Giammattei el 14%. Se trataría de dos políticos tradicionales curtidos en las artes de la sobrevivencia por el poder, algo que se impone en la mayor economía de Centro América.

Los dos candidatos que van a segunda vuelta del 11 de agosto próximo, se han opuesto a que se aborde el problema de la corrupción y la impunidad en Guatemala. Las evidencias muestran cómo estos dos contendientes se inclinan por perpetuar escenarios políticos que aseguran los intereses de quienes toman ventaja de las débiles instituciones en Guatemala.

Esto es parte del entramado general del país. En general el gobierno es endeble.  La estructura de impuestos es con mucho, regresiva.  Es decir que quienes más pagan son aquellos para quienes los fondos no les alcanzan para mucho. 

Marginalmente, en función del poder adquisitivo de sus medios, son los que más estarían aportando.  Son los sectores más pobres, quienes no tienen la “red de protección” de las entidades.  Son los que subsisten en los laberintos de la economía informal. De allí algo que no se desea ver: el origen de las masivas migraciones.  Gente buscando las vitales oportunidades que no pueden encontrar en sus propios países.

Además de que las instituciones son débiles, los pocos fondos son presa de la corrupción. Con ello, los ejes de poder real deambulan tranquilos, mientras la clase política más tradicional aprovecha su cuarto de hora en el poder. Mientras tanto, las fuerzas armadas aclaran cualquier duda. Y serían quienes estuvieron no sólo con el actual mandatario Jimmy Morales, sino también ahora, quienes apuestan más fuertemente por Giammattei.

No obstante, los resultados últimos de la votación han dejado algunos rasgos interesantes. No sólo emergería cierta esperanza a partir de que una mujer indígena obtuviera más sufragios que la rancia familia Arzú, de connotado abolengo, sino que, por otro lado, se demuestra cómo los guatemaltecos poseen temerarias tendencias suicidas.

Véase esto: en Semana Santa fue apresado en Miami, por parte de la DEA, Mario Estrada, candidato presidencial del partido político UCN, una agrupación que viene luchando por la presidencia desde 1985 cuando se superó la última dictadura militar en Guatemala. 

Pues bien, Estrada claramente no sólo habría estado involucrado en el trasiego de la droga, sino que habría indicado que se “debería eliminar físicamente a dos contendientes electorales, incluida Thelma Aldana”.  

Estrada había prometido al cartel de Sinaloa, que -de resultar presidente- tal agrupación delictiva podría utilizar carreteras y puertos del país.  Esto dio base para que algunos guatemaltecos insistieran en que los debates presidenciales, con la veintena de candidatos a bordo, se llevaran a cabo en Miami, a ver cuántos candidatos regresaban al país sin ser encarcelados en las tierras del norte.

Bueno, pues resulta que la UCN, con su candidato presidencial detenido en Estados Unidos, fue la tercera, sí la tercera fuerza en el nuevo congreso. En verdad hay países y personas adictos a caminar en las cornisas de altos edificios, por decir lo menos.

A pesar de todo, no todo está perdido.  Allí está la evidente labor de sectores que no descansan. Son los que van más allá de la anacrónica posición de los políticos tradicionales; que van más allá de las aspiraciones plásticas de la infaltable clase media y clase alta, con sus pretensiones siempre tan inmediatas como sectarias.

Allí están los resultados, por ahora fallidos, de mujeres como Thelma Aldana y Thelma Cabrera.  La primera de ellas, imposibilitada de participar en la contienda.  Lo que se logró mediante procesos “legalísimamente legales”.  Con ello se impedía la lucha contra la corrupción.  Tiene además, orden de captura internacional.  El desquicio es ilimitado.

También está allí Thelma Cabrera, la mujer maya que con su cuarto lugar en las votaciones superó a sectores pura sangre del jet set nativo guatemalteco. Por supuesto que siendo indígena es víctima del más vulgar y ofuscado racismo por parte de los ignorantes de siempre -en especial aunque no únicamente- entre las clases medias guatemaltecas.  Son las promesas de un cambio, aunque ahora se vean pospuestos anhelos y logros.

Por ahora, Guatemala continúa su senda de acontecimientos previsibles.  Se asemeja a un caso típico de “gatopardismo”. Se sigue en esto, el conjunto de planteamientos aleccionadores derivados de dos obras al respecto, la de “El Gato Pardo” (1958) de Giuseppe de Lampedusa; y “Todos los Gatos son Pardos” (1970) de Carlos Fuentes. El núcleo del asunto: “que en la superficie las cosas cambien, que todo cambie, para que todo siga igual”.

Si no fuera porque las elecciones se relacionan con las tragedias cotidianas y sin descensos que padece Guatemala, estos procesos no dejarían de ser como las telenovelas: muy poco importantes, pero siempre muy entretenidas.

(*) Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard Profesor de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario.