Política al garete
Contrasta el esfuerzo por dar la imagen de un país en paz o hasta de paraíso sexual en Cartagena, como lo hizo una agencia de turismo en los Estados Unidos, con los alcances realistas por consagrar el orden. Así el Gobierno y la sociedad tiendan a soñar con un país idílico y sin violencia. Siendo que los hechos muestran una democracia formal que opera en medio de la crudelísima y ominosa guerra interna. Tal dicotomía dinamiza la política y la opinión pública de polo a polo, estremece la nave colombiana al garete de cambiantes circunstancias.
La prueba de semejante desviación mental se percibe al observar cómo la opinión pública oscila entre la voluntad de derrotar militarmente a las Farc, mientras que, el mismo día del brutal atentado contra Fernando Londoño Hoyos, que de milagro sobrevive la explosión y se restablece en casa de sus heridas, se vota mayoritariamente en el Congreso la denominada Ley marco para la paz. Ley que tramita el Congreso antes de un verdadero proceso de paz, que desconoce la realidad nacional, que desmoraliza a las Fuerzas Armadas, que pone los muertos y los heridos en combate o que caen víctimas del terrorismo cuando los atacan por la espalda y a mansalva. Durante la votación en el ánimo y rostro crispado de algunos congresistas traslucía el temor a las bombas de las Farc. La bancada conservadora debió protestar por el atentado contra Londoño con mayor energía, dejar una razonada y enérgica constancia, para salir del recinto del Congreso; después vería cómo votaba el mal llamado marco de paz...
El pacifismo no debe confundirse con la claudicación moral. Las grandes mayorías han votado varias veces por la paz, unas veces por la paz negociada con Andrés Pastrana, cuyo noble proyecto lo frustran los halcones de las Farc. Por Álvaro Uribe se vota por dos mandatos presidenciales para derrotar militarmente a la subversión; por Juan Manuel Santos se vota para que siga su misión como ministro de Defensa y finiquite la guerra contra los terroristas. Es verdad, también, que las Farc, por mediación de Piedad Córdoba, han liberado a varios secuestrados por más de un cuarto de siglo cautivos, mientras secuestran y eliminan a otros. Una Ley marco debería estar precedida por inequívocas muestras de paz y respeto a los derechos humanos, el cese el fuego y los atentados terroristas, avalada por el pueblo en un Referéndum, que debería incluir en su momento todos los actores de la violencia. La paz no se alcanza aprobando anticipadamente sobre una bomba de tiempo leyes post conflicto.
Es delirante consagrar la impunidad de los criminales. Defenestrar las Fuerzas Armadas en plena guerra y, sin la coraza de una justicia militar competente, nos conduciría de manera inevitable al suicidio e inmolación de la República. No caigamos en la trampa de permitir que a cada atentado se promulgue otro perdón y los violentos reciban un pasaporte para hacer política... Así ahogaríamos fatalmente la democracia y la Nación en sangre, para convertirnos en un gallinero y oficializar la paz de los sepulcros.