La historia de las tercerías que han querido horadar al bipartidismo en los EEUU no ha sido muy afortunada.
Para no ir demasiado lejos, un multimillonario, llamado Ross Perot, logró conmocionar, más no romper, la estructura tradicional de la que tan orgullosos se sienten los norteamericanos.
Viéndolo en retrospectiva, lo que sí logró Perot fue fracturar el voto republicano para facilitar el triunfo de Bill Clinton.
En pocas palabras, el bipartidismo es muy robusto, pero no por ello inexpugnable.
Y eso es algo de lo que da fe el propio presidente Trump, a quien puede considerarse como un candidato metapartidista.
Eso significa que, simultáneamente, él encarna al partido Republicano y, más aún, lo sobrepasa, siendo superior al mismo.
Me explico. Cuando Trump resolvió lanzarse a la presidencia hace más de cuatro años, muchos conservadores quisieron cerrarle el paso. Pero no tenían cómo hacerlo.
En cambio, a él le sobraban los recursos, tanto los humanos como los operativos.
De hecho, llegó a aseverar que si trataban de impedirle su arrolladora marcha hacia la Casa Blanca abandonaría al partido, sometiéndolo así a una humillación electoral sin precedentes, razón por la cual sus oponentes tuvieron que bajar la mirada.
Situación que si se observa con atención, es idéntica a la que está sucediendo ahora, cuando a ningún copartidario se le ha ocurrido competir con él, o tan siquiera hacerle sombra.
Lo que, por supuesto, no significa que tenga la reelección asegurada.
Por el contrario, la rastreadora de intención de voto Real Clear Politics muestra en este instante una diferencia de 8,7 puntos a favor de Biden.
En consecuencia, ¿por qué no inventarse hoy un Ross Perot que, apareciendo como adversario, en realidad fuese funcional a Trump?
Me explico, nuevamente. Kanye West, artista inmensamente popular, adinerado, admirador de Trump y afroamericano, tiene el perfil necesario para ser un candidato emergente, alternativo, tipo “rueda suelta”, pero sin probabilidad de arrebatarle la Presidencia ni al propio Trump, ni a Biden.
Pero sí puede romper la unidad del voto, en este caso, la de los demócratas.
Como se sabe, por el simple hecho de haber sido vicepresidente de Obama, Biden es una especie de ídolo para los afrodescendientes liberales.
De tal modo, la irrupción de West puede tener un atractivo étnico más que asegurado, sobre todo, si se considera que al haber liderado el movimiento “Las vidas negras importan”, él ha tomado una significativa pero, en este caso, conveniente distancia del Presidente.
Como si fuera poco, tan pronto como West anunció su intención de lanzarse a la carrera por la Casa Blanca, recibió el apoyo absoluto de Elon Musk quien, curiosamente, es el multimillonario que mejor se ha entendido con Trump pues sus planes espaciales e industriales han encontrado en el Presidente a un aliado inigualable.
En síntesis, West no tendrá ningún inconveniente para financiar una campaña relámpago que, prefacturada contra Biden, o no, podría garantizar la reelección de Trump.
Y, de paso, muchos años más de prosperidad y celebridad para Kim, Khloe, Courtney, Kylie y Kendall.