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El sol apenas se asoma en el horizonte cuando los guardianes ancestrales de los manglares del Golfo de Morrosquillo salen a trabajar. En medio de la humedad de la costa del mar Caribe colombiano, este grupo de hombres, en su mayoría mangleros, avanzan en sus lanchas, provistos de pintura para árboles y machetes. El objetivo es medir, junto a un equipo de científicos, la cantidad de carbono almacenada en más de 9.000 hectáreas de manglares.
Esta actividad es parte esencial de “Vida Manglar”, el primer proyecto de carbono azul en Colombia verificado por Verra, que busca evitar la emisión de aproximadamente 939 296 toneladas de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera en los próximos 30 años.
El carbono azul es el CO2 que se almacena naturalmente en los ecosistemas marinos y costeros como manglares, pastos marinos y marismas saladas. De acuerdo con investigadores, los ecosistemas costeros capturan carbono a una tasa mucho más rápida que los terrestres y según la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA), el carbono azul elimina de la atmósfera diez veces más CO2 que una selva tropical.
Sin embargo, estas valiosas reservas de carbono se encuentran amenazadas por las actividades humanas, el ascenso del nivel del mar y los eventos climáticos extremos, que ejercen una presión considerable sobre los ecosistemas de carbono azul, induciendo procesos de erosión y degradación, que podrían provocar la liberación de gases de efecto invernadero hacia la atmósfera.
“Proteger el carbono azul es vital para detener el cambio climático global y la destrucción de los manglares y las comunidades costeras que dependen de ellos”, dice María Claudia Diazgranados, directora senior del programa de carbono azul de Conservación Internacional, quien lleva trabajando en el proyecto Vida Manglar desde su inicio.
Entre 2015 y 2018, Vida Manglar logró retener, a través de la conservación y el manejo de área, 68 932 toneladas de dióxido de carbono. Para lograrlo, funcionarios, científicos y organizaciones de la sociedad local trabajaron juntos en la implementación de acciones encaminadas a restaurar el bosque de manglar y su biodiversidad, reducir el impacto negativo de actividades humanas, promover alternativas económicas para las comunidades usuarias del manglar y fortalecer la gobernanza local en este territorio. En su primera fase, el programa se implementó en Córdoba, Colombia, pero se espera lograr que todo el Golfo de Morrosquillo sea parte de Vida Manglar.
Las emisiones que se evitan gracias a esta protección se venden en el mercado voluntario de carbono como créditos de carbono, los que luego son comprados por empresas para “compensar” su huella de carbono y ayudar a mitigar el cambio climático al mantener en pie este ecosistema. Los proyectos que se desarrollan para este negocio deben cumplir una serie de condiciones para garantizar que las emisiones reducidas sean legítimas.
“En términos netos, logramos comercializar unos 42 363 créditos, que vendimos a un promedio de 24 dólares por tonelada, que es un precio premium para el mercado de carbono”, señala el biólogo Rafael Espinosa, líder de Vida Manglar por parte de la Corporación Autónoma Regional del Valle del Sinú y del San Jorge (CVS), en entrevista para Mongabay Latam.
De acuerdo a María Claudia Diazgranados, de Conservación Internacional, cerca del 90 % de los recursos que se recibieron de la venta de los bonos de carbono, se reinvirtió en la implementación del proyecto, que incluye tener un equipo local en el área, hacer las actividades de monitoreo, de limpieza de caños, de creación de capacidades locales y de generación de alternativas económicas para reducir la presión local sobre el bosque. El otro 10 % correspondió a los gastos del administrador financiero del proyecto, a cargo del Fondo Para la Acción Ambiental y la Niñez.