No se sabe qué es más grave en la crisis en que está sumida Bolivia. Para algunos puede ser que el país se encuentra semiparalizado por las protestas y bloqueos protagonizados por comunidades indígenas y campesinas movilizadas por el expresidente Evo Morales como fórmula de presión −claramente autoritaria− para que una fiscal no le dicte orden de captura por abuso sexual de una menor de edad, a quien incluso llegó a dejar embarazada. De allí que es investigado por estupro y trata y tráfico de personas.
Tanto o más complicado que lo anterior es que Morales, en su afán de no responder ante la justicia por delitos cometidos cuando estaba en el poder, ha ido más allá. Acusa al presidente Luis Arce, quien fuera su ministro y luego candidato a la jefatura de Estado, de estar detrás de la posibilidad de que una juez lo aprese.
Arce, ahora distanciado de quien fuera su páter político, no solo replica que la justicia es independiente, sino que advierte que la institucionalidad no va a ceder “ante quienes quieren incendiar el país para protegerse de acusaciones personales ante las cuales deben dar la cara”.
Otro flanco de la crisis boliviana es que detrás del enfrentamiento entre Morales y Arce hay una puja por la candidatura presidencial en 2025 del partido de izquierda al que ambos pertenecen. Es decir, que toda esta trama tiene, además, un trasfondo político-electoral.
Pero la situación preocupante no termina ahí. Los bloqueos en amplias zonas del país han llevado a que la ya debilitada economía, el suministro de combustibles, comercio, transporte y el aparato productivo en general estén acumulando pérdidas millonarias en los últimos nueve días. Los costos de alimentos se han disparado. Precisamente por ello, varios sectores también han salido a marchar para exigir al gobierno que solucione esta crisis.
Y hay más. Ahora los partidarios de Morales no solo exigen que se desmonte el proceso penal en su contra, sino que Arce garantice el suministro de gasolina y diésel, el mismo que está escaso por los bloqueos de los primeros. También piden que se le designe desde ya candidato presidencial del partido. Incluso urgen que se derogue un paquete de leyes y directrices gubernamentales…
Como se ve, Bolivia parece encontrarse en la sin salida. Por ahora no se ve una luz al final del túnel y, por el contrario, los conatos de violencia asoman con más fuerza. Una crisis con flancos judiciales, políticos, económicos y electorales a cuál más complejos.