La reciente precipitación en la autopista Norte de Bogotá marcó un hito, ya que, según el Instituto Distrital de Gestión de Riesgos y Cambio Climático (Idiger), las lluvias registradas el 6 de noviembre de 2024 no se habían presentado en los últimos 27 años. Este fenómeno climático ha generado importantes repercusiones en la movilidad y la infraestructura de la ciudad.
Las lluvias torrenciales que azotaron Bogotá ese día causaron inundaciones severas, especialmente en el sector noroccidental. Las alcantarillas desbordadas y el agua acumulada en vías principales, como la avenida Boyacá y autopista Norte, dificultaron el tránsito vehicular y redujeron drásticamente la visibilidad para conductores y peatones.
Bajo esta premisa, EL NUEVO SIGLO consultó con tres expertos de la Universidad Javeriana y la Universidad Nacional las repercusiones y conclusiones de esta situación para la ciudad, desde el punto de vista ambiental y de infraestructura.
Darío Hidalgo Guerrero, profesor de Transporte y Logística de la Universidad Javeriana, recordó que este evento extraordinario de lluvia en el norte de la capital llevó a una acumulación muy alta de agua en el canal que conduce al humedal de Torca.
“La capacidad de los cajones que existen debajo de la autopista para evacuar, fue insuficiente, entonces el agua inundó de una manera muy fuerte los trayectos de la autopista Norte en el sector del humedal de Torca y Guaymaral. Es un evento extremo, puesto que en un día tuvimos la lluvia que corresponde a un mes, más de 90 milímetros como se mide, y eso causó que tuviéramos esa emergencia”, explicó.
El experto señaló además que la autopista Norte está construida encima de humedales, no tiene las alcantarillas de evacuación suficientes, la canalización que existe ahí es insuficiente y el todo el norte de Bogotá ha venido teniendo un tema de urbanización que hace que el agua, en vez de meterse a la tierra, se vaya a los canales.
“Podemos esperar perfectamente este mismo año en lo que resta de la temporada de lluvias, el año próximo y los siguientes años, que estos eventos extremos se sigan dando; porque no solo es el periodo de lluvias que tenemos en la ciudad, sino que también tenemos una crisis climática que hace que los eventos de lluvia sean más fuertes en intensidad que los que teníamos hace algunos años en promedio”, advirtió.
Por otra parte, señaló que uno de los factores que aumentan el riesgo de inundación es que los canales, vallados y alcantarillas no estén en buen estado de mantenimiento. “Desafortunadamente, hay muchas personas que dejan sus desechos sólidos o basura expuestos, por lo que se van a las alcantarillas y estas se van llenando de basura y de sedimentos. Hay que mantener esas estructuras de manera adecuada para reducir el riesgo de taponamiento, lo que termina facilitando estas inundaciones”, insistió.
Consecuencias ambientales
Hidalgo sostuvo que las lluvias fuertes y acumulación e inundación generan sedimentación en áreas que no corresponden. “La mezcla de aguas lluvias con las aguas residuales, las que son de desechos de los hogares, industrias y comercio, causa mayor contaminación de aguas y suelos, lo que hace más difícil el tratamiento en las Plantas de Tratamiento de Aguas Residuales. Se generan malos olores, infecciones, problemas de salud especialmente en niños y adultos mayores, con temas gastrointestinales. Puede tener consecuencias bien complicadas y la acumulación de agua facilita que haya mosquitos que transmiten enfermedades”, afirmó.
A su turno, Leonardo Donado, profesor titular del Grupo de Ingeniería de Recursos Hídricos de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Colombia, explicó que con urgencia la situación radica en que hidrológicamente lo que se está viendo en Bogotá es que las tormentas están cambiando de aspecto y están cambiando en su intensidad y en su duración.
“Son tormentas más intensas en periodos más cortos de tiempo, lo que se traduce en caudales pico mayores. En términos generales, creo que la cantidad de agua sigue siendo más o menos la misma, son eventos más cortos y entonces queda la misma cantidad de agua en menos tiempo. Eso es lo que se traduce en caudales mucho mayores, por ello el encharcamiento, que es la primera falla que se ve en las vías, porque los drenajes no son capaces de sacar el agua. Quizás lo que plantea la concesionaria nueva de hacer muchos más ‘cools’, sea algo mucho más adecuado en una zona ya intervenido y que ayude también a liberar un poco el humedal que queda atrapado en la mitad, que con un suelo arcilloso, la capacidad de filtración es más bajita. Entonces hay que ayudar a que saque el agua rápido”, explicó.
Impacto en infraestructura
Ricardo Peña, ingeniero civil, especialista en Transporte de la Universidad Nacional de Colombia, afirmó que las condiciones estructurales del evento de la autopista Norte están fundamentadas en dos causas principales: un sistema de drenaje insuficiente en relación con la intensidad de lluvias por el cambio climático y la necesidad de rediseño en cuanto a la altimetría de algunos segmentos viales, sin desconocer la pérdida de infraestructura verde que se ha venido generalizando en Bogotá, situación que contribuye a acentuar las inundaciones por la pérdida de absorción del suelo.
“Definitivamente no hay duda, es inminente transitar hacia las acciones de diseño, construcción y monitoreo de infraestructura con capacidad de resiliencia al cambio climático. Recordemos que las inundaciones de la autopista Norte a la altura del canal Torca han sido recurrentes en los períodos de máximas avenidas y hay que reconocer que es una situación que escala a nivel nacional y que su necesidad trasciende el requerimiento de los mantenimientos preventivos. En la actualidad se cuenta con la alternativa de la puesta en marcha del proyecto 'Accesos Norte', que prevé las obras de solución definitiva que requiere Bogotá en forma prioritaria”, indicó.
Además, enfatizó que, más allá de las afectaciones directas que estarían asociadas a los costos ambientales, daños y perjuicios de los afectados, saturaciones y contaminación de los propios materiales de la infraestructura vial por el evento de inundación, se resalta la afectación de las actividades productivas de la ciudad asociadas a la logística y movilidad urbana-regional, tales como educación, industria, comercio y/o servicios.
“Definitivamente el esfuerzo a corto plazo es identificar los puntos críticos de afectación de la capacidad de drenaje del sistema de aguas lluvias, a fin de atenuar los impactos venideros de la temporada invernal. Desde la perspectiva de adaptabilidad de la infraestructura vial al cambio climático y específicamente relacionado con el sistema de drenaje, la recomendación se define en dos caminos: el primero, redefinir unas nuevas cotas de emplazamiento de la infraestructura vial existente a partir de modelaciones climáticas regionales que permitan generar proyecciones a mediano y largo plazo sobre la frecuencia e intensidad de eventos extremos, incluyendo lluvias intensas; y el segundo, implementar sensores y tecnologías para monitorear los niveles de las corrientes de agua y que permitan anticipar y mitigar inundaciones”, sostuvo.
En este sentido, los expertos coincidieron en que existe una inminente necesidad de ajuste de las técnicas y normativas de diseño, así como procesos constructivos que permitan la operación de infraestructura vial para la movilidad urbana-regional sostenible.