¿Por qué América Latina sigue última en la agenda Biden? | El Nuevo Siglo
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Miércoles, 8 de Febrero de 2023
Redacción internacional con AFP

Exactamente dos siglos después de que el presidente de Estados Unidos, Joe Monroe, en su quinto discurso sobre el estado de la Unión fijara los parámetros fundamentales de la política exterior de ese país, considerando al hemisferio occidental como zona exclusiva para la realización de sus intereses, el demócrata Joe Biden, en el marco del mismo y emblemático evento político no tuvo palabra alguna para este continente.

En 1823, el entonces quinto presidente de la naciente potencia y al partido ‘demócrata-republicano’, escribió una nueva historia al inmortalizar la frase “América para los americanos” y anunciar la veda a cualquier nueva aspiración colonialista europea en esta región. Ello, que fue un punto de inflexión en la política exterior norteamericana se materializó con la Doctrina Monroe, concebida, implementada y evidenciada en la influencia de Estados Unidos sobre los recién independizados países de América Latina.

Así, desde finales del siglo XIX y los albores del siglo XX, bajo esa premisa nació un concepto alto tinte político: se llamó a América Latina ‘el patio trasero’ del poderoso Estados Unidos.  Y se hizo evidente con la hegemonía que tuvo en el continente, donde impulso el crecimiento regional en línea con sus intereses. De allí que también, por esas décadas, del calificativo mencionado, criticado por ser despectivo, se pasó al de ‘jardín florido’.

Con las movidas geopolíticos, el surgimiento de nuevas y desafiantes potencias, las guerras, los cambiantes intereses económicos y las diferentes políticas en la conducción del país –republicana o demócrata- ese ‘jardín’ comenzó a verse tan distante como marchito, lo que fue tierra abonada para gigantes como China que, desde finales del siglo pasado, ‘colonizaron’ económicamente gran parte del hemisferio.

Las relaciones de gobiernos latinoamericanos -hasta hace muy poco la mayoría de derecha- con gobiernos republicanos en Estados Unidos han sido más que empáticas una conjunción de sinergias en temas de interés mutuo, tales como tratados comerciales y lucha antidrogas. Para citar solo un ejemplo, el Plan Colombia, acuerdo bilateral suscrito en 1999 para frenar ese flagelo a través del fortalecimiento de las fuerzas armadas, desarrollar una estrategia antinarcóticos y, de paso, generar una revitalización social y económica en las zonas afectadas tanto por el narcotráfico como por el conflicto armado.

Con una región en crecimiento económico y estabilidad democrática, a finales del pasado siglo y comienzos de éste, los presidentes estadounidenses de turno volvieron a fijarse en su ‘patio trasero’, como lo expresó (en 1999) el entonces secretario de Estado, John Kerry: “el hemisferio occidental es nuestro patio trasero, es de vital importancia para nosotros. Con mucha frecuencia, muchos países sienten que Estados Unidos no pone suficiente atención en ellos y en ocasiones, probablemente, es verdad. Necesitamos acercarnos vigorosamente, planeamos hacerlo”.

Así, por algún tiempo volvió a estar en los primeros lugares de la agenda de Washington, pero especialmente por el azote del narcotráfico y el aumento de la migración ilegal, dado su alto impacto económico y social. Y aunque siguen allí, han bajado en la escala de prioridades, especialmente con el gobierno demócrata de Joe Biden donde su política exterior ha estado centrada en la competencia con China y la guerra en Europa.

Su segundo discurso sobre el estado de la Unión, que pronunció la noche del martes, y con el ojo puesto en el 2024 -aunque no ha develado si buscará la reelección- Biden priorizó la agenda doméstica, esbozando uno a uno sus logros económicos, avances sociales y ambiciosos planes para generar millones de empleos a través de los mega-proyectos de infraestructura en marcha. 

La agenda exterior quedó relegada a un segundo y corto plano. En solo cinco minutos de su prolongada intervención -83 minutos- hizo referencia a la invasión rusa en Ucrania exaltando que gracias a la coalición que lidera Estados Unidos ha impedido que Putin cumpla su objetivo y que seguirán apoyando a Kiev hasta cuando sea necesario y, en cuanto a China, le recordó que mantendrán la competencia sana pero que, ante cualquier amenaza a su soberanía, ‘actuará’.

No hubo palabra alguna para el incidente con el globo espía que sobrevoló Canadá y zonas estratégicas de inteligencia en una parte de su territorio, tampoco sobre el segundo aparato aerostático que hizo lo propio sobre su ‘patio trasero’ (Latinoamérica) ni sobre las explicaciones que Pekín entregó de que eran artefactos civiles recopilando información meteorológica.  El Pentágono los describió como una operación de espionaje de alta tecnología.

En tal sentido, la Casa Blanca informó tras ese discurso que China operó en varios países una flota de globos presuntamente de espionaje similares al que Estados Unidos derribó la semana pasada en su territorio.

"Estos globos son parte de una... flota de globos desarrollados para operaciones de vigilancia", dijo la secretaria de prensa de la Casa Blanca Karine Jean-Pierre a bordo del avión presidencial Air Force One.

Se esperaba que estos dos temas alta tensión geopolítica tuvieran un mayor espacio en el discurso, al igual que hiciera referencia a otros considerandos de su agenda exterior. Pero no fue así y, obviamente, ni una palabra sobre América Latina, pese a que en reiteradas ocasiones ha señalado que es una región vital y prueba de ello las comisiones de alto nivel que, desde inicio de su mandato, ha enviado a los países que le son prioritarios (México, Colombia y Venezuela).



‘América, primero’

Tras sostener una “conversación con los estadounidenses” como anticipó sería su discurso, en el que con un paso hacia el centro del espectro político instó al trabajo bipartidista, al tiempo que pasó del tono conciliador al amenazante para con sus “amigos republicanos” si intentaban una ley nacional para prohibir el aborto o recortar beneficios sociales en seguridad social y medicare, Biden emprendió una gira nacional para impulsar sus planteamientos y medir el apoyo electoral para su posible reelección.

La gira que definió, al mejor estilo populista, como un encuentro de ese país "olvidado" del que sostuvo quiere ahora ser abanderado, lo llevó ayer a Wisconsin, el estado agrícola en el norte muy disputado con los republicanos en las últimas presidenciales.

Biden ganó finalmente esa carrera crucial por muy poco frente al expresidente republicano Donald Trump.

Allí visitó un centro de formación para trabajadores de la construcción, donde insistió en que él es el que mejor entiende el mundo laboral y los hogares de bajos ingresos, al tiempo que reiteró que está impulsando políticas para que los trabajadores tengan mejores salarios e, inclusive, puedan desarrollar su labor desde los hogares.

Recordó que captó 4.000 millones de dólares en inversión privada en el estado, al tiempo que implementó proyectos de infraestructura y redujo el costo de la salud.

Hoy el presidente demócrata estará en el estado sureño de Florida, ahora con mayorías republicanas como se evidenció en las recientes midterms, donde detallará sus programas para las personas mayores  y mostrará de paso que está listo para luchar contra la derecha, bien sea con su antecesor Donald Trump, el gobernador local, Ron DeSantis, estrella republicana en ascenso o cualquier otro nominado de la colectividad.

Biden se presentó ante el Congreso como el adalid de una clase media "aplastada" por décadas de globalización, a la que hay que dar "orgullo" y prosperidad.

Este es básicamente el mismo blanco electoral de Trump, pero mientras el republicano elige la retórica de la "decadencia", el demócrata apuesta al optimismo.

"Visto desde el ángulo de un lanzamiento de campaña informal, este discurso fue exitoso… No dio argumentos a los que creen que no está preparado para una nueva carrera presidencial ", comentó en Twitter David Karol, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Maryland.

Para la senadora demócrata, Elizabeth Warren, "Joe Biden está haciendo lo que mejor sabe" cuando habla con la clase media y destacó las promesas que hizo de impuestos a los multimillonarios e inversiones "en lugares y personas que han sido olvidados".

Según una encuesta de CNN el martes por la noche, Biden recibió una reacción "positiva" del 72% de los encuestados. La puntuación fue casi idéntica después de su discurso sobre el estado de la Unión el año pasado, y eso no aumentó de ninguna manera su índice de confianza.

La mayoría de los estadounidenses hoy dicen que se oponen tanto a un segundo mandato de Biden como a otra presidencia de Trump.

En un intento por cambiar esa dinámica, Biden siguió el martes los pasos de Franklin D. Roosevelt. En 1932, cuando Estados Unidos atravesaba la peor recesión de su historia, el artífice del "New Deal" juró restaurar "la fe en el hombre olvidado que está en la base de la pirámide económica".

Como se ve, la carrera presidencial está en el centro de la agenda Biden y salvo hechos sobrevinientes externos cambiarán ese objetivo. Ucrania y China están en los primeros lugares de su política internacional y, América Latina…en el último. /