La novela fue escrita en 1948 y el autor invirtió los últimos dígitos para darle futurismo de utopía negativa. Es considerada como una de las novelas mayores de ese género Y revela cómo se puede manipular a la sociedad, deformando el idioma para usos de la propaganda. Se han disparado sus reediciones con la llegada de Mr. Trump al poder, cuando una de sus consejeras apabullada por los hechos factuales esgrimidos contra él, alegó que “hay hechos alternativos”, alternative facts, vale decir verdades distintas. Que es justo lo que denunciaba Orwell de una tiranía que desea deformar el pasado.
Para ilustrar lo que es vale pensar, guardando las distancias, en el partido criollo llamado Cambio Radical, dirigido por el actual vicepresidente del país, hoy en oposición, nieto de expresidente, cuyo congresista es a su turno hijo del inmolado Luis Carlos Galán que luchó contra la corrupción y el nepotismo. Ese Cambio Radical ha consistido en ayudar a que varios gobernadores saqueen a sus provincias en alianza con paramilitares. Ante los hechos denunciados en su momento por la prensa, alegaron que aún no había fallo condenatorio y muy orondos dijeron que habían de apoyarlos por cuanto de no hacerlo les estarían violando su presunción de inocencia.
Vale decir, redujeron la ética pública al mínimo denominador del código penal. Y en cuanto al nepotismo no hay familia alguna en Colombia que goce más del nepotismo que la descendencia de Galán. Es el dos más dos igual a cinco del que hablaba Orwell. Y de forma grotesca el vicepresidente aparece con sus copartidarios inaugurando obras que él ha dirigido sí, pero que no son de su propiedad ni más faltaba.
El estado colombiano usa jerga orwelliana cuando a sus asesinatos los llama “falsos positivos” que ni son falsos, ni son positivos o cuando la guerrilla llama “retenciones” a los secuestro y “contribuciones” a la extorsión. En perspectiva, grupos como el llamado “Centro Democrático” serán vistos como los herederos legítimos de los “falsos positivos” el mayor crimen estatal de nuestra tremenda historia. Y de Reficar el mayor desfalco. Llamar “Centro” a la extrema derecha en cuyas filas hay senadoras que repiten consignas neonazis y otras que proponen apartheid contra los indígenas en el Cauca es un exabrupto. Una corrupción del idioma, que luego sirve para justificar las mayores atrocidades.
Si la internet ha liberado la expresión de la propiedad de los medios, la palabra requiere de cierto apego a la verdad, de los hechos factuales.