“Se sabe dónde se nace, pero no dónde se muere”. Así reza un viejo refrán popular que tiene una especial significación para el caso de los millones de venezolanos que en los últimos años han salido de su país huyendo de la dictadura y en busca de un mejor futuro, pero que en esa travesía y tras ese sueño terminan por perder la vida lejos de casa.
Colombia, como se sabe, es el país que más migrantes de la otrora potencia petrolera y la nación más rica de América del Sur ha acogido. Las estadísticas oficiales hablan de, por lo menos, 1,8 millones de venezolanos que se han instalado en nuestro territorio, pero se estima que esta población flotante sobrepasa los dos millones de lejos.
De hecho, luego de que Ecuador, Brasil, Perú y otras naciones del área impusieran desde el año pasado controles fronterizos más drásticos para restringir la entrada de estos migrantes, decenas de miles de ellos que planeaban inicialmente atravesar por Colombia para ir al sur, centro o norte del continente, se terminaron por instalar en nuestro país.
La tasa de mortalidad entre la población migrante ha venido creciendo. Un fenómeno que algunos expertos atribuyen a riñas intrafamiliares, otros relacionan con un creciente involucramiento de venezolanos en actividades delincuenciales o incluso con patologías médicas que no pudieron ser atendidas en su nación natal, debido a que el sistema de salud está desmantelado y es altamente ineficiente, más aún en medio de la pandemia y la profundización de la crisis política, económica, social e institucional.
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Las estadísticas son preocupantes: 3.587 ciudadanos venezolanos han muerto en Colombia en los últimos cuatro años como consecuencia de hechos de violencia, accidentes de tránsito, decesos por causas naturales y suicidios. La información proviene del Centro de Referencia Nacional sobre Violencia, adscrito al Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, y cubre lo ocurrido desde el 1 de enero de 2018 al 31 de diciembre del 2021.
Las causas violentas son las más preponderantes en esa estadística fatal. En el lapso estudiado se registró la muerte con armas de fuego de 1.569 venezolanos, entre ellos 1.445 hombres y 124 mujeres. En tanto, por armas blancas fallecieron 494 extranjeros, la mayoría de sexo masculino.
De otro lado, en riñas callejeras perdieron la vida 178 venezolanos, entre ellos 152 hombres y 26 mujeres. Por otro tipo de muertes violentas las víctimas fueron 447 migrantes, de nuevo con alto índice masculino.
Las estadísticas de Medicina Legal también dan cuenta en los últimos cuatro años de 256 muertes de venezolanos en accidentes de tránsito en nuestro país. En un fenómeno que también alarma, en el cuatrienio analizado hubo 190 suicidios, entre ellos 148 hombres y 42 mujeres. Paradójicamente, las muertes por causas naturales no fueron tan altas: 453 decesos, de ellos 260 de hombres y 193 de mujeres.
Drama humano
Cada una de esas muertes, como es apenas lógico, constituye un drama, no solo por tratarse de la desaparición de un ser querido, sino porque se produce lejos de su país. Esto pese a que cuando miles y miles de venezolanos parten de su tierra natal saben que es muy posible que nunca puedan volver. De hecho, la promesa más reiterada de quienes se van con quienes se quedan termina siendo la de instalarse, trabajar en el extranjero y reunir el dinero suficiente para girarles más temprano que tarde a sus padres, madres, hermanos, hijos, esposas y demás familiares en Venezuela para que también puedan armar maletas e ir a su encuentro allende de las fronteras de su país.
“… Un entierro cuesta mucha plata y en la mayoría de los casos los familiares o allegados de los migrantes venezolanos que fallecen no tienen dinero para reclamar sus cuerpos y proceder a las exequias… Este es un trabajo que la he tocado muchas veces a las autoridades, ya sea procediendo a entierro en fosas comunes o, incluso, en medio de la pandemia y por razones de precaución sanitaria, procediendo a la cremación”, señaló a EL NUEVO SIGLO un oficial de la Policía de un municipio del centro del país.
Explicó que más complicado es pensar en la repatriación de los restos mortales a Venezuela. “… Por aquí no se ha dado ese trámite, no solo por cuestiones económicas, sino porque en medio de la pandemia la frontera estuvo más de año y medio cerrada… Además, muchos migrantes salieron tan desesperados, temerosos o incluso con rabia de su país, que juraron nunca volver hasta que las cosas cambiaran, ni vivos ni mucho menos muertos”, agregó el uniformado.
Para algunos expertos lo más grave de las cifras de mortalidad de venezolanos en Colombia es que están asociadas a causas violentas en la mayoría de los casos, y se trata, como ocurre con la población en general, de personas marcadamente jóvenes.
Sensación de resignación
Una sicóloga que ha atendido personal migrante en varios hospitales del centro del país señala que lo que más preocupa es la sensación de incertidumbre en que a diario vive esta población. “… Muchas mujeres y personas jóvenes, sobre todo madres solteras y niños de distinta edad, transmiten una sensación de resignación que alarma, incluso frente al riesgo de morir en la orilla de una carretera, enfermarse gravemente por covid o por las largas jornadas de trabajo, caminatas o incluso por verse forzados a delinquir para conseguir qué comer o simplemente para evitar trabajar”, precisó la profesional, que pidió la reserva de su nombre.
Sobre la forma en que asumen la muerte, la sicóloga indicó que “… la migración es un fenómeno complejo desde el punto de vista mental, de la actitud ante la vida… Un migrante parte de su sitio natal sabiendo que va a enfrentar problemas, soledad, desesperanza, hambre, frío, dolor, indiferencia… En ese contexto hay una resignación profunda y realista sobre el riesgo de morir, pero se asume igual que el resto de problemas: a todos nos llega la hora, así sea lejos, muy lejos de casa y de los míos”.
En Colombia se calcula que hay más de dos millones de migrantes venezolanos. En cuatro años se ha registrado la muerte con armas de fuego de 1.569 de ellos
“… Un entierro cuesta mucha plata y en la mayoría de los casos los familiares o allegados de los migrantes venezolanos que fallecen no tienen dinero para reclamar sus cuerpos y proceder a las exequias…”
Un dato clave
El Inpec reveló que entre la población de personas privadas de la libertad en Colombia se encuentran 2.823 ciudadanos extranjeros, entre ellos 2.346 venezolanos, sindicados o condenados por la comisión de diferentes delitos, entre ellos homicidio, extorsión, narcotráfico, microtráfico, hurto de vehículos y de celulares, entre otros.