Estudio: la tecnología agrícola puede minimizar las emisiones invernadero | El Nuevo Siglo
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Viernes, 8 de Septiembre de 2023
Redacción Medio Ambiente

Un nuevo estudio demuestra que la tecnología y la gestión agrícolas más avanzadas no sólo pueden reducir el crecimiento, sino eliminar por completo generando emisiones invernadero netas negativas, es decir, reduciendo más gases de efecto invernadero de los que añaden los sistemas alimentarios.

El mismo, publicado en PLOS ONE, fue realizado por un equipo internacional dirigido por Maya Almaraz, de la Universidad de Princeton, y Benjamin Houlton, de la Universidad de Cornell.

De hecho, el empleo de tecnología agrícola adicional podría dar lugar a más de 13.000 millones de toneladas de emisiones netas negativas de gases de efecto invernadero cada año, mientras el mundo trata de evitar extremos climáticos peligrosos.

“Nuestro estudio reconoce que el sistema alimentario es una de las armas más poderosas en la batalla contra el cambio climático -afirma Houlton, decano Ronald P. Lynch de la Facultad de Agricultura y Ciencias de la Vida de la Universidad de Cornell-. Tenemos que ir más allá del pensamiento de la bala de plata y probar, verificar y ampliar rápidamente las soluciones locales aprovechando los incentivos basados en el mercado”.

La red mundial de sistemas alimentarios genera cada año entre el 21% y el 37% de las emisiones de gases de efecto invernadero del planeta. Con una población mundial que se acercará a los 10.000 millones de habitantes a mediados de siglo, las emisiones de gases de efecto invernadero del sistema alimentario mundial -si no se controlan- podrían aumentar hasta el 50% y el 80% en 2050, según el documento.

Investigaciones anteriores han indicado que cambiar las dietas en todo el mundo es clave para reducir los gases de efecto invernadero en el sector del sistema alimentario, pero Houlton y Almaraz creen que la reducción de emisiones podría ser mucho mayor.

Si toda la población humana adoptara una dieta denominada “flexitariana” para 2050 -que promueve la Comisión EAT-Lancet (un grupo de expertos mundiales que estableció una dieta nutritiva, sana y sostenible)-, los científicos calcularon una reducción bruta de 8.200 millones de toneladas métricas de emisiones de gases de efecto invernadero, lo que queda muy lejos del objetivo de emisiones netas negativas.

“Nuestro estudio examina tanto el cambio dietético como las tecnologías agrícolas, como diversas opciones para reducir drásticamente las emisiones -subraya Almaraz, investigadora asociada de la Universidad de Princeton-. Esto incluye un análisis del secuestro de carbono”.

En contraste con el marcado beneficio de la tecnología agrícola en la realización de emisiones negativas masivas en todo el sector, los cambios en la dieta tuvieron poco efecto en el secuestro de carbono, según el estudio, en el que han participado científicos de Kenia, Dimamarca, Malasia y Reino Unido.

“Sólo hemos analizado una docena de tecnologías -punta Almaraz--, pero hay aún más en desarrollo, que son muy prometedoras para el sistema alimentario”.

El nuevo modelo demostró que la forma más eficaz de reducir las emisiones es impulsar las modificaciones del suelo para los cultivos (biocarbón, compost y enmiendas de roca), desarrollar la agrosilvicultura, avanzar en las prácticas sostenibles de recolección de marisco y promover la producción de fertilizantes alimentados con hidrógeno.

En un proceso llamado “meteorización mejorada”, por ejemplo, se puede añadir polvo de roca de silicato a los suelos de cultivo cada cinco años para acelerar la formación de carbonatos. Este proceso devora dióxido de carbono, lo que puede secuestrar varios miles de millones de toneladas métricas de carbono al año, según el documento.

Mediante la agrosilvicultura, la plantación de árboles en tierras de cultivo no utilizadas puede retener hasta 10.300 millones de toneladas métricas de carbono al año, mientras que las algas pueden cultivarse en la superficie del océano y luego enterrarse en las profundidades marinas, eliminando hasta 10.700 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono.

Complementar la alimentación del ganado con aditivos podría reducir las emisiones de metano en 1.700 millones de toneladas métricas y aplicar biocarbón a las tierras de cultivo podría reducir las emisiones de óxido nitroso en 2.300 millones de toneladas métricas.

La actuación medioambiental en el sistema alimentario debe comenzar a escala regional. Houlton señala que los digestores anaeróbicos llevan convirtiendo en electricidad el estiércol de las granjas lecheras de Nueva York desde mediados de los años 70, reduciendo las emisiones, apoyando la autosuficiencia energética y contribuyendo a mejorar la calidad del agua.

El biogás resultante de los residuos se convierte en energía que las compañías eléctricas locales pueden utilizar fácilmente, pero este planteamiento debe evitar las fugas de gas y siguen siendo necesarios incentivos financieros. “Necesitamos una cartera de soluciones que sean eficaces a nivel local, pero tengan un impacto global”, afirma.

“Si la gente opta por cambiar a dietas más sanas, como sugiere EAT-Lancet, y si puede permitírselo, estupendo -comenta Houlton-, pero para conseguir que el mundo alcance una emisión neta negativa de gases de efecto invernadero -un imperativo global para evitar los impactos climáticos más peligrosos-, necesitamos apoyarnos en gran medida en la tecnología agrícola y las técnicas de gestión”