Honduras: ajustado triunfo presidencial desataría violencia | El Nuevo Siglo
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Domingo, 28 de Noviembre de 2021
Redacción internacional con AFP

SIN encuestas recientes sobre la intención de voto lo que impulsa denuncias de posible fraude y, por ende, alto riesgo de que se repitan protestas desestabilizadoras como las que siguieron a los disputados comicios de 2017, los hondureños están convocados a elegir este domingo a su presidente, vicepresidente, diputados y alcaldes.

Hace un mes entró a operar la prohibición de realizar y, por ende, divulgar encuestas. La última conocida daba una amplia ventaja a Xiomara Castro, la esposa del derrocado presidente Manuel Zelaya, candidata de la izquierda que busca convertirse en la primera mujer en tomar las riendas del país centroamericano. Ese sondeo le daba 38% de intención de voto frente al candidato del oficialismo, actual alcalde de Tegucigalpa, Nasry Asfura Zablah, del derechista Partido Nacional que marcó 21%, mientras que en tercer lugar se encasillaba con un 3%, el acaudalado empresario Yani Benjamín Rosenthal Hidalgo, del centrista Partido Liberal.

Los otros aspirantes a suceder a Juan Orlando Hernández, no alcanzaban juntos el 5%, mientras que el 21% no había decidido si iba a sufragar y el 3% se manifestó indeciso.

Esa ausencia de un termómetro electoral es la que precisamente aviva los temores de que si se da un apretado resultado degenere en choques violentos como ocurrió hace cinco años con la cuestionada reelección de Hernández, que dejaron una treintena de muertos.

Y aunque los sondeos de intención de voto no siempre aciertan, si dan una idea del comportamiento ciudadano. Pero, al no tener ninguno reciente, son varios los escenarios que se abren así: Si Castro llegase a ganar por un pequeño margen se da descontado que su rival de derecha alegará fraude. Si se da el caso contrario, es decir que Asfura gane, sin importar por cuánto, la izquierda derrotada no lo aceptará y exigirá desde un recuento de votos hasta la convocatoria a nuevas elecciones.  En ambos casos se pondrá, de inmediato, en riesgo la estabilidad del país.

Ambas partes han dicho que respetarán los resultados, pero de la palabra al hecho hay mucho trecho y máxime si ocurre alguna de las dos situaciones anteriormente expuestas. Por ello el mejor escenario para Honduras es que el triunfo de cualquiera de los dos sea por amplio margen, es decir incuestionable, además se desconoce si el recién reformado sistema electoral podrá garantizar efectivamente la transparencia o resolverá las controversias.

En esta jornada de hoy hay mucho en juego y mucho riesgo. Según analistas, el Partido Nacional, y en particular el presidente Hernández, son quienes más tienen que perder en estos comicios ya que si no logran triunfar no sólo pondrán fin a 12 años de hegemonía de derecha, sino que les será casi imposible “blindar” al hoy mandatario de un posible proceso por narcotráfico en Estados Unidos, donde fue citado como coconspirador en varios procesos, incluido el de su hermano Tony Hernández, quien en marzo fue sentenciado a cadena perpetua.

Hernández, cuyo segundo mandato finaliza el próximo enero, ha reiterado ser inocente, argumentando que las acusaciones en su contra provienen de delincuentes que se han visto afectados por la severidad de su gobierno en la aplicación de la ley.

Un triunfo de los nacionalistas tanto de la presidencia como la mayoría en el Congreso podría resultar particularmente importante para Hernández, ya que garantizaría el dominio de su partido sobre el legislativo, la asignación de recursos y el nombramiento de funcionarios públicos, todo lo cual podría ser relevante para la gestión de una solicitud de extradición y para mantener el control del partido sobre las instituciones.

La próxima legislatura deberá nombrar a una nueva Corte Suprema y a un nuevo fiscal general en 2023, lo que significa que si un partido gana la presidencia y cuenta con una mayoría calificada en el Congreso, podría obtener “el control total del Estado”, como lo señalan analistas políticos.

Izquierda vs. derecha

Aunque la baraja presidencial es grande, el duelo se centrará entre las cartas de la derecha, con Nasry Asfura Zablah y la izquierda con Xiomara Castro.

