La mayor evidencia respecto a las protestas ha ocurrido en Francia: se anuncia ahora, el “cerco de París”. Sin embargo, la prensa internacional ha informado que los problemas de disturbios de los agricultores se extienden a otros países europeos. Es así como a finales de enero de este 2024 se da a conocer que agricultores belgas bloquearon con tractores el tránsito de la autopista E42, en la ciudad de Namur, en el sur del país.
Los problemas que ocasionan estos eventos residen en la queja de los agricultores, quienes manifiestan que las leyes europeas estrangulan su negocio, no les da márgenes de desempeño rentable, la inflación carcome sus niveles de vida y su capacidad adquisitiva; mientras que las importaciones interfieren en la colocación de sus productos. De esa cuenta, se registran también protestas en Polonia, Rumania y Países Bajos.
En Francia, los disturbios han llegado a enfrentar a los camioneros que transportan productos agrícolas desde España. Se les ha atacado y se han destruido importantes contingentes de productos. Hasta ahora no se reportan, afortunadamente, pérdida de vidas humanas. Las movilizaciones francesas en todo caso son la continuidad de las protestas que los agricultores alemanes iniciaron desde diciembre de 2023.
Una revisión de las principales características de la crisis agropecuaria europea da por resultado que los problemas se originan en que los precios de los productos están cayendo. Con ello dan al traste con los tradicionales niveles de rentabilidad en las producciones. Por otra parte, la estructura de los costos va al alza y como tercer elemento, las políticas europeas están generando -cuando menos- incertidumbre.
Los productores agrícolas del Viejo Continente ya no se sienten tan amparados como antes, por las medidas proteccionistas de la Unión Europea que -más que fortalecer el ámbito comercial- generan desviación de comercio; una de las repercusiones más importantes de la integración económica europea.
A manera de ilustración específica, en Alemania los agricultores han estado protestando contra la eliminación gradual de las exenciones fiscales sobre el diésel agrícola.
En una aproximación más estructural, más en el fondo de la problemática, se reconoce que existen tres ejes fundamentales que desembocan en la crisis y las protestas que ahora vemos: (i) la mayor integración de los flujos comerciales de la actual globalización; (ii) derivaciones del cambio climático, del calentamiento global; y (iii) contenidos actualizados de la Política Agrícola Común (PAC) de la Unión Europea.
Es de observar que la globalización promueve una mayor competitividad de productores. De allí que exista presión por parte de los países en desarrollo o emergentes por colocar sus productos. En esto del ámbito agrícola, los “países del Sur” son más productivos, más competitivos, y eso obviamente no es del agrado de los productores de los países más desarrollados, incluyendo Estados Unidos, Canadá, Europa y Australia.
La respuesta de los más desarrollados se ha centrado por lo general en establecer medidas proteccionistas que se concretan en subsidios para sus productores, medidas arancelarias y no arancelarias, además de cuotas de importación. La tendencia general es que los mercados más grandes del mundo no compiten donde pierden.
En este último caso de la producción agrícola, situaciones particulares se tienen con las cuotas de importación de azúcar por parte de Estados Unidos. Otra ilustración se encuentra en el alto nivel de protección a los citricultores de La Florida por parte de Washington, mediante los altos aranceles que se colocan a los más competitivos agricultores de Brasil en el particular mercado del jugo de naranja.
La última crítica que hacen los agricultores de la Política Agrícola Común (PAC) de Europa, es que la misma no los protege lo suficiente, ahora que se manifiestan por parte del Sur, mayores niveles de productividad. Se puntualiza que las nuevas dinámicas del campo deben tomar en cuenta las pérdidas crecientes derivadas de fenómenos climáticos extremos; se reitera por parte de los agricultores, que las autoridades y funcionarios europeos no atienden las necesidades del sector productivo.
En especial en referencia al sector agrícola, las naciones más desarrolladas no consideran oportuno implementar programas de liberalización comercial. Precisamente programas que sí se han establecido en muchos países del Sur, desde que se implementaron los planes de ajuste estructural allá por los años ochenta del siglo pasado.
Las naciones más desarrolladas han implementado lo que hasta ahora han sido exitosos programas que protegen a sus productores. Con ello entienden la importancia de políticas operativas, que den resultados, en función de la seguridad y soberanía alimentaria. Las grandes metrópolis saben que producir alimentos es estratégicamente importante en los circuitos de la economía y la política mundiales.
El nuevo primer ministro francés, Gabriel Attal, en una visita que llevó a cabo a zonas de producción agrícola, subrayó que “los agricultores son indispensables en el contexto productivo de cualquier país”. A eso agregó que los problemas esenciales se derivan del requerimiento que hacemos sobre “mayor calidad, productos orgánicos, a la vez que se desploman los precios”.
*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario.
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