La democracia cautiva (II)
El análisis sobre la democracia que tenemos o la clase de democracia en evolución, suscita múltiples inquietudes y controversia. Aquí se cumplen la noción formal de democracia, los candidatos hacen campañas políticas, recorren el país y las ciudades, se vota más o menos puntualmente el día señalado por las autoridades. Se permite la propaganda y se tiene un cierto acceso a los medios, si bien termina siendo manipulada la opinión por los sondeos y encuestas, que en apariencia determinan a quienes se les da más cubrimiento y difusión noticiosa. Así en algunos casos los candidatos reciban amenazas o sean intimidados y hasta eliminados, persiste un cierto grado de libertad.
Es una verdad de a puño que la elección popular de alcaldes que introdujo Álvaro Gómez para rescatar la democracia, hacerla más participativa y darle recursos a los municipios, cuando el pueblo se desinteresaba de las elecciones locales; resultó positiva y estimulante para Colombia, para atraer gentes independientes a la gestión pública y valiosos dirigentes cívicos, como para el desarrollo de nuestras urbes.
Hoy esa fórmula de la elección popular de alcaldes se está tornando en una gigantesca trampa y lleva al efecto contrario de una democracia cautiva. Los vivos y tramposos, los tahúres electorales y los contratistas corruptos financian a los candidatos y movimientos que aspiran al gobierno local, los compromisos vitandos se hacen bajo la mesa para seguir con la cadena de corrupción. Ellos tienen el influjo de sus dineros ilícitos para financiar campañas y hacerse al poder municipal, incluso para subvertir la Registraduría. La democracia municipal, con contadas y notables excepciones, está siendo minada, desvirtuada y es presa de la tenaza que conforman los contratistas y políticos venales, que pueden presionar los sondeos de opinión y financiar encuestas amañadas a su acomodo. Así no todas esas empresas les hagan el juego, ni se presten para esos métodos sucios de dominio.
La elección popular de alcaldes oxigenó y salvó, en cierta forma, en su momento la democracia. En la actualidad, la democracia municipal es una farsa que apenas se da en pocas ciudades donde opera el voto de opinión. La democracia municipal está cautiva bajo las garras de los peores. En las pequeñas aldeas y ciudades intermedias, los alcaldes son verdaderos sátrapas que manejan, junto con el personero y un puñado de concejales los recursos públicos como caja menor o de bolsillo. Esa es la peor de las dictaduras que atenta contra la democracia local; la dictadura del dinero y la corrupción, que se extiende peligrosamente por el territorio nacional de alcaldía en alcaldía, así subsistan algunos meritorios mandatarios locales visionarios, insobornables y respetables.
Es preciso reformar el sistema, revitalizar la democracia local como lo quería Álvaro Gómez, principalmente en las grandes ciudades. En las poblaciones de menos de 500 mil habitantes se podría pensar en volver a su designación por los gobernadores. La idea en la Constituyente de gobernadores salidos de las urnas no fue de Álvaro Gómez, ni era partidario de la misma. El dirigente conservador estaba por una República democrática, fuerte y unitaria.
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Nota. Se autodescalifica el jurado que no reconoció la importancia del libro El Principito, citado por la Señorita Valle en Cartagena.