La democracia cautiva (IV)
En una encuesta la Fundación Liderazgo y Democracia pregunta sobre personajes de la vida colombiana y su desempeño dizque “en el contexto de la época”; desde el perfil demoliberal se llega a sorprendentes conclusiones que tienen que ver con la confusión existente sobre el verdadero significado de la democracia. La incongruencia del trabajo y arbitrariedad de las conclusiones son evidentes. En preguntas como persuasión pública gana el Libertador Simón Bolívar, lo mismo que de lejos en liderazgo en el manejo de la crisis. No así en prestancia moral, lo que resulta increíble y absurdo, si se refiere al valor moral y de servicio a la causa de la libertad del gran hombre. Y así, sucesivamente, por cuenta de algunas preguntas que riñen con la razón de Estado y exigen virtudes de sacristán.
Mientras Santander comprometido en el atentado contra el Libertador, condenado a muerte por un consejo de guerra y conmutada la pena por el destierro, resulta más demócrata que Bolívar. El mundo al revés… Sospecho que esos contradictorios resultados pueden tener que ver con el desconocimiento de la historia de esos días primigenios de la República.
Acaso ignoran que al hundirse le denominada Patria Boba y tras el efímero gobierno restaurador del general Pablo Morillo, el que funda las instituciones democráticas con solemnidad y visionario sentido de perdurabilidad es el Libertador, primero en Angostura al renunciar espontáneamente al caudillismo dictatorial, a sabiendas de haber tenido más poder que Napoleón… Otra habría sido la historia nacional si el Libertador se hubiese portado como los sanguinarios caudillos bárbaros de la época. Por el contrario, él héroe convoca con la mayor solemnidad al famoso Congreso de Cúcuta, con el apoyo valiosísimo de Santander, donde se crea la Colombia democrática, denominada Gran Colombia por la posteridad. Ha sido el más grande servicio a la democracia y sus instituciones grabado en la memoria colectiva social. Y cuando Bolívar asume la dictadura temporal lo hace para evitar el caos. Luego convoca el Congreso Admirable, que restaura la democracia. Eso bastaría para que el Libertador hubiese ocupado el primer lugar, incluso desde el punto de vista del cesarismo democrático.
El informe de Liderazgo y Democracia consagra como ganador indiscutible a Alberto Lleras, estadista notable y destacadísimo escritor; llamativo ejemplo académico de contradicción absoluta. Laureano Gómez y Alberto Lleras, jefes de los partidos políticos conservador y liberal que se habían enfrentado a tiros y desangrado la Nación en el siglo XIX y XX, pactan con grandeza el Frente Nacional; sistema de dominio temporal bipartidista avalado por el pueblo con exclusión de otras fuerzas políticas para consolidar el gobierno conjunto y la paz. Por entregar el gobierno al bipartidismo excluyente se destaca el político liberal como el más grande demócrata colombiano, con la misma lógica y méritos debería figurar Laureano Gómez, al que pasan a los últimos puestos, junto a uno de los grandes de Colombia, Rafael Reyes, quien, como gobernante debería figurar al lado del Libertador o muy cerca, de entenderlo “en el contexto de la época”. Así juzga el maniqueísmo demoliberal.