A sus 63 años, el actual alcalde de Tegucigalpa, Asfura, con sus 1.85 m de estatura, es conocido como “Papi a la orden”, que es la forma en la que suele contestar el teléfono o presentarse con sus interlocutores.

Siempre calzando botas de operador de fábrica, usa un teléfono móvil analógico en vez de uno inteligente, y se muestra como gran trabajador de campo y alérgico a las oficinas.

"Ni un solo día me he sentado en mi escritorio de la alcaldía, todos los días salgo a calle a servir a ver dónde están los problemas. Yo salgo a resolver problemas, sin ninguna cámara (...) sin nadie que me entreviste", dijo en una oportunidad.

De ganar la presidencia promete "generar trabajo", en un país con 10,9% de desempleo y más de la mitad de su población en situación de pobreza. Está llamado a proteger la permanencia del PN, que gobierna el país desde 2010.

Sus críticos le reconocen que, durante sus dos periodos de cuatro años en la alcaldía, transformó la capital con la construcción de puentes, túneles y otras obras de cemento y hierro, para descongestionar la ciudad, de más de un millón de habitantes.


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Está casado con Lissette del Cid, con la que tiene tres hijas: Stephanie, Monique y Alexandra.

Se matriculó en ingeniería civil en la Universidad Nacional, pero se retiró a trabajar como constructor y fundó una empresa de construcción, una de las más grandes del país.

Es contrario a propuestas progresistas como la legalización del aborto, completamente prohibido en el país, y el matrimonio igualitario.

"Asfura dentro del nacionalismo es la persona menos rechazada, y en la sociedad hondureña en general, pero no tiene un discurso fluido", consideró el profesor de Sociología de la Universidad Nacional, Eugenio Sosa.

"Sin embargo, es una persona extremadamente representativa del grupo gobernante y tiene acusaciones no solo en Honduras", detalló Sosa.

Mencionado en la lista de los "Papeles de Pandora" por tener empresas offshore para presuntamente evadir impuestos, y por supuestamente favorecer a un empresario de Costa Rica en un trámite, "Papi" también es investigado por acusaciones de malversar unos 700.000 dólares de fondos municipales.

"hondureños, soy diferente, por mi trabajo, mi esfuerzo, mi manera de hacer las cosas, de hacer política", dijo al cerrar su campaña, invitando a los hondureños la oportunidad de mostrar su gestión con una dimensión nacional.

En el otro extremo del espectro político está su contendiente, Xiomara Castro, quien forjó su liderazgo encabezando las protestas contra el golpe de Estado que derrocó a su esposo, Manuel Zelaya, en 2009 y que ahora impulsando un "socialismo democrático" espera en convertirse en la primera mujer en ganar la presidencia de Honduras.

Castro se lanza por segunda vez al frente de una coalición liderada por su partido, Libertad y Refundación (Libre, izquierda). En las elecciones de 2013 perdió por estrecho margen ante el actual presidente, Juan Orlando Hernández.

De 62 años y cabello castaño, suele vestir de mezclilla cuando sale al terreno, llevando una blusa roja, el color de su partido. Luce también un sombrero, prenda que caracterizó a su esposo.

En su lema de campaña queda clara su intención de sacar del poder al derechista Partido Nacional (PN), que gobierna el país desde 2010.  "Es pa'fuera que se van", repite en cada ocasión. 

"Se necesita una mujer que asuma la presidencia y que maneje los fondos con transparencia", dijo Castro en su cierre de campaña.

"Xiomara jamás se imaginó en su vida disputar la presidencia con posibilidades de ganar, es una cosa histórica que el golpe de Estado le esté dando esa oportunidad", dijo el sociólogo Eugenio Sosa, de la Universidad Nacional.

"Creo que tiene sensibilidad con los pobres, pero le pesa mucho la sombra de Zelaya y en la sociedad hondureña le puede pesar (la creencia) de que Zelaya sea el poder detrás del trono. Creo que nos puede dar una sorpresa", añadió. 

El oficialismo la acusa, en una violenta campaña, de querer llevar a Honduras al "comunismo", desacreditando sus propuestas como la legalización del aborto y el matrimonio igualitario. Le recuerdan su participación en 2015 en un homenaje a Hugo Chávez en Caracas. 

Castro asegura que propone un "socialismo democrático a la hondureña", sin modelos importados, y promete a los empresarios garantías para sus inversiones.