ANDRÉS MOLANO ROJAS | El Nuevo Siglo
Lunes, 2 de Abril de 2012

Los ausentes de Cartagena

Se supone que hoy lunes el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, anunciará finalmente si asiste o no a la VI Cumbre de las Américas. Ojalá vaya:  si quiere hablar de la participación de Cuba en la Cumbre de las Américas, la Cumbre es precisamente el lugar indicado para hacerlo. A no ser que su insistencia en eso no sea en realidad tan importante. Ojalá vaya:  de lo contrario se lo echará de menos, junto con los otros tres grandes e irremediablemente ausentes de la cita hemisférica.

 

En efecto:  ni la democracia y los derechos humanos, ni la integración económica, ni  la seguridad hemisférica -asuntos vinculados históricamente al nacimiento y desarrollo temprano del proceso de cumbres de las Américas- están contemplados en la agenda que discutirán 33 (quizá 34) jefes de Estado y de Gobierno de los países americanos en Cartagena de Indias.  Se hablará, sin duda, de cosas de la mayor relevancia y en algunos casos verdaderamente urgentes: de cómo prevenir y enfrentar los desastres naturales y sus consecuencias, de cómo superar la pobreza y la inequidad, de cómo avanzar en la integración física y mejorar la infraestructura, de cómo cooperar para la seguridad ciudadana y de cómo ampliar el acceso y el uso de nuevas tecnologías. Y por supuesto, se hablará también de lucha contra las drogas (o por lo menos, se discutirá una metodología para empezar a hacerlo), de Cuba -vaya o no vaya Correa-, y puede que incluso además de las Malvinas, eso sí, sin invocar el principio de libre autodeterminación de los pueblos.
Pero no de democracia ni de derechos humanos, porque ya no existe un consenso ni sobre cómo entender la democracia -y parece que puede ser cualquier cosa-, ni sobre la importancia que tienen los derechos humanos (en particular las libertades civiles y los derechos políticos), y su garantía y protección efectivas, como fuente de legitimidad de cualquier orden político.  Tampoco de integración económica, porque mientras unos abogan por una inserción dinámica y competitiva en un mercado mundial abierto, otros satanizan ese mismo mercado y erosionan los instrumentos que bien empleados harían esa misma inserción tan posible como exitosa y beneficiosa para todos. Ni de seguridad hemisférica, porque algunos tienen toda su atención puesta en otras partes del mundo, y otros están tan aferrados a sus propios fantasmas retóricos que cualquier diálogo sobre las amenazas reales que se ciernen sobre el continente en su conjunto es poco menos que una aspiración tan ingenua como bien intencionada.