El nuevo primer ministro francés prometió ayer reducir el gasto público y un mayor control de la inmigración, cuando la supervivencia de su gobierno depende del eventual apoyo de la extrema derecha frente a una futura moción de censura. Barnier desveló ante la Asamblea Nacional la esperada declaración de política general de su gobierno, formada por la alianza de centroderecha del presidente Emmanuel Macron y el hasta ahora partido opositor Los Republicanos (LR, conservador). El exnegociador del Brexit asumió el cargo en un contexto de crisis política en Francia, donde el adelanto electoral decidido en junio por Macron dejó una Asamblea dividida en tres bloques -izquierda, centroderecha y ultraderecha-, sin mayorías absolutas. Pero "la verdadera espada de Damocles es nuestra colosal deuda financiera (...), que, si no tenemos cuidado, colocará a nuestro país al borde del precipicio", afirmó. Ante el rechazo de los partidos de su gobierno a un alza generalizada de impuestos, el primer ministro precisó que "dos tercios" del esfuerzo para sanear las finanzas públicas procederá de la reducción del gasto público.