Por Alexandra Mora Rodríguez*
Birmania es un Estado del sudeste asiático cuyo nombre ha trascendido desde tiempos anteriores a la colonización británica (1948). No obstante, desde finales de la década de los años 80 ha habido quienes lo han denominado Myanmar como consecuencia de hechos políticos y militares acontecidos dentro de sus fronteras. La existencia de este Estado se ha hecho notoria por las innumerables luchas internas que han girado en torno a la autonomía de las minorías que tienen presencia en el país. Al respecto, coexisten 134 grupos étnicos que en la actualidad, reclaman autonomía y reconocimiento de sus derechos fundamentales.
La situación que impera sobre estas comunidades es aquella que tiene que ver con hechos de persecución, asesinatos, masacres, desplazamiento, destierro y lenguaje peyorativo que se utiliza en contra de ellas. Sin embargo, uno de los casos más estremecedores es el que se relaciona con la étnica Rohingya, una minoría musulmana cuyos integrantes no cuentan con ciudadanía por ser considerados migrantes ilegales provenientes de Bangladesh y cuya condición se agrava por su religión y su raza.
Con un población cercana al 5% de los 60 millones de habitantes que tiene Birmania, la comunidad Rohingya se considera a sí misma, un grupo indígena originaria del estado de Rakhine, conocido previamente como Arakan, en el oeste de Birmania. No obstante, hay quienes advierten que son inmigrantes musulmanes que se originaron en Bangladesh y que emigraron a Birmania durante la ocupación británica. Desde entonces, han sido víctimas de connotados delitos, entre ellos, tortura, represión, marginación económica y asesinatos.
Cada una de estas conductas que se han ejercido sobre la etnia Rohingya por parte de autoridades y sectores de la población birmana, quienes configuran una mayoría cultural budista, han generado toda clase de reacciones por parte de organismos internacionales y ONG humanitarias. Dichas instancias, han destacado en reiteradas ocasiones las complejas condiciones de supervivencia de la comunidad Rohingya al tiempo que han expresado, que la crisis que atraviesan esuna de las más largas que persisten en el mundo y también una de las más olvidadas.
Esta posición la ha manifestado reiteradamente la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidades para los Refugiados (Acnur), a propósito de los hechos que están ocurriendo en alta mar, debido a que integrantes de la comunidad Rohingya están optando por salir de Birmania para lograr condiciones de seguridad ya que dentro del país no cesa la violencia en contra de ellos. Sin embargo, en medio de la búsqueda de protección internacional la tragedia se acrecienta, ya que miles de personas desde el año 2013 se han subido a barcos de contrabandistas de la Bahía de Bengala encontrando a bordo diversas situaciones. Entre ellas, violaciones, tortura y privación de agua y comida; así como el secuestro y la desaparición, puesto que son privados de la libertad en zonas hostiles como la selva tailandesa al tiempo que caen víctimas de las redes de tráfico de personas.
Si bien no todos los intentos han sido fallidos, es importante mencionar que quienes han logrado superar la travesía en alta mar han llegado a lugares al sur de Tailandia, la provincia de Aceh en Indonesia, y algunas poblaciones de Malasia y Sri Lanka. Territorios en dónde se les ha prestado asistencia y protección temporal por parte de Acnur y la Organización Mundial para las Migraciones (OIM), en especial a mujeres y niños.
Precisamente, es a partir de las versiones de los refugiados que se ha podido ampliar la información acerca de la crisis humanitaria que atraviesa la minoría musulmana Rohingya en Birmania. Pues se hace énfasis en que el gobierno no reconoce ningún tipo de crisis ni persecución al respecto. Entretanto, los refugiados denuncian que se les prohíbe casarse o viajar sin permiso de las autoridades y no tienen derecho a poseer tierra ni propiedades. Asimismo, se les somete a graves penurias que van desde el aislamiento, maltratos físicos y el bloqueo de ayuda hasta la inanición, ya que para esta comunidad se hace cada vez más precaria la obtención de alimentos como consecuencia de las inexistentes posibilidades de trabajo, razón por la cual cientos de familias se ven obligadas a buscar comida en medio de la basura.
Pero ¿Cuáles son las justificaciones reales frente a la persecución de la etnia Rohingya?
En Birmania no ha existido nunca claridad por parte de las autoridades gubernamentales sobre el por qué existe una política de persecución contra esta minoría musulmana. Lo único que se argumenta es que son vistos como inmigrantes ilegales cuyos ancestros no son originarios de este país, razón por la cual no son aceptados como una raza nacional y se les niega la posibilidad de obtener la plena ciudadanía. Los Rohingya son llamados despectivamente “bengalíes” o “kalar” por gran parte de la población birmana especialmente por autoridades budistas que pertenecen a la Orden Local de Monjes Budistas (los sangha) y el Partido de Desarrollo de Nacionalidades Rakhine (Rakhine Nationalities Development Party, RNDP).
De acuerdo a informes de Human Rights Watch (HRW) estas células fueron fundadas en el año 2010 por nacionalistas arakaneses, un sector de la población que ejerce amplio poder en el ámbito local. Desde entonces, la estigmatización contra los Rohingya ha ido en aumento al punto que se han recrudecido las olas de violencia cuyos índices más altos se registraron en los meses de junio y octubre del año 2012. La localidad donde más se atenta contra esta minoría es Rakhine la cual históricamente se ha caracterizado por su bajo desarrollo, violencia armada, gobierno autoritario así como por los graves conflictos y tensiones interreligiosas que ha mantenido con las comunidades musulmanas.
En general, esta crítica situación que se extiende a todo el país ha provocado centenares de muertos y más de 100 mil desplazados Rohingya (cifra que aumenta de acuerdo a las organizaciones humanitarias que operan en la zona), así como innumerables daños a la infraestructura (lugares sagrados y de vivienda) frecuentados por esta minoría y que han sido atacados, incluso, con artillería pesada.
Es evidente que estas circunstancias dilatan aún más los niveles de pobreza, represión y segregación existentes dentro del inestable ambiente político de Birmania, el cual está próximo a celebrar las elecciones nacionales que se llevarán a cabo a finales de 2015. Y aunque es un acontecimiento de gran connotación puesto que constituye un paso hacia la transición democrática del país, no se puede desconocer que el ambiente preelectoral ha estado soportado por un nacionalismo extremo discriminatorio. En consecuencia, seguirá siendo imparable la persecución sobre los Rohingya y otras minorías étnicas en el Sudeste Asiático, pues no solamente la problemática se concentra en Birmania también en Bangladesh y otros Estados de la región.
*Politóloga, M.A., en Estudios Políticos e Internacionales