Seis han sido los países sudamericanos que han decidido suspender recientemente, su membresía en la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). Ellos son: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú. La noticia que viene ahora ya para finalizar este mes es lo que llamaríamos la consecuencia detonante de algo que se estaba fraguando al menos desde 2015. Fue aproximadamente a partir de ese año, cuando gobiernos más conservadores fueron reemplazando a gobiernos que pertenecían a diferentes matices de lo progresista, de orientación más liberal, o del “socialismo del Siglo XXI”.
El elemento que llevó al punto de inflexión para este resquebrajamiento de la organización fue el nombramiento del Secretario General. El embajador argentino en Chile, Octavio Bordón, había ya conseguido un amplio y notable respaldo para sustituir al expresidente colombiano Ernesto Samper. La tendencia era que Borbón podría ser nombrado como candidato de consenso.
Pero hubo un veto. Provino de Caracas, del gobierno de Nicolás Maduro, quién reclamó que el puesto “debía ser ejercido por un expresidente”. Era algo que no estaba previsto ni estipulado. Este planteamiento habría de ser, como en efecto fue, una falla estratégica de Caracas, una más que va dejando al régimen heredero del chavismo con mayor aislamiento. El veto fue la excusa para que los seis países consideraran que no valía el esfuerzo continuar conformando Unasur.
Solamente si la finalidad era que Maduro prefiriera quedarse sólo, la decisión y su desencadenamiento contaron con éxito. Pero desde todas las ópticas, esto no es así. Caracas ve aún más deteriorado el ámbito externo que puede brindarle alguna oxigenación; todo ello ante los embates cotidianos de un frente interno que no cesa en pasar la factura en términos de escasez, desempleo, carestía, inseguridad e inflación rampante.
La evidencia demuestra que esas bocanadas de aire fresco del frente externo a Caracas, son muy importantes. Prueba de ello se tuvo la semana pasada, cuando -ante los cambios de mando en Cuba- Maduro lo primero que hizo fue visitar al nuevo mandatario en La Habana, Miguel Mario Díaz-Canel (1960 -). La potencia petrolera latinoamericana ha cedido, desde hace mucho tiempo, desde aquel febrero de 1999 en que tomó posesión Chávez, buena parte de su poder a otras potencias. En la actualidad sobresaldrían al mando, además de Cuba, China y Rusia.
Unasur se estableció por Hugo Chávez precisamente para contrarrestar la influencia estadunidense en la región, a la vez que afianzaba el liderazgo venezolano. Los países no dejaban de ver que además de la situación esencialmente política, era Chávez tenía la chequera a reventar de petrodólares y perteneciendo a la organización se podía tener acceso a energía relativamente barata. Esas fueron las circunstancias iniciales de este colectivo de naciones y de ello se beneficiaron países como Ecuador, como Bolivia, estados caribeños y Nicaragua.
Los cambios regionales
Sin embargo llegó el tiempo de vacas flacas y el chavismo se vio acorralado no sólo por las presiones de la sociedad venezolana, sino por las demandas externas. Este chavismo escuálido de recursos ha tratado de capear el temporal, y la puntilla que dio al traste con la salida “temporal” de los seis países, es la factura de las prepotencias que al parecer todavía cree Maduro que puede hacer valer. Desde Caracas, los uniformados y sus seguidores no se dan cuenta que una cosa son los gritos de los cuarteles y otra muy diferente es la condición de tener que construir consensos, en muchos casos teniendo que llegar a acuerdos con un costal de tigres.
El desmembramiento, desde Buenos Aires, fue la llegada de Mauricio Macri al gobierno. A ello se le debe agregar que -en medio y producto de abigarradas prácticas en lo que se ha convertido la política desde Brasilia- Dilma Rousseff fue substituida por Temer. Con ello, las dos economías más grandes de la sub-región se colocaban en ruta de colisión con Caracas.
Perú por su parte tuvo la llegada de Pedro Pablo Kuczynski ocupando el lugar que dejaba Ollanta Humala -cercano en tu tiempo a Chávez- y acabando como completa la embestida de marea conservadora, Sebastián Piñera vuelve al ejecutivo de La Moneda a la salida de Michelle Bachelet.
Sea como fuere, esta decisión de resquebrajamiento ha tenido matices. Tal y como desde Europa lo documenta Carlos Pagni, Mauricio Macri no desea, ni mucho menos, tener problemas con Evo Morales, quien es el presidente temporal del bloque de países. La razón es evidente: Bolivia provee de gas a Argentina.
Los países que tienen mayor “autonomía” Chile y Colombia, habrían lanzado una propuesta más audaz: la disolución de Unasur. Sin embargo la decisión final que por ahora se tuvo es la de suspensión de participaciones. Puede ser el preludio de una despedida, proyectada la misma con los procesos muchas veces lentos de la diplomacia internacional.
Ahora el aislamiento de Maduro, se reitera, se concreta de varias maneras. Una de ellas es que el bloque de Unasur se queda conformado, además de Venezuela, por Bolivia, Ecuador, Guyana, Surinam y Uruguay. Por otra parte, el autoritarismo, ese cacicazgo anacrónico que la región creía haber superado, está presente. Se sabe que Maduro tiene cooptados los organismos de gobierno. La institucionalidad no sólo es débil sino que responde de manera directa a los dictados del Ejecutivo.
Maduro se gasta material de ajedrez en cierta credibilidad interna con las elecciones programadas para el 20 de mayo; comicios que se tenían programados para el 22 de abril. Seguro que el chavismo se declarará triunfador. Es muy difícil correr solo y llegar segundo. Eso ocurre muy pocas veces, tal el caso del 5 de octubre de 1988 cuando el dictador, el general Pinochet perdió un plebiscito.
Desde ya, Argentina, Colombia, España y Estados Unidos, de manera contundente han declarado que no reconocerán esos resultados, como no han reconocido la asamblea constituyente que mandó a conformar Maduro, a la talla de sus necesidades.
La jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, puntualizó que descarta enviar observadores, lo que significa el rechazo de las elecciones presidenciales en Venezuela el mes próximo. Esta alta funcionaria ha reiterado que para el bloque europeo, las elecciones “no se sustentan en un amplio acuerdo ni sobre las condiciones de un proceso electoral creíble e inclusivo”. Ciertamente, con los ojos abiertos, Maduro camina hacia la condición de ilegitimidad absoluta.
*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario. El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna.