TRES coyunturas políticas distintas. Tres discursos distintos. Un solo tema y un solo destinatario. Así se puede resumir las que han sido las tres grandes intervenciones del presidente Gustavo Petro este año alrededor de las reformas laboral, pensional y de salud, que hoy se encuentran trabadas en el Congreso.
La primera gran intervención se dio, precisamente, el 14 de febrero cuando en un hecho inédito el jefe de Estado convocó movilizaciones populares, a las cuales les permitió llegar no solo a la Plaza de Bolívar, sino a las afueras de la Casa de Nariño.
Desde un balcón de la sede presidencial, acompañado de la Primera Dama e incluso de su hija menor, el mandatario hizo una larga explicación del alcance de las tres reformas, empezando por la primera que se iba a radicar, la de salud.
En ese primer ‘balconazo’ (como se denominó la sui generis intervención de Petro) el tono del jefe de Estado se caracterizó por una exigencia al Congreso y a los partidos para que aprobaran dichas iniciativas, bajo la tesis de que las mismas n un “mandato popular” desde su propia elección como Presidente.
El escenario político en ese entonces le favorecía, ya que su coalición parlamentaria era mayoritaria, tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes, puesto que dominaba más de 70 escaños en el primero, y un número superior en la segunda.
En ese orden de ideas, el gobierno consideraba que tenía la fuerza parlamentaria necesaria para sacar avante los proyectos pese incluso a que ya desde las toldas de los partidos Conservador, Liberal y de La U, se venía advirtiendo que ni la ministra de salud, Carolina Corcho, como la de trabajo, Gloria Inés Ramírez, habían realizado un proceso profundo de socialización de los articulados. Por el contrario, muchos congresistas de estas y otras colectividades señalaban que sólo se les presentó un compendio de propuestas generales, pero no los artículos e incisos puntuales sobre cada cambio en los regímenes sanitario, laboral y pensional.
Más allá de las arengas populistas propias de los discursos de Petro, en donde se trasluce –según sus críticos-, de forma reiterada, la incitación a la lucha de clases, lo cierto es que ese ‘balconazo’ se recuerda no sólo por el hecho inédito de un mandatario hablando ante la gente desde la Casa de Nariño, sino por una de las frases más polémicas durante su larga intervención: “el cambio será más y más profundo en la medida en que la mayoría de la sociedad nos acompañe. El cambio solo es posible con el pueblo…Llegó el momento de levantarse, el presidente de la República invita a su pueblo a levantarse, a no arrodillarse, a convertirse en una multitud consciente de que tiene en sus manos el futuro, el presente”.
Para no pocos analistas lo que hizo el jefe de Estado tuvo tres connotaciones que para muchos se consideraron preocupantes. En primer lugar, la advertencia al Congreso de que debía dar vía libre a las reformas porque éstas habían sido avaladas en la elección presidencial, lo que para sus críticos no correspondía a la verdad, no sólo porque nunca se explicó en campaña el detalle de los cambios en materia de salud, pensiones y laboral, sino porque los partidos Conservador, Liberal y de La U, defendieron en la contienda proselitista otras ideas.
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En segundo término, alertó a muchos sectores que Petro acudiera a lo que no pocos denominaron “democracia plebiscitaria”, considerando que ese “mandato popular” podía imponerse, incluso, a la separación y autonomía de los poderes públicos en Colombia.
Y, en tercer lugar, se comentó mucho sobre la intención gubernamental de presionar desde las calles, incluso llamando al levantamiento popular, al Parlamento. Es más, las marchas antipetristas citadas al día siguiente terminaron siendo, en varias zonas del país, más grandes que las oficialistas, evidenciando la profunda polarización nacional.
Nuevo escenario
La segunda intervención del Jefe de Estado en el marco de grandes marchas se dio, precisamente, el 1 de mayo. Ese día, del nuevo, hubo ‘balconazo’, pero esta vez con un tono más beligerante por parte del jefe de Estado en cuanto a llamar a los sectores populares y de base a que se lanzaran a las calles para presionar al Congreso a no oponerse al “cambio”, señalando que los partidos tradicionales, el establecimiento y los sectores más poderosos querían desconocer el “mandato popular”.
Este segundo discurso tenía un marco circunstancial muy distinto al primero, ya que para entonces la coalición mayoritaria parlamentaria se había roto, puesto que el mismo presidente excluyó a los tres partidos de centroderecha de la misma debido a sus fuertes reparos a los alcances de las tres reformas.
Esa ruptura, como se recuerda, se había concretado además en dos remezones ministeriales -uno a finales a febrero y el otro de marzo- en los que diez titulares de cartera fueron removidos, incluyendo aquellos que se consideraban cuotas directas de conservadores y de La U, en tanto que los cercanos al liberalismo siguieron en el gabinete, pero a título personal.
Además de lo anterior, para ese 1 de mayo, el gobierno ya enfrentaba crisis en otros flancos, como el de la accidentada política de paz, los brotes de inseguridad y desorden público en varias regiones, la polémica por las políticas de marchitamiento petrolero e incluso algunos escándalos como el de su hijo Nicolás y su hermano Juan Fernando, que terminaron siendo investigados por la Fiscalía.
Ese 1 de mayo, aprovechando las tradicionales marchas sindicales, Petro enfatizó aún más su llamado a presionar desde las calles la aprobación de las reformas en el Congreso que para entonces ya no solo tenían una fuerte oposición de la mayoría de las bancadas ajenas a la centroizquierda, sino que gremios, analistas e instancias internacionales mantenían prendidas las alertas sobre los que consideraban peligrosos efectos de los tres proyectos, por entonces varados en las comisiones séptimas de Senado y Cámara.
Así las cosas, este segundo discurso clave de Petro fue muy distinto al primero, ya que en febrero las reformas no se conocían y la coalición mayoritaria seguía vigente. Dos meses y medio después la situación era distinta porque el debate sobre el articulado de las tres iniciativas era muy fuerte, el margen de gobernabilidad más limitado y el petrismo pasó a ser minoría en el Congreso.
El 7J
Ayer se dio un tercer capítulo de los discursos presidenciales ante movilizaciones masivas convocadas, precisamente, sobre el tema de las reformas, su accidentado trámite en el Congreso y el marco político coyuntural para su aprobación o hundimiento.
Más allá de las frases efectistas y su reconocido tono de arengas populistas, ayer se vio a un presidente que, literalmente, se bajó del balcón de la Casa de Nariño y habló en un atril de la Plaza de Bolívar, ante miles de sindicalistas y sectores de izquierda.
En esta ocasión, el discurso tuvo un tono más a la defensiva, ya que el presidente utilizó dicho escenario para defenderse de los dos últimos escándalos que rodearon a su gobierno, referidos a las interceptaciones ilegales a las exempleadas de su exjefa de gabinete, así como a las controvertidas declaraciones de su exembajador en Venezuela en torno a grandes sumas de dinero que se habrían movido en la Costa Caribe en la campaña que lo llevó al poder.
Un Petro a la defensiva, consciente de que no solo se mantiene minoritario en el Parlamento, sino que todos estos escándalos han minado más su margen de gobernabilidad, si bien tuvo un tono más amable y respetuoso con el Congreso, no por ello dejó de insistir en su tesis de llamar a sus bases populares a salir a las calles para forzar la aprobación de las reformas, que hoy por hoy están más embolatadas que nunca, no sólo porque la legislatura agoniza sino porque la negativa de los mayoritarios partidos independientes y de oposición prácticamente tienen hundidas las tres iniciativas.
Como se ve, entre el 14 de febrero, el 1 de mayo y este 7 de junio, el tono y los énfasis del discurso presidencial se han mantenido en tratar de suplir su debilidad política en el Congreso con un llamado a la presión popular para que se dé vía libre a las reformas claves del prometido cambio.
Sin embargo, en cada una de esas tres fechas el margen de gobernabilidad, popularidad y credibilidad, se ha ido claramente deteriorando.