ALBERTO MEDINA MÉNDEZ | El Nuevo Siglo
Sábado, 21 de Junio de 2014

La Justicia

Que  la actividad política ha perdido credibilidad ya no es noticia. Si bien la mayoría admite que es un instrumento que puede generar cambios, los mas coinciden también que sus habituales formas, los excesos y la inmoralidad, han convertido a la política en un quehacer de pésima reputación.

Sin embargo, no todo es lo mismo. Están los honestos pero también los que eligieron el camino del delito. Algunos se esmeran obrando correctamente y otros buscan negociados usando sus cargos.

Buena parte del servicio de justicia supone que esa imagen negativa no tiene que ver con su labor cotidiana. Creen ser las  víctimas de un esquema que los condiciona y prefieren el tímido lamento a la heroica acción.

La corrupción es parte del presente. Muchos funcionarios públicos se han apropiado del Estado como si les perteneciera.

Son demasiados años de impunidad, pero también de cobardía. Nadie desconoce que el Poder Judicial es parte de la corporación política. Si no actúa como debe no es por casualidad, sino porque se entremezclan evidentes intereses compartidos y un sinnúmero de indisimulables presiones.

Alguna gente vive desinformada o no ha podido acceder a ciertos niveles educativos, pero igualmente se da cuenta que frente a delitos menores, muchas veces la Justicia actúa de oficio, sin siquiera ser convocada.
Sin embargo frente a la obscena actitud de ciertos personajes, que sin disimulo ostentan poder, despliegan recursos que no le son propios y se enriquecen de forma indebida, la justicia prefiere apelar a la infantil fórmula de justificarse frente a la ausencia de denuncias formales concretas.

Es bueno saber que en esa "jungla" se pueden encontrar también otros individuos, que resisten con hidalguía a la inercia, que combaten con perseverancia para no ser más de lo mismo y así diferenciarse. La lucha es dispar porque el sistema produce anticuerpos suficientes para disuadir a los más rebeldes, a esos que no acatan sus perversas reglas.

No todo está perdido. Una larga lista de funcionarios probos intenta, desde adentro, dar la batalla, con pocas posibilidades de lograr un final feliz. Es probable que no consigan cambiar totalmente la historia, lo que no significa que no deban mostrar el sendero, para así orientar a la próxima generación, esa que tendrá la difícil labor de completar la gesta.

Hasta que la sociedad no perciba modificaciones importantes o giros significativos, no se puede esperar que un milagro les devuelva el orgullo a aquellos que deberían garantizar el pleno ejercicio de los derechos ciudadanos. Mientras tanto se seguirá asistiendo a este patético espectáculo que muestra el interminable desprestigio de la justicia.
